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lunes, 30 de diciembre de 2002

12.11 He regresado a Dolira. Bueno, hemos regresado a Dolira, a nuestra casa, al lugar de donde surgió todo, o casi. La alegre pandilla de la Emperatriz, o el alegre condado de Dolira, protagonistas y espectadores de mis últimas noches, volvieron a serlo esta vez, durante el fin de semana. Pero esta vez fue diferente. Regresamos al lugar donde empezó esta explosión de fiestas, risas y alcohol. Y la vuelta prometía ser complicada. Como cuando vuelves al colegio donde estudiabas, años después, y descubres que las cosas no son como recordabas. Algo de ese miedo había en mí. Miedo a descubrir que nos habíamos estado engañando, que la amistad creada no era real, que era más una necesidad individual que un sentimiento de grupo. Y durante un tiempo, las cosas caminaban ese sendero. El que nos llevaba a la destrucción de la "chupi-pandy" (nombre dado durante la comida del domingo, con mis neuronas muy perjudicadas). Al final la cordura se impuso. Y se habló de todo lo que había que hablar. La emperatriz sigue unida, así como su "corte". Y yo me alegro más de lo que os podais imaginar. Aunque mi vida siga siendo un poco caótica por todos vosotros, y por las noches pasadas en vuestra compañía. Pero si no fuera así, ¿cuál sería la gracia? ¿Dónde estaría buena parte del picante que anima nuestras veladas? Me encantó volver a Dolira con vosotros, chicos. No habría sido igual si no hubierais estado allí. Y por cierto, hay que inventarse juegos para animar las noches de abril, ya sabeis a qué me refiero.

lunes, 23 de diciembre de 2002

17.29 ATHE-CHUZOS (Volumen II. Versión 1.0) No sé por qué me da que la mitad de los asistentes (esto es, 4) nos preguntábamos horas antes "¿Pero yo que pinto aquí?". La casualidad, el buen licor, las desventuras de reinar un condado o las canciones de la infancia nos habían llevado hasta allí. Pero una vez en la meta, no sabíamos cómo o por qué habíamos emprendido ese viaje. Como siempre, cogí el miedo, hice una bola con él y lo guardé en una de las múltiples cajas de cartón que andan por mi casa. Me puse mi mejor sonrisa de vestido y salí dispuesta a que nada me amargara la noche. Aunque, todo hay que decirlo, las cosas no se presentaban muy bien. Un cúmulo de despropósitos amenazaba con caer al suelo desde mi espalda, y no sabía si iba a poder recoger los cachitos, la verdad. La música (gracias Urban) ayudó a destensar la situación. Al menos al principio. Y el vino blanco y demás bebidas ayudaron a soltarnos la lengua. Lo mejor, las risas con Athe por la letra de las canciones. Todas muy adecuadas para la situación. No sé si Murphy tiene algo que ver en esto, pero es impepinable. Cuando estás en una situación difícil, el mundo se confabula para recordártelo. Aún así, decidí tomármelo con humor. Luego, más alcohol. Miradas curiosas, situaciones tensas. Y el estallido. La pelea, los ojos fríos. Las manos que tiemblen. Y la decisión, inapelable. No quiero hablar, no quiero saber nada. Sólo que el mundo desparezca. Lástima que, como ya se comprobó hace una semana, las mantas no ta aislan del mundo. Aunque te escondas bajo ellas. Y luego la conversación sentada en el suelo. La lágrima, el pañuelo. Y las declaraciones avivadas por el licor ingerido. Una sonrisa, un abrazo. Y vuelta a la realidad algo más animada. Un mensaje que descoloca, pero reconforta en parte. Y más risas. La alegría de descubrir a dos amigos unidos. Más canciones, más recuerdos. Y una cama. Levantarse y preguntarse si has hecho bien. Si alguien te odiará. Y descubrir que no. Dos horas al teléfono, sin arreglar nada, pero sin estropearlo más. Vale, está bien. Lo pasé mejor hace una semana. Pero desde luego, donde esté un plan con la "alegre pandilla de la emperatriz" o los "athechuzos", que se quite cualquier plan. Os quiero chicos. Y repetiré en breve, y cuando haga falta, estad seguros de ello.
12.24 Cuando alguien declara rotundamente que odia la Navidad, el resto del mundo le mira como si fuera un hereje. Parece que puede odiarse cualquier otra fiesta del año, pero que está prohibido no tener sentimientos de felicidad y amor hacia "estos días". Bien, pues yo odio la Navidad. Odio en qué se ha convertido. Tengo una gran familia, por parte de madre, que creo ha visto demasiadas veces la saga de "El padrino". Cierto es que nos encanta (sí, yo también me incluyo) reunirnos, y que en general lo pasamos muy bien todos alrededor de una mesa. Pero a veces llevan ese sentimiento al extremo (eso sí, en parte es genial saber que tienes más de 40 personas dispuestas a hacer lo que sea por tí, aunque ni siquiera les caigas bien). Les quiero mucho, y me gusta verles, pero no todos los días. Y menos por obligación. Perderse una Nochebuena, o una Nochevieja familiar es todo un riesgo que pocos deciden tomar. Da igual si tienes pareja y esa pareja tiene una familia. Lo prioritario debes ser tú, y tu familia. Pero no sólo eso. Además estás obligado a pasarlo bien, a disfrutar de la compañía. A estar de un humor inmejorable y a derrochar amor por todos los poros de tu cuerpo. Y si no sientes nada de eso, pues te jodes y actúas "¿o es que quieres arruinar la cena a toda la familia?" (frase que jamás me han dicho pero que he oído decir). Insisto les quiero, pero no pueden pedirme que esté todo el santo día con la sonrisa en la boca. Y menos si echo en falta a gente con la que querría estar. Y por último están los regalitos. Me encanta dar, en serio. Me vuelvo loca haciendo regalitos y regalos. Me gusta comprarlos, pensar en la cara que van a poner. Pero siempre a la gente que quiero y cuando a mí me apetezca, no cuando dicte el centro comercial de turno. Las Navidades eran un buen invento para la humanidad, pero lo son aún mejor para los empresarios. En fin, como se nota que mañana me toca la primera, de una larga lista, reunión familiar. Menos mal que Athe estará por allí luego, para que pueda mojar en buen ron (de garrafa, por supuesto) y olvidar el empalago de lo que va a ser la cena.

lunes, 16 de diciembre de 2002

14.41 Tercera entrada del día. Parece que tengo sed de palabras, o necesidad de soltar las cosas que llevan días rondándome la cabeza. Provocándome sonrisas, seriedad y melancolía. Los manuales de instrucciones son inútiles. Más cuando se refieren a personas, a relaciones sociales. Nunca lo que sirvió a otro puede ser idóneo para tí, porque lo que cada uno siente en cada ocasión es irrepetible. Ni aunque sea parecido. Hay ocasiones en que pedir consejo sólo sirve para llenarte la cabeza de opciones, y lograr que la tuya no encuentre la salida, la forma de expresarse. Eso es exactamente lo que me pasa ahora. Hoy he recibido una llamada al móvil. No se oía nada, y se ha cortado. Aunque luego he descubierto que no, he pensado que era de una persona que no debería saber que existo. La posibilidad me ha asustado. Ha provocado un escalofrío de miedo, de dolor. La conciencia que el otro día decidí apartar de mí ha venido rauda y veloz a la llamada de mis temores. "No debería estar haciendo ésto". Y sin embargo, mientras lo hago, soy incapaz de pronunciar esas palabras. El deseo de agradar me hace tomar decisiones tontas. Y continuar con la historia puede ser una de ellas. Cuando encuentras a alguien a quien gustas, y que te gusta, es difícil darle la espalda. Aunque todo apunte a que es precisamente eso lo que tienes que hacer. Y sin embargo, el miedo a quedarte solo. El placer de una compañía, aunque sea fugaz (en el fondo como todas) te hace ignorar unas señales que para otros están muy claras. No debería estar haciendo ésto. No debería estar escribiendo ésto. Ni siquiera debería haberlo pensado. La posibilidad no debería haberse concretado jamás. Bienvenida de nuevo, soledad. Creo que vamos a pasar mucho tiempo juntas.
13.00 A veces no sé si poner un contador de visitas fue buena idea. Cuando cree este blog pensaba que sólo me leerían "los de siempre". Esta era una forma de contar las cosas sólo una vez, y de que los que estaban al otro lado decidieran si querían saber o no lo que pasaba por mi cabeza. Pero esta incursión en "la red" ha trascendido ese significado. Cada vez que consulto las estadísticas descubro visitas inesperadas, resultado de la casualidad o de las "recomendaciones" de otr@s. He comprobado que me lee más gente que no conozco de lo que imaginaba. Y que cada uno tiene su opinión. Por supuesto no conozco ni una décima parte de éstas, pero algunas sí. Y desde hace unas semanas trato de descubrir si me gusta, si me molesta, si tiene alguna importancia para mí que estas cosas ocurran. Porque también he descubierto que alguna de esas personas que no saben quién soy, y con las que posiblemente no hable nunca, han sabido ver más allá de éstas palabras mecanografiadas en una plantilla. Sus comentarios muchas veces son más acertados de los que hacen los que me conocen. Quizás ésta sea una de esas cosas en las que la distancia ayuda a comprender. O a lo mejor es sólo casualidad. Sea lo que sea, no me importa. Tengo que empezar a pensar que quizás dejar que me conozcan no sea tan malo. Que a lo mejor, a la gente que tengo cerca, les sigo gustando de todas formas. El cariño que de tres personas recibí el sábado cuando lloré, debería ser la motivación para continuar por ese camino. Para seguir abriéndome. Aunque no vuelva a escuchar la frase que alguien que apenas me conoce, refiriéndose a un tercero, también me dedicó ese día "espero que se dé cuenta de lo especial que eres".
12.29 CUMPLE-CHUZOS (Volumen I) Cuando una fiesta comienza con la frase "lo malo de las casas de Ikea es que cuando estás muy borracho y te quedas a dormir, al despertarte no sabes en casa de quién estás", sabes que va a ser un éxito. Cuando sigues rememorando grandes éxitos de nuestra infancia más lejana (La abeja maya, Comando G, Marco, Heidi o David el gnomo), sabes que no la olvidarás. Y cuando ves la cara alucinada de los que generacionalmente están tan lejos, eres consciente de que ellos tampoco lo van a olvidar. Después, vino todo rodado. La orden de la pluma y la espalda reapareció, y trajo consigo a varios acólitos (yo entre ellos). El licor azul de Dolira, y otros brebajes de alta gradación, eran volcados en vasos (de plástico y horribles), suelo y alfombra. Las canciones acudían a nuestra cabeza. Las confesiones a nuestros labios. Y la mímica, más bien bochornosa ahora que la recuerdo, provocaba las carcajadas de los asistentes. El frío fuera consiguió despejar a dos de los más "perjudicados", mientras a mí me dejaba casi clavada en el sitio. De sorpresa, de frío, de incomprensión la mayoría de las veces. Lágrimas contenidas acudieron a mis ojos y se llevaron parte de la pena por sentirme sola, aun en una reunión tan concurrida y agradable. A las seis conseguimos tumbarnos para dormir, los ánimos algo calmados. A las diez y media, en pie para darnos espadazos. Desayuno con Sidra (¡Viva el alegre condado de Dolira!), café y gelocatil para combatir una resaca que aún me dura. Demostración de mis conocimientos sobre Harry Potter (no necesito hacer el test para saber que soy, mal que me pese, Hermione). Y por fin, en marcha. Risas, recuerdos, anécdotas, animaron una comida destinada a sumirnos en un sopor casi irrefrenable. Buena noche. Grandes amigos. Sorpresas agradables, y otras, quizá, no tanto. Pero sobre todo, el sabor dulce de haber compartido una gran noche con gente increíble, tanto los conocidos como los que, hasta entonces, sólo eran aventurados. Hoy queda el deseo de que el tiempo pase pronto y vuelva a ser 14 de diciembre para repetirlo.

miércoles, 11 de diciembre de 2002

18.15 Sé que llevo varios días sin escribir. Y que cada uno que pasaba pensaba en algo que quería soltar aquí. pero ahora, delante del teclado y la pantalla, no me acuerdo de nada. Ayer fue el funeral de mi abuelo. Sigo sin poder llorar por él. Pero claro, no me lo ponen fácil. A la ristra de situaciones absurdas que he vivido desde el día que murió, ayer se unió otra. La última. La misa fue increíble. El cura no hacía más que hablar de mi abuelo como el "coronel", recordando sus días de gloria en el Alcázar. Cuando en medio de la misa dijo "y ahora een el cielo, se presentará ante el generalísimo" no sabíamos si se refería a Dios o a Franco. La parte republicana y atea de la familia no salía de su asombro... El fin de semana pasado estuve en el reino imaginario de Kendoria, rigiendo los destinos de los habitantes de Dolira. Intentando celebrar unas bodas y luchando para que los demonios y nigromantes no arrasaran la ciudad en la que vivía, como Condesa de Dolira. Lo pasé genial. Algunos momentos, frases, miradas son irrepetibles, y por ello inolvidables. La noche del sábado fue la mejor, sin duda. Gracias Vyulgan y Vandil por estar ahí siempre, dispuestos a que deje mis tensiones a un lado. Gracias Roderick por fundar la primera orden gay del medievo. Probé la vida de casada, y la verdad, no está tan mal. Sobre todo cuando tienes, al parecer, unos cuantos enamorados pululeando por las estancias del castillo. Y cuando todos creen que tienes novio "fuera de partida". El miedo a que éste les pegara les contenía en sus afectos. Eso sí, como siempre, no me enteré de nada. De ninguna de las intrigas amorosas que, reales o no, giraban en torno a mí. Pero eso ya empieza a ser costumbre. Estoy redescubriendo gente, cariños. Y encontrando de nuevo algunos cosquilleos bastante apagados últimamente. No irá a más, lo sé. No voy a dejar que ocurra, pero es agradable ver que el tiempo en la nevera no ha congelado del todo mi corazón. Ayer se lo decía a un amigo, es sorprendente descubrir que, cuando menos por la labor estás, más ligas. Y ahora a esperar que llegue el sábado, por muchos motivos. Quizás el lunes desvele algunos, o quizás esas sean algunas de las cosas que decida callarme.

miércoles, 4 de diciembre de 2002

11.34 Desde hace días varios pensamientos se agitan en la coctelera que llamo mi cabeza. Cosas inconexas, razonamientos absurdos, ideas que van y vienen sin ningún sentido. Tengo la necesidad de soltarlos, aunque ni yo entienda por qué. Y este es el mejor sitio para hacerlo. Ayer recibí una llamada que, aunque esperada, me provocó la alegría de la memoria recuperada. Mi ex profesor de historia quería que supiera que ya había encontrado la historia de mi abuelo sobre la Guerra Civil. Dos semanas después de su muerte, volveré a escuchar su voz contándome lo que más marcó su vida, lo que para él era realmente importante, después de la familia. Como ya dije una vez creo que nunca le presté la debida atención en este tema, y ahora me remordía la conciencia por ello. Es curioso cómo después de que alguien nos falte nos empeñamos en rescatar recuerdos, en atar la parte de la vida de esa persona que nos tocó. En mi caso los recuerdos están frescos, sólo quiero las últimas piezas para completar el puzzle. El jueves, las tendré en mis manos. Gracias Álvaro, aunque no me leas, por la mejor noticia de las últimas semanas. He añadido dos nuevos enlaces, dos blogs que realmente merece la pena leer. PalmTop vs Mmart y Suspensivos. Cada uno en su estilo. No puedo evitar compartir algunas de las cosas que escriben, igual que no puedo evitar no compartir otras. Pero cuando los leo es cuando me pregunto qué hago yo aquí, en esto de los blogs. ¿Es acaso un acto de narcisismo? ¿Un desesperado intento de llamar la atención? ¿ O, lo que yo quiero creer, sólo buscar un sitio en el que poder volcar mis sentimientos? Ayer escribí a alguien que se considera amigo un mail del que no estoy especialmente orgullosa. Y que además debería desmontar la teoría sobre por qué y para qué escribo aquí. "No me gusta hablar de mí, no me gusta que la gente me conozca. Solo aquellos que han perseverado pueden preciarse de conocerme, al menos un poco. (...) por mucho que lo intentaras en esto suelo ser inflexible. Hasta que yo no quiera que me conozcas, no lo vas a hacer." Si eso es verdad, ¿para qué escribo aquí? ¿Para que me conozca gente a la que no conzco? ¿Para dar la oportunidad,a aquellos que sí conozco y me leen, de mirar dentro de mí sin que yo tenga que "castigarme" por ello? No lo sé, y me preocupa. Porque quizás se están resquebrajando mis convicciones y yo no soy consciente. Y quizás un día me levante, ya sin ellas, y no sepa cómo actuar. No sé si aquí dejo ver mucho de mí, y no sé si quiero o no hacerlo. Quizás antes de seguir escribiendo debería pararme a pensarlo. O quizás, por una vez, no debería pensar tanto. Llevo unos días esperando un mail que no llega. Y eso que me han llegado muchos, incluso alguno de la persona de la que espero "El mail". Tampoco sé qué querría que dijera. Todas las posibilidades me parecen falsas, me suenan a engaño. Pero sé que ahora mismo, la correspondencia intercambiada, no es lo que yo quiero. Quizás el problema es que los dos seamos demasiado racionales, y que a mi parte visceral, que a veces aflora, le gustaría tener un espejo donde mirarse. Un reflejo que ahora no tiene. Tener las cosas claras está muy bien, pero no dejar ni un resquicio a la esperanza de una sorpresa ya no me gusta tanto. Estoy volviendo a mi cueva, a mi resguardo durante tantos años. No exteriormente, pero sí en mi interior. Estoy echando todos los candados que tengo, y son muchos, a mi corazón. Estoy pidiendo el pasaporte a toda manifestación de cariño que se presenta ante mi puerta. Y cuando no pueden identificarse con claridad, con seguridad, cierro la puerta sin pensarlo dos veces. Sin dar tiempo a la reacción. Lo malo es que la mayoría de las veces resulta imposible definir claramente esa muestra de amor, venga de quien venga. Por último, la página web. Una idea que viene rondando mi cabeza hace tiempo. Mi granito de arena al periodismo. Ya está en marcha. Ya hay anotaciones en cuadernos, pruebas en mi portátil. Colaboradores dispuestos a echar una mano y darle el lustre que una experiencia así necesita. Estoy animada con el proyecto. Por fin puedo ver que puedo hacer algo. Que los 4 años de carrera, quizás no han sido en vano.