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martes, 11 de mayo de 2004

13.00 El caballo de Troya Ayer fui al cine. Como en casi todas las últimas ocasiones en las que he ido, lo mejor fue el trailer del principio. Y es que, una vez más, fue el de Harry Potter y el Prisionero de Azkaban. uno nuevo, más largo, más oscuro y mucho mejor que los anteriores. Cada vez tengo más ganas de ver la película, y cada vez me parece que queda más tiempo para poder hacerlo. Los dementores cada vez dan más miedo, y por fin empiezo a convencerme de que quizás la elección de Gary Oldman no haya sido tan mala. Pero bueno, yo venía a hablar di mi película. Troya. Sin comentarios o, lo que es lo mismo, cualquier parecido con la Ilíada es pura coincidencia. Dejando a un lado este insignificante detallito, tiene su pase. O quizás no, pero es para no deprimir al personal. Es una película de griegos al estilo Gladiator donde la historia se americaniza (para mejor entendimiento del espectador no vaya a ser que le demos demasiada información de golpe y se sature el pobre), y con una clara diferenciación entre buenos y malos, aunque con una amplia gama de buenos-malos y malos-buenos. Dura algo más de dos horas y media, batallitas tiene unas cuantas y el único al que veo de griego es a Boromir. La verdad, hubiera necesitado un gran cubo de palomitas para pasar el trago. Y lo siento, no pienso acompañar a nadie a verla. Una y no más, que decía mi abuela. El fin de semana, y cambiando de tema, ha sido genial. Realmente que sí. Bueno, salvo algunos momentos de gran tensión que prefiero olvidar, arrinconar en mi cerebro y mandar a donde se merecen: a tomar viento. Cada día estoy mejor, conmigo y con el mundo. Y los brazos amables, niño, lo son en los dos sentidos.