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jueves, 23 de marzo de 2006

Escrito el 22 de Marzo

–Esta tarde iba a batir mi propio record y asistir por cuarta vez al mismo espectáculo musical. Además, iba a ir con Rapunzell, teniendo así la oportunidad de pasar un rato a solas las dos, que tiempo hace. Pero no va a ser posible.
Y una parte de mí se alegra, o quiere alegrarse, pero hay otra parte de mí que no puede hacer otra cosa que refrenar los impulsos de reír y dar saltos de alegría. Porque si esta vez sale bien significará, al menos, que un puñado de gente que conozco mejorará su calidad de vida y, con un poco de suerte, en un tiempo dejarán de mirar atrás cada vez que salgan a la calle.
Deseo de todo corazón que salga bien, y que sea definitiva. También deseo de todo corazón que no sea a cualquier precio, claro, es sólo que a veces me pregunto si un solo muerto más no sería un precio demasiado alto a un “No” categórico.

–Son las 17:35 y no tenemos ni teléfono ni Internet. Gran día para que una redacción se quede incomunicada…

–Sé que puede resultar difícil de comprender, pero hay una tercera parte de mí que está algo triste, porque no puedo formar parte de lo que está pasando. La noticia que se ha producido hoy es una de ésas que todos los periodistas quieren dar. De ésas que, aunque no sea la exclusiva de tu vida, hacen que la emoción por el trabajo surja, como un desafío, forzándote a hacerlo cada vez mejor. Sin embargo, me veo obligada a corregir las faltas de ortografía de otros en textos que me habría gustado escribir a mí. En temas que hubiera querido abordar yo. No sólo por la importancia en sí de la noticia, ni por figurar (no me importaría no firmar), sino porque se trata de un tema, de un problema sobre el que he tratado de leer, estudiar y, sobre todo, el que he intentado comprender durante muchos, muchos años.

–Últimamente no estoy todo lo bien que me gustaría. No sé si es cansancio, que las hormonas no estén funcionando, la cercanía de mi cumpleaños, una mezcla de todo o nada de lo anterior. El caso es que anímicamente podría estar mucho mejor. Intento hacer cosas para animarme y acabo peor, con lo que se me quitan las ganas de muchas cosas. Voy a tener que meter el bisturí y ver qué está fallando. En serio y sin concesiones.

–Tengo a mano (a menos de medio metro de distancia) las armas para un dulce suicidio: 2 tabletas de chocolate 70% y 1 de 85%. Deben estar riquísimas. Mientras mis compañeros se las comen, yo disfruto de un chicle de menta sin azúcar.

–A raíz de un reportaje que se publica esta semana, uno de mis compañeros ha contado que el otro día conoció en la guardería a la abuela de una niña superdotada, dos meses mayor que su hijo (5 años). Tras contar sus habilidades, otra compañera ha comentado que “es una desgracia tener un hijo así”. Iba a abrir la boca, pero he optado por callarme, sólo habría empeorado las cosas.

–Actualización: Por fin tenemos Internet

miércoles, 15 de marzo de 2006

Hay dias y dias

A veces, simplemente, debes sentarte y esperar a que pase la procesión de mierda que amenaza con echársete encima, procurando que no te salpique demasiado. Para esos días, yo tengo varios trucos que me devuelven el ánimo o que, al menos, me hacen sentir bastante mejor. Uno de ellos, siempre infalible, es leer Calvin&Hobbes. Para hoy he elegido 3 viñetas: Sobre el arte: Sobre el lenguaje políticamente correcto: Y, por último, el que debería ser el primer mandamiento de la Iglesia de la Cojonudología: Y, ya que estamos, os ponga la tarta que voy a querer para mi cumpleaños:

domingo, 12 de marzo de 2006

Algunos enlaces

-Trailers, para que disfrutéis un poco:

*X-Men:The Last Stand

*V for Vendetta (trailer 2)

*Silent Hill

-Un enlace, porque lo han cambiado de sitio, para los que no lo pudieron leer cuando lo puso Athe:

*Requiem (el guión del último capítulo de D&D)

-Una imagen, para que os preguntéis por qué:

jueves, 9 de marzo de 2006

Sensaciones

Cada año, a mediados de febrero, los poco originales medios de comunicación sacan una lista que, sin embargo, pretende ser original e inesperada: la de los mejores besos en la historia del cine. Y en esa lista siempre se repiten los mismos (Casablanca, Lo que el viento se llevo, Desayuno con diamantes, De aquí a la eternidad...), a los que se unen las novedades anuales (que no suelen repetirse en la siguiente lista). Otro de los que se suele repetir implica un plato de pasta, una mantel a cuadros, música de violín y una mesa improvisada en un callejón oscuro:




La dama y el vagabundo es una de las película de Disney que más me han gustado siempre (y eso que sólo puedo nombrar un par de ellas que no me hayan emocionado, la verdad). Sin embargo, y mientras todo el mundo parece de acuerdo en que el momento más tierno o más importante de la relación entre los protagonistas es el beso reproducido arriba, la verdad es que hay una escena que a mí siempre me ha parecido mucho más importante, una escena en la que el espectador puede descubrir realmente qué es lo que siente Golfo:




Al fin y al cabo no todos los perros callejeros estarían dispuestos, no ya a compartir, sino a regalar un delicioso bocado como el que supone esa albóndiga. En ese simple movimiento de hocico se encierra el secreto de Golfo, siendo la mejor declaración de amor que ella recibirá jamás. A veces me pregunto si todos estaríamos dispuestos a ceder la última albóndiga del plato, sobre todo cuando nadie nos garantiza que habrá otra.

Ayer, en cualquier caso, me compré el DVD de La dama y el vagabundo. Sí, me la había descargado, pero esta película estaba incluida en la lista de “las que quiero tener”, que últimamente tampoco es tan larga. También me compré La cenicienta que, aunque no estaba en la lista, me llamaba poderosa desde la estantería.

Dos horas después, y una vez había conseguido captar la imagen de arriba, fui al cuarto de baño. En el camino de vuelta me encontré con un cartel que no había visto hasta entonces. En él se anunciaba la muerte de un compañero de trabajo (el encargado del correo, los periódicos y algunas compras de urgencia), añadiendo un dato desconocido para todos (su situación familiar). En el mismo, se anunciaba una colecta. Me sentí fatal, porque si no me hubiera comprado ninguna de las películas podría dar casi 45 euros más a la colecta. Una de las películas ya estaba abierta, la otra no, así que bajé a cambiarla, al tiempo que mentalmente renunciaba a alguna compra completamente innecesaria que tenía planeada, de forma que pudiera aportar algo más a ese fondo común.

Pero no me siento bien del todo, porque ayer me di cuenta de que, en realidad, no hago nada por los demás (entiéndase los demás como aquella gente que necesita apoyo de algún tipo: económico, educativo, sanitario...). Y eso no me gusta. hubo una época en que colaboraba en varios proyectos y en la que, a pesar de mis escasos ingresos, era capaz de apoyar económicamente a varias asociaciones. Hoy sólo me queda ese apoyo económico que a veces es anual y otras es puntual (campañas de urgencia, etc)

Pienso en si me gustaría dar más de lo que doy y aunque la respuesta es sí, también sé que es un sí poco convencido, porque implicaría renunciar a parte del tiempo libre que tengo, o implicaría llegar aún más tarde a casa de lunes a miércoles... y realmente no me encuentro con fuerzas para hacerlo. No creo que, a las 8 de la tarde, fuera capaz de cuidar niños, o de dar clases de castellano o pegar sellos en una sede. Alguna vez he hecho algo virtualmente, pero han sido las menos.


No me gusta sentir que hago menos de lo que debería, pero menos aún me gusta la sensación que se me queda en la boca cuando me doy cuenta de que no soy capaz de animarme yo misma a echar una mano donde se me necesite.