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sábado, 31 de enero de 2004

19:33 De cine Acabo de salir del cine, bueno hace un rato ya. He ido a ver La sonrisa de Mona Lisa. No está mal, aunque no me entusiasmado. La conclusión que he sacado es que es EL club de los poetas muertos en versión femenina. Pero claro, la primera era mucho mejor, y la cosa es que ahora, tras salir del cine, tengo ganas de verla. Aún así tiene sus puntos, como cuando al final de la película, con los títulos de crédito) enseñan distintas imágenes de algunas pruebas que en la década de los 50 se hacían para elegir a Miss América: cronometrar cuánto tardaban en cambiar un pañal o en hacer la cama, por ejemplo. Divertido, hasta que te das cuenta de que son escenas reales, que eso pasó no hace tanto tiempo... Ha habido un par de anécdotas. La primera, que al llegar al cine he sido escoltada por varios coches de policía: 4 renault picasso y uno más pequeño, de los de incógnito. No he podido ver bien qué pasaba, pero la gente corría detrás de ellos para enterarse. Lo único que he podido ver ha sido un numeroso grupo de gente que taponaban la calle Dóctor Cortezo, y que rodeaban a varios de los coches de policía. Y el cine ha podido más que mi curiosidad. La otra ha sido cuando al entrar en la sala he estado a punto de salir, pensando que me había equivocado. Y es que, de los 5 espectadores que había, era la única chica. Sí, ya sé que es un prejuicio, pero no he podido evitar pensar que 4 hombres solos (cada uno por su lado) viendo esta película no era muy normal. Pero no, no me había equivocado. Sin embargo ir al cine ha sido una buena idea. Aunque sólo haya sido por ver el único trailer que han puesto. Sí, Harry Potter y el prisionero de Azkabán. Me he quedado, como una idiota, con la boca abierta. Y con ganas, muchas ganas, de ver ya la peli (dicen que el 4 de junio). He disfrutado como una enana con el cambio de look de Draco Malfoy, con el autobús nocturno, con ver a Harry bastante más crecidito. Pero lo mejor, lo impagable, ha sido ver al profesor Snape vestido con las ropas de la abuela de Neville Longbottom. Todavía sonrío cuando me acuerdo. Y los dementores. Esos jirones de ropa, esas garras huesudas que asoman por el hueco de la puerta del compartimento de tren de Harry... Vale, igual me recuerdan a otros memorables monstruitos de ESDLA, pero aún así no dejan de asustar, hasta yo he sentido su poder... En fin, que no ha estado nada mal. Promete muuucho, y esperemos que dé más. Afortunadamente parece que esta vez va en serio lo de estrenarla este año, y lo de empezar a rodar la cuarta. Eso sí, podemos dar gracias porque Rowan Atkinson (Mr. Bean) haya decidido rechazar el papel de Lord Voldemort en ella. Por cierto, en el cine he visto un cartel que anunciaba que, durante la proyección de El retorno del rey se haría un descanso de 5 minutos. Se admiten apuestas para adivinar dónde harán el corte...

jueves, 29 de enero de 2004

12.00 La lectura y los complejos Ayer fui a la Fnac en busca de volúmenes con los que atiborrar, más aún si cabe, mis estanterías. Una novedad y algunas lecturas pendientes llenaban mi cesta de la compra cuando llegué a la caja a pagar. Mientras esperaba apareció una pareja. Ella iba con las manos en los bolsillos, él cargaba un buen montón de DVDs. Empecé a sacar mis adquisiciones y al ver la pila que formaban ella no pudo hacer otra cosa que comentarlo con su chico. Supongo que intentaba ser discreta, pero no lo logró, y escuché perfectamente su comentario de: "mira, debe tener muy poca vida social". No sabía si echarme a reír o romperle algún DVD en la cabeza, así que me limité a mirarla y al ver cómo enrojecía me di por satisfecha. Mientras caminaba a casa empecé a darle vueltas al asunto y recordé algo que me ocurrió hace unos años. Siempre me ha gustado leer, desde que, con sólo 3 años, estudiaba a escondidas (y a la luz de una linterna), aquellos absurdos cuadernos para aprender a leer y escribir. Con los años fue creciendo ese hobby, hasta el punto de que se ha convertido en una pasión. Pero durante muchos años la ocultaba. Aprendí pronto que era rara porque prefería un buen libro a una sesión de juegos con las barbies. Mis amigas no lo entendías, así que fingía que no leía. Nunca hablaba de literatura, salvo con mis padres y sus amigos. Pasaron los años y, sin pretender que jamás había cogido un libro, seguía sin hablar de ello. Era como un tabú. Peor incluso si lo que pretendías era atraer a un chico. Ya mayorcita encontré gente que compartía la afición, y fui soltándome. Empecé a quitarme el complejo de bicho raro o ratón de biblioteca, hasta el punto de empezar a sentirme orgullosa de saber apreciar los encantos de la literatura. Y en esas ingresé en Mensa. Un día acudía a una reunión, y me encontré con un chico nuevo, más o menos de mi edad y bastante atractivo. No hablamos mucho, pero me gustó. En la siguiente reunión nos sentamos juntos, no recuerdo si por azar o porque lo buscáramos. Pronto empezamos a hablar y a dejar de lado al resto de mensistas. Y la conversación derivó en matemáticas y literatura. Bueno, más que matemáticas, ciencias, ya que se nombraron varios libros de divulgación científica. Por casualidad, interés personal u obligaciones universitarias, yo había leído aquellos títulos. Me sentía bien comentando aquellas lecturas, y pudiendo participar de una forma digna en la conversación. Recordemos que él me gustaba, así que estar a su altura era para mí algo importante. Para mí, sólo para mí. En un momento dado él nombró otro de esos libros. Su frase vino a ser algo así como "tienes que leerte El teorema del loro, es buenísimo". Le contesté que ya lo había leído, de hecho acababa de terminarlo, y que compartía su opinión. Y entonces lo soltó: -No, si ahora va a resultar que te has leído todos los libros que he leído yo, ¿no te jode? El tono era amargo, de reproche, casi de insulto. Me quedé blanca. Quizás porque nunca en una de esas reuniones nadie me había hecho sentir como cuando tenía 7 años. Estuve a punto de volver a entonces, y decir que no, que había sido casualidad. Pero ya no tenía 7 años. Así que, cuando salí del estupor, me quedé mirándole y con la voz más fría que encontré lo que dije fue: "No, estoy segura de que he leído más y más variado". Después me levanté y me senté junto a otros mensistas que no me habían rechazado nunca. El encanto se esfumó, dejó de gustarme. Tiempo después apareció con su novia en una reunión, al presentármela no pude evitar caer en la tentación y delante de él expresé mis deseos de que "no le gustase la lectura, y menos aún la de divulgación científica". Puede que no fuera el mejor comportamiento, pero no le había perdonado, y aún no lo he hecho, que quisiera convertir mi pasión en algo despreciable. Y menos aún si a él también le gustaba leer.

lunes, 26 de enero de 2004

10.50 Preguntas al vacío Y si te dijera que tengo miedo... ¿cambiaría algo? Y si te dijera que no es lo que había planeado... ¿me creerías? Y si te dijera que no me gusta... ¿podríamos dar marcha atrás? Y si te dijera que todo podría ser distinto... ¿crees que podría ser verdad? ¿Y si te dijera aquello que ninguno quiere oirme decir?

miércoles, 14 de enero de 2004

11.45 Curiosidades de un día curioso Esta semana está resultando extraña. Bueno, mejor dicho (y como ya he puesto en el titulito) curiosa, que extraña tiene connotaciones negativas que no deseo transmitir. A veces tengo ganas de coger el teléfono y hacer una llamada, sobre todo ayer, pero al final el llamado sentido común gana la partida diciéndome que es mejor seguir con los propósitos de Año Nuevo. Pero vayamos a otra cosa. A contar la semana. Algunos de los que me conocéis sabéis el lío en el que me metí la semana pasada en el curro. Aún estando en Cultura hace dos semanas que la sección de Nacional requiere mis servicios para encargarme de un tema de actualidad. El resultado de mi trabajo ha sido satisfactorio, tanto, que el subdirector de investigación (ex redactor jefe y aún jefe de Nacional) quiere que sea yo la que siga encargándose del tema. Creo que en un rato tenemos una reunión para hablar de ello. Por supuesto a mi jefa no le gusta demasiado la idea, pero ni yo me puedo negar ni ella puede protestar. Por si fuera poco, los reportajes me han puesto en boca de algunos compañeros de profesión, de forma que la pasada semana me hicieron una entrevista radiofónica y ayer me llamaron de un Diario murciano para confirmar datos y pedir mi opinión como experta. Je je je. La situación no me gusta nada, porque mi falta de costumbre es tan evidente que temo siempre meter la pata. Aún así, es agradable que después de 3 años se den cuenta de que es posible que valgas más de lo que creían. Y siguiendo la línea de probarme esta semana me han dejado al frente de la sección de Internacional, ya que la jefa está de vacaciones. Así que tengo más trabajo que un tonto, y de 3 secciones distintas. Cambiando de tema, ayer fui al médico. Bueno, a los médicos. La endocrina estba encantada con mis progresos y me ha pedido una foto de antés y otra de después, quizás me convierta en el rostro de su próxima campaña de lucha contra el sobrepeso. pero, claro, yo no tengo fotos, así que.... ¿alguien podría pasarme alguno de esos robados de cuando estaba cual tonelete? El ginecólogo, el pobre, lo pasa fatal cuando voy. Aunque a mí ya me dé por reírme, la verdad. El tratamiento no está funcionando como debiera, así que lo hemos cambiado. Veremos cómo va. Lo peor fue la conversación con mi madre, en la que, una vez más, tuve que contarle todos los pequeños detalles de lo que me ocurre, y de lo que puede ocurrir. Agotador. Lo mejor, es que soy firme candidata para convertirme en la envidia de todas aquellas mujeres que sufren reglas dolorosas y/o abundantes, etcétera. Estará bien eso de sufrir cambios hormonales y de humor (amén de lo que iba a ahorrar) sólo una vez cada 3 meses. Ah! y el próximo miércoles vuelvo al teatro Lope de Vega para disfrutar, esta vez, de la actuación como Christine de una amiga mía. Conclusión: semana extraña, llena de buenos momentos, noticias y situaciones novedosas. En la que he recuperado el placer de escribir a pluma.