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jueves, 30 de septiembre de 2004

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Pues bien, yo debo ser hombre muchas, muchas veces, porque no hago más que tropezar en el mismo, o, mejor dicho, mismos sitios. Continuamente. Y, al final, me quedo mirando el teléfono con cara de gilipollas, que es lo que empiezo a pensar que creen aquellos con los que hablo. Antes no me enfadaba, fíjate tú qué tonta, solo me disgustaba. Me llevaba un buen berrinche, me echaba toda la culpa y seguía esforzándome al máximo. Pero ahora, no sé por qué, no puedo. Ahora sí me enfado. Y mucho. Conmigo y con ellos. Conmigo por seguir dándome leches contra la pared. Con ellos, por la forma de tratarme. Ya no sé si es que estoy cansada, soy más objetiva con la distancia y me doy cuenta de más cosas o, simplemente, que he cambiado. Sea lo que sea, no me gusta. No es que fuera feliz con mis berrinches de antes, pero al menos tenía algo que ahora ya no sé si tengo. Bueno, empiezo a pensar que nunca lo tuve, todo sea dicho, pero mientras pensaba que existía, eso me ayudaba a tirar hacia delante. También es cierto que ahora tengo otras cosas, otras personas que me apoyan, que me han demostrado su amistad pasara lo que pasara. Quizás sea que esas personas han hecho que eleve el listón de la amistad. Pufff... mejor lo dejo, que me estoy levantando dolor de cabeza...
19.26 Día de rabia y subvenciones Parece que las pilas recargadas no se agotan, afortunadamente. Acabo de solicitar la matrícula, por Internet, para la UNED. Ahora sólo falta confirmarla. Al final, Filología Inglesa, tres asignaturas: Lengua Inglesa I (Athair, creo que te voy a necesitar muuuucho), Literatura Inglesa I y Corrientes y Autores Literarios Norteamericanos hasta el Siglo XX. También, y a falta del último paso, he mirado los precios de los manuales... Y ahí me han pegado el palo. En total, casi 350 euros en libros. Lo peor, que sé que me los voy a comprar. Al final he hecho un pacto con mis padres por el cual ellos me adelantan el dinero y yo se lo doy cuando Hacienda me devuelva lo que me debe (que a juzgar por lo que dice el programa de consulta será dentro de unos 10 días). Así pues, adiós amortización de hipoteca. Aún así, pagándolo todo, es posible que me quede lo suficiente para unos utópicos paseos por playas de arena blanca... Sí, no debería, lo sé. Pero llevo unos meses tan agobiada que no me vendría mal darme un capricho. Pero bueno, volvamos a lo importante. Las decisiones están siendo tomadas y salen adelante. Afortunadamente cuento con algunos apoyos en el exterior. Y no sólo mi madre (mi padre tiene dudas, pero no protesta). Habéis sido un encanto animándome incluso más de lo que podía esperar. Gracias Athair por el detalle. Por desgracia el gimnasio tendrá que esperar, que para todo no me da. Otro cambio que estoy considerando es el de poner ADSL y olvidarme de contar los minutos para poder conectarme a Internet. Además, que igual la cuota acaba pagándomela el Ministerio de Fomento, ya que el importe es más o menos la subvención que me darían por comprar una vivienda. Sí, una mierdecilla, pero menos da una piedra. Y es que hoy he ido a pedir una subvención con mi madre. Y me río yo del optimismo de Rapunzell, a veces mi madre es demasiado ingenua. Resulta que hay dos tipos de subvenciones, a saber: el cheque vivienda (hasta 6.000 euros a fondo perdido) y la que voy a solicitar yo (algo de entrada y un porcentaje de la cuota de la hipoteca también a fondo perdido). La primera está muy bien, y era la que iba a pedir, pero había un problema: hay que pedirlo en los dos meses siguientes a la compra de la casa, y a mí se me había pasado el plazo. Y no por despiste, es que hasta ayer no tuve copia simple de la escritura. El caso es que mi madre se ha empeñado en ir a solicitarlo de todos modos, aduciendo que el funcionario sería una persona encantadora y seguro que entendía mi caso. Claro, mamá, seguro. Afortunadamente no hemos tenido que comprobarlo, porque el cheque vivienda es para compras de menos de 120.000 euros. Así que ha sido descartada. Y digo afortunadamente porque aunque mi madre pueda pecar de ingenua y dulce,tiene una mala leche que alucinas. En fin, que como veis ha sido un día movido, de esos que terminas con satisfacción porque has hecho cosas importantes, como encontrar soluciones y luchar para ponerlas en marcha. La rabia ha venido de los atascazos que me he tragado hoy, y es que no sé muy bien qué pasaba hoy pero he tardado, lo juro, más de una hora y media en llegar a mi casa desde el Puente de los Franceses. He llegado con tan mala leche a casa que le he pegado cuatro gritos a Ulises (que sólo quería mimos) y, además, mientras fregaba los platos, me he cortado con un cuchillo. Una chorrada, pero ha sangrado un huevo. Menos mal que una siesta, los mimos del gato y el hacer cosas me han devuelto el buen humor, sólo empañado por la anulación de un par de planes deseados. Pero hay tiempo ¿no?

martes, 28 de septiembre de 2004

21.35 De vuelta Pues sí, ya estamos aquí de nuevo. Mi portátil resucitado, Ulises y una servidora. Y no sólo estamos de vuelta, además parece que la semana en la playita me ha cargado las pilas. Sobre ella, decir sólo que ha sido genial. Las largas conversaciones a altas horas de la noche y las diurnas también, las copas en la playa, los baños de agua y sol (sí, ¡¡¡estoy morena!!!), el curry, el cine, la compra de mi primera espada... Sólo una pega, claro, se me estropeó el coche de mi madre y a punto estuvo de amargarnos el viaje, pero no lo consiguió. Ah! y mi lavadora, también rota, se unió a la fiesta, pero nada pudo con nuestro buen ánimo. En definitiva, objetivo cumplido. Ulises me ha echado de menos, así que ahora está más cariñoso que de costumbre. Y eso a pesar de que ha tenido compañía. Mi cuarto de baño aún apesta a pintura, pero es mucho más agradable ahora. Mi madre, que es una artista. Y ya aquí, nuevos planes y buenos propósitos. Aunque algunos me parecen inalcanzables. El primero, ir al gimnasio. He encontrado uno cerca de casa, tiene buena pinta y tienen una clase que me gusta, y horarios compatibles. Lo malo, el precio. No es que sea muy caro, pero no tengo claro quer me lo pueda permitir, realmente. Hombre, si dejo de fumar seguro que sí... pero no quiero dejarlo hasta que esté haciendo ejercicio y así minimizar el efecto en la báscula... El segundo plan, hacer algo útil con la cantidad de tiempo libre que me deja el trabajo. ¿Opciones? Unas cuantas. Ahora, la más atrayente es volver a estudiar. Esta vez, por gusto y curiosidad. He estado navegando un poco y hay un par de cosas que me interesan, ambas con sus ventajas y desventajas. A saber: - Opción A: Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Enseñanza de segundo ciclo a la que puedo acceder con mi licenciatura. Lo bueno, que el programa de estudios me encanta, de hecho, es la que me gustaría hacer. Lo malo, que es presencial, y no me puedo escapar del trabajo para ir a las clases. - Opción B: Filología Inglesa, rama de Literatura. Me gusta, la verdad. He mirado las asignaturas, los programas y demás, y me interesa. No tiene tanta carga de sintaxis, fonética y demás cosas que no me interesan nada como la Filología Hispánica, y algunas asignaturas son realmente apetecibles (véase Literatura irlandesa, de segundo ciclo). Además de eso, podría matricularme mañana mismo, sin solicitud de admisión, en las asignaturas que quisiera. Y podría ir a clase porque la imparte la UNED, así que las clases (virtuales) y el estudio puedo hacerlo desde casa o desde el trabajo. Lo malo, lo de siempre. El dinero. A casi 9 euros el crédito, matricularme de 3 asignaturas me costaría 270 euros. Sí, no es mucho, pero no lo tengo. ¿A nadie le sobran un par de milloncejos en la cuenta corriente? Pero bueno, por lo menos tengo un par de tareas para mañana, además de un desayuno concertado sumamente deseable: ir al gimnasio a cotillear un rato, y llamar a la UNED para ver si realmente puedo matricularme ahora y sin prisas (el límite es hasta el 15 de octubre en primera instancia, y hasta mediados de noviembre en segunda). Y luego, si realmente me sigue seduciendo la idea, planificar la forma de obtener los euros que me faltan.

lunes, 20 de septiembre de 2004

16.44 Dear Dirty Dublin Acabo de pasar tres horas en compañía de J.J. Viendo el programa que grabé ayer, claro. La película Nora me ha decepcionado bastante, todo hay que decirlo. Pero quizás sólo porque abarca unos 8 o 9 años. Hasta antes de la publicación de Dublineses, en 1914. Aunque un mérito hay que reconocerle, es bastante fiel a la realidad. O, al menos, a la realidad que contaron los que la vieron. Los tics de Jim, su pánico a las tormentas, el católico sentimiento de culpa contra el que renegaba... El documental... otro mundo, otra historia. Dublín. Mi Dublín. Dear Dirty Dublin. La verdad, no podría empezar mejor, para mí. Una escena callejera, en el recodo que hacen dos locales en una calle cercana al Liffey. A la espalda de los actores, un edificio rojo y negro, un bar de copas en cuyas escaleras casi me caigo (¿cómo no?). PRAVDA. En la acera de enfrente, bien visible, una tienda de fachada también roja, con el cartel del nombre en negro y amarillo. Y, a partir de ahí, Bloom, Dedalus, Mulligan... recorrido por mi Dublín al ritmo de palabras tantas veces leídas y no tantas escuchadas. El discurso de una ola en cuatro palabras, en una onomatopeya. Una estatua, un cementerio, un bar, un puente, un placa, una biblioteca. Un libro. Book of Kells. Olores, ruidos y recuerdos concentrados en un documental de 45 minutos. Dear Dirty Dublin. En 24 horas estaré lejos de aquí. Aspirando otro aire. Con Ulises lejos y contigo cerca. Dejando pasar el tiempo. Escuchando el discurso de las olas. Esperando una visita que traerá risas y diversión. Descansando y disfrutando de estar viva. De ser quien soy. De saber lo que sé. Aprendiendo, porque, como Stephen, en realidad nací para aprender y no para enseñar. Dear Dirty Dublin. Shut your eyes and see.

viernes, 17 de septiembre de 2004

17.00 Seguimos avanzando Hoy he vuelto ha hacer un esfuerzo en mi afán por recuperar mi antiguo puesto. La verdad es que no tenía pensado hacerlo, de hecho no iba vestida de acuerdo con la situación (vaqueros, camiseta y zapatillas de deporte). Pero ha dado igual. En un céntrico y lujoso hotel se presentaban las nuevas colecciones de grandes marcas de joyería, relojes y accesorios (carteras de piel, plumas en plata, petacas para el alcohol recubiertas por cuero...). Vamos, un exceso. Me habían invitado hace unos meses y, como ya digo, no pensaba ir. Pero el caso es que me he acercado a la hora de la comida. Total, no tenía nada mejor que hacer. He aguantado interminables explicaciones sobre los mecanismos de funcionamiento de los relojes, inagotables disertaciones sobre lo discreto de algunos modelos de joyería... En fin, lo de siempre. Pero al menos he vuelto a saludar a algunas personas que conocía, he declarado que “sigo viva y en activo” y me he vuelto a casa con dos sorpresas. La primera, descubrir lo mal que le ha sentado el último año a un compañero de profesión con el que me fui a París el pasado diciembre. Era un tío muy majo y muy bien parecido, pero hoy casi ni le he reconocido... La segunda sorpresa: una cesta maravillosa de frutas (pequeñas piñas, platanitos y demás cosas exóticas) que pesa unos 2/3 kilos. Es decir, que tengo fruta rica rica para rato. Humm... me voy a poner las botas. Ayer me fui al cine con FaHsS!!! y Tomber. La verdad, lo pasé genial, por muy mala que fuera la película. Las risas, las llamadas y mensajes a los móviles, los comentarios en voz baja y los malabarismos para compartir un cubo de palomitas entre tres animaron una noche que se prometía divertida. Ideal la presencia de Joyce. Y quizás, sólo quizás, me una a ellos en su actividad pre-fiesta del sábado. Ahora mismo (bueno ahora mismo mismo no) me estoy leyendo 31 canciones de Nick Hornby. El autor de la novela Alta Fidelidad que tantos adeptos tiene por estos lares. Está bien, aunque no conozca la mitad de los temas de las que habla. Afortunadamente es un libro que habla de más cosas, y forma parte de mi educación musical (en honor del Capitán Napalm). A la espera están dos libros a los que tengo muchas ganas, pero que estoy posponiendo conscientemente (para disfrutarlos en vacaciones): La noche del oráculo de Paul Auster; y Windows on the world de Frédéric Beigbeder. Del primero no hay mucho que pueda decir. Me han gustado cada uno de sus libros que he tenido el placer de leer, aunque reconozco que Tombuctú es mi preferido (la historia de un perro callejero que, a la muerte de su dueño vagabundo comienza un viaje en busca del paraíso canino, llamado, como no, Tombuctú, donde cree que se reunirá con su amigo humano). Tiene una sensibilidad especial, y una forma de hilar tramas y contar historias completamente hipnotizante. Llevaba semanas deseando que saliera el nuevo libro, y ahora que lo tengo... Frédéric Beigbeder... autor francés, joven, que dió la campanada con 13,99 euros, novela que me divirtió y escandalizó a partes iguales. Continuó con Último inventario antes de liquidación, un encargo de la Fnac francesa para que hiciera el último repaso del milenio a grandes obras de la Literatura Universal. Lo que decía, y cómo lo decía, le hizo ganarse una admiradora. Por último, El amor dura tres años. Una novela que me deprimió para devolverme la esperanza antes de finalizar sus páginas. Que me hizo reír y emocionarme, preocuparme y suspirar tranquila porque otros habían experimentado lo que yo... Windows on the world es su última novela, mitad ficción mitad real. Es, todo hay que decirlo, al que tengo más ganas, y el que más me está costando posponer. Veremos si pasa del fin de semana. Más noticias, estas para ultramar (si es que me lee). Le he cambiado el coche a mi madre, así que el viaje a destinos ideales para el descanso será más cómodo. Ha comenzado la búsqueda de piso, o eso me han dicho. Y me han prometido una respuesta sobre la compañía para este fin de semana. Ah! y un encargo, si puedes: las 13 cartas de ampliación del Bang!. Esto, para Athe.

miércoles, 15 de septiembre de 2004

14.30 Me acordé Despuésde 26 años de olvido esta vez he conseguido ser la primer en felicitar a mi padre. Y en hacerlo sólo 5 minutos después de que comenzara su cumpleaños. Sé que le hizo mucha ilusión que me acordara, y que mi madre también lo recordara (aunque fuera por mi llamada a horas intempestivas). Y tengo regalo para él, menos mal. Al final ni tarta ni guantes de golf: la primer temporada completa de CSI, que le encanta. Ayer recibí una inesperada llamada telefónica. Me encantó. Y aún hoy me dura la sonrisa que provocó. Y mi baño empieza a parecer otro. Cuando las paredes estén pintadas será un lugar mucho más agradable para asearse. Los azulejos me estaban matando... Y acabo de tener una semi discusión telefónica. El tema, el de siempre. ¿Por qué cuando yo cometo un error siempre parece más grave que si lo cometen los demás? O lo que es lo mismo, ¿por qué la gente encuentra justificable cosas en el comportamiento de otros que no es capaz de justificar en el mío? ¿Por qué algunos siempre piensan lo peor de mí, sin darme opción a explicarme? Es frustrante, y raro. Es cierto que los terremotos emocionales tienen la ventaja de que te permiten hacer criba del grado de amistad de los que tienes a tu alrededor. Nunca pensé que encontrar una persona con la que compartir mi tiempo, esto es, un novio, y comprarme una casa hicieran lo mismo con mi vida. Pero parece que ha sido así. Y algunos no han pasado esa selección natural. Es una pena, sobre todo porque no entiendo que algo que se supone debería alegrarles, en mi caso les aleja. Pero bueno, no importa. Hay otros muchos que sí han sabido superar la dura prueba. Y los que no... ellos se lo pierden.

martes, 14 de septiembre de 2004

00.44 Septiembre Me encantaría irme a dormir, en serio. Pero las fiestas al lado de casa no ayudan nada. Había sido invitada a un concierto en agradable compañía, pero he decidido dejarlo pasar porque esta tarde he tenido que empastillarme un poco gracias a mi amiga, la Sra. Migraña. Ahora, tras más de 30 minutos de fuegos artificiales a 100 metros de casa (lo juro), creo que debí ir. Por lo menos me hubiera divertido. Aunque Ulises lo hubiera pasado fatal solo. El pobre no sabía dónde esconderse, y no sé qué le asustaba más, si el ruido o las luces brillantes en el cielo. Hoy he tenido un buen día. Despejar la cabeza por la mañana con una adorable conversación telefónica es una de las mejores formas de salir de la cama. Luego, en el trabajo, he agradecido a todos los dioses (mayores y menores) haber cambiado el turno. Y es que, al llegar a la redacción, la jefa de Sociedad y Cultura me ha preguntado si quería seguir encargándome del teatro, o si se lo pasaba a la becaria (que así podría colaborar durante todo el año). Y sí, he sido egoísta. Así que le he dicho que me encargaba yo, que no se preocupara que lo tenía todo (aquí he exagerado un poco, ¿y qué?). Y justo cuando he cerrado la boca me ha dicho que genial, que para esta semana tenía una página entera para mí sola. Je je je. Por fin algo de marcha en el terreno laboral. La mañana ha pasado rápida entre mails, blogs y la felicidad por haber recuperado algo de terreno. Hay veces que las cosas salen bien. El miércoles es el cumpleaños de mi padre. No tengo muy claro qué regalarle, y no queda mucho tiempo. Pero prometo que este año no se me pasará. No como los últimos 26 años... Por si esto fuera poco, Impe tiene trabajo (bien por ti, cariño). Y otras opciones en el futuro. Lo mejor, que según he leído en su blog, por ahora eso no le impide (ni a él ni a Rapun) hacer una escapada a la soleada costa del sur, que tanto necesitamos todos. Y si no pueden toda la semana siempre está el fin de semana ¿no? Seguiremos informando sobre el tema. Más buenas noticias: alguien está al otro lado del charco y sé que está feliz. Espero que Chicago sea mejor de lo que imaginaste. Pásalo bien, que te lo mereces. Y la semana, que alguien vaticinó como interminable, se perfila bien. Hoy sesión de cine en casa (Italian Job, muy recomendada y recomendable); mañana me arreglan el baño, que estará como nuevo la próxima semana. Cine el miércoles, en una muy agradable compañía (y posiblemente comida familiar). Jueves y viernes tranquilos, currando un poco. Sábado fiesta y, quizás, visita por la tarde al Reina Sofía (y si no, el domingo). Domingo de tranquilidad, resaca y maletas. Una semana completa, como puede verse. Y que promete ser buena, muy buena. En otro orden de cosas me gustaría señalar que es septiembre. Y este es un mes que me encanta. Todavía hace calor, buen tiempo. Lo suficientemente alejado del pleno verano como para que pueda salir en tirantes sin miedo a las quemaduras. No, no me pondré morena, pero al menos no iré como si llevara hábito. El otoño se acerca y se nota en los colores que adornan las calles. Me encantan las alfombras de hojas en otoño... Y esa época se acerca. Siempre me pareció que ésta es la época más romántica del año. qué se le va a hacer, a veces yo también soy algo ñoña. Me gusta septiembre. Me encantan las promesas que trae su brisa. Me gusta que me recuerde que lo malo siempre pasa. Que los malos recuerdos se acaban cayendo, dejando espacio en las ramas para llenar los árboles de hojas verdes y brillantes. Me gusta septiembre. Y éste, más.

jueves, 9 de septiembre de 2004

17.14 Me equivoqué Solo una hora después de reincorporarme a la vida laboral ya puedo decirlo. Me equivoqué. La tarde no se perfila igual que la mañana. De momento va peor. A las molestas circunstancias vividas esta mañana se ha unido el agradable trato de una compañera. Sí, muy muy agradable. Resulta que ha venido a pedirme un número de teléfono de una asociación, ya que hace 3 meses hice un reportaje sobre el tema. Más o menos. El caso es que yo juraría que no tuve ese teléfono nunca, pero aún así lo he buscado. En la agenda, en mis notas manuscritas, en las pasadas a ordenador, en los cuadernos... Y nada, no ha aparecido. Se da la circunstancia de que ese reportaje lo hice yo de manera accidental, la susodicha compañera no quiso ir a una rueda de prensa, me mandó a mí y, a partir de entonces todo vino rodado. Para más inri el tema entra dentro de su especialidad. es decir, que si alguien debía tener ese teléfono era ella, y no yo. El caso es que acabo de ir a decirle que no lo tenía, o que al menos no lo encontraba. Su comentario ha sido genial: “menuda periodista que no guarda los teléfonos”. De algún modo se ha dado cuenta de que se había pasado, y ha intentado quitarle hierro al asunto añadiendo un “no te preocupes, no pasa nada”. Pero el daño ya estaba hecho. Ya me ha jodido un par de horas. Y ha echado por tierra el poco buen rollo recuperado en la comida. No sólo por lo que ha dicho, sino por la única respuesta ingeniosas que se me ha ocurrido soltarle: “lo siento, pero es que ahora no soy periodista”.

miércoles, 8 de septiembre de 2004

14.05 Y nada, que no aprendo. Por mucho que lo intente, no hay manera. Estoy tan cansada de que siempre sea igual... Mal día en el trabajo. Aburrida, muy aburrida. Juegos de cartas en el ordenador, repaso de los blogs cada 5 minutos, finalización del libro, llamadas... Poca actividad laboral que pasará factura el viernes. Y todo ello sin demasiado buen rollo entre nosotros. Un asco, vamos. Discusión con mi madre. Otra vez. Por la casa. Otra vez. Soluciones absurdas que sólo me hacen plantearme por qué le hice caso... como siempre. Eludo primeros conflictos que, al final, sólo dan lugar a nuevas peleas algo más gordas. Todo ello sazonado con importantes dosis de dolor físico que las medicinas no calman en exceso. La tarde se presenta igual de aburrida, dolorosa y absurda que la mañana. Espero que mejore, de verdad. Bastaría tan poco para que fuera así...

martes, 7 de septiembre de 2004

11.50 Los libros Desde pequeña he amado los libros, todos lo sabéis. Me encanta abrir un libro nuevo y pasar las páginas. Hacerme con su olor, su tacto, su estética... Me gusta que las cosas estén cuidadas, que se hagan con el cariño y el respeto que toda obra merece. Por eso me enfurecen muchas cosas, cuando veo que la editorial no se ha preocupado lo suficiente de que el volumen que tienes entre las manos te haga pasar los mejores momentos posibles. Una de esas cosas es la mala edición del texto. Las faltas de ortografía, las incorrecciones, la invención de palabras porque el traductor no sabe las correctas... Cada vez que veo algo mal escrito se me revuelven las tripas, y no tiene nada que ver con mi trabajo actual. Y luego están las sinopsis. ¿De verdad alguien paga a una persona para que resuma un libro en cinco frases y, encima, lo hace mal? Odio cuando lees la contraportada y, mientras lees el libro, te das cuenta de que te han contado el final. O, peor aún, eres consciente de que el que escribió lo que escribió (y el que dio el visto bueno) no se han molestado en leerse el libro, porque cualquier parecido entre la sinopsis y el argumento es pura coincidencia... A veces, cuando me da por soñar, imagino que me toca la lotería, y cumplo mi sueño de niña... tener mi propia editorial. Aunque, cuando soy más realista, me conformaría con trabajar en una. Ahí no me importaría tanto editar textos de otros. Y sé que haría un gran trabajo. Por cierto, ¿nadie tiene un amigo con editorial propia, verdad?

domingo, 5 de septiembre de 2004

13.30 Ulises contempla la vida en la calle, sentado sobre las obras completas de Mariano José de Larra y la Obra periodística Andrés de Almansa y Mendoza. De los altavoces de mi ordenador salen las notas, genialmente engarzadas, del Requiem de Mozart. Mi obra preferida. Joyce carraspea desde la estantería, instándome a que coja sus páginas de nuevo. El sofá, indolente, espera que caiga sobre él, sabiendo que allí pasaré el resto del día. La tele espera mi mirada, decidida a concederme mi deseo: no pensar en nada. Sobre la mesa, el cuaderno emborronado ayer, que me confirma que es difícil escribir algo peor que lo de anoche. Mis dedos bailan sobre el teclado, dejándose llevar, más rápidos que mi cerebro. Hay muchas cosas que me gustaría decir, pero no sé cómo hacerlo. Mejor será que las calle. Al menos de momento. El viento agita los árboles que hay frente a mi casa. Mi casa. Unas veces querida y otras, las más, odiada. ¿Cómo pude equivocarme tanto? El mundo está ahí fuera, la vida pasa frente a mis cristales. Y yo la miro transcurrir, hoy sin ganas de dejarme llevar por la marea. Las conversaciones dejan mal sabor de boca. Un sabor salado en mis entrañas. El deseo de volver atrás y cambiar tantas cosas... No importa si yo me caigo por el camino. No importa si me desollo las rodillas cada vez. Pero sí si se lo hago a otros. Llevo toda mi vida esperando que lleguen cosas que no llegan. Que ocurran cosas que no suceden. Y ya me he cansado de esperar. Camino, pero agarrada a la barandilla de la propia supervivencia. Porque soy lo único que voy a tener toda mi vida. Dura lección aprendida a golpes. No soy tan independiente como a veces me gustaría, ni tanto como pueda parecer en otras ocasiones, pero soy lo único con lo que he podido contar siempre. Incluso en los malos momentos. Hay cosas que jamás le he contado a nadie, como todos. Y otras que igual nunca comparto. Pero es que sigue doliendo, muchos años después, la incomprensión materna. La escasa voluntad a entender el miedo, la humillación, la vergüenza, el dolor, el odio, el asco. Ulises ha cambiado las páginas de unos periodistas muertos, por los brazos de una cuyo corazón sigue latiendo. Las melodías del genio que siempre fue niño se han agotado por hoy. Mis dedos están cansados, es hora de dejar de pensar. Al menos, de momento. P.D. Para terminar, una buena noticia (que no todo van a ser pensamientos dictados por las hormonas), al menos para mí y, casi seguro, para el Capi: El 15 de septiembre sale a la venta, por fin en DVD, Dublineses. Ah, y que quede claro, estoy bien.

viernes, 3 de septiembre de 2004

15.30 Terry Pratchett Hace un par de años escuché a Rapunzell hablar de un libro que le había encantado. Era tan divertido lo que contaba, tan ingeniosa la historia, que no pude resistirme y se lo pedí a beor. El título era El éxodo de los gnomos. Camioneros. beor, muy amable, me prestó la trilogía completa, que devoré en cuanto cayó en mis manos. Recuerdo que el primero me encantó. Es cierto que ya conocía bastante de lo que ocurría, pero aún así, mis carcajadas eran bastante espectaculares. El segundo y el tercero (Cavadores y La nave) también me gustaron, aunque quizás un poco menos. Supongo que había perdido parte de la novedad, y había cosas que ya no me sorprendían tanto como al principio. Aún así, me gustó lo suficiente como para pedirle a mi bibliotecario más obras del mismo autor. Me dejó El color de la magia y La luz fantástica. Cogí el primero de ellos con muchas ganas. Y no pasé de la página 40, más o menos. No lo pude terminar. De hecho, pasar la primera página me costó un gran esfuerzo. Así que, cuando vi que no me hacía reir, lo abandoné. El segundo ni si quiera llegué a abrirlo. Tiempo después, un amable caballero me regaló un libro que para él era especial: Good Omens, de Pratchett. Por circunstancias de la vida el libro estuvo cerrado más de un año, mirándome retador desde la estantería. No podía abrirlo. Pasado el largo intervalo vital, y cambiadas muchas cosas entretanto, decidí leérmelo. Me gustó. Me gustó mucho. Al principio, debo reconocerlo, me costó algo entrar en él, pero no reírme de lo que ponía, y poco a poco se fue haciendo conmigo. Pratchett volvió, gracias a este título, a ocupar el puesto de mi lista que antaño le había adjudicado. Y hace una semana decidí darle una nueva oportunidad, esta vez merecida. Pedí experto consejo, y me sugirieron 3 títulos, que adquirí obedientemente. El primero, claro, El color de la magia. Decidí leérmelo. Y no me disgustó tanto como la otra vez. Eso sí, no se cuenta entre mis preferidos. Aunque es divertido creo que es el peor de los que he leído. El segundo fue Mort, que me gustó mucho más. Volví a soltar carcajadas mientras leía, aunque esta vez mucho menos escandalosas, y en un número menor. Eso sí, creo que el personaje de La Muerte está desaprovechado. Espero que haya mejorado con la práctica (Pratchett, digo). El tercero, que estoy leyendo ahora, es ¡Guardias! ¿Guardias?. Y es el que más me está gustando de los 3. Pero se me están acabando las páginas, y las carcajadas. Es una pena, aunque el señor autor y los señores editores estarán contentos: gracias a las recomendaciones, me he picado, y quiero leer más... Supongo que me llevaré a mi experto de compras en breve. Por otro lado, los fantasmas han desaparecido. No sé si exorcizados por mis risas o por mi fuerza de voluntad (y el deseo de no caer en su trampa). Así que estoy bien. Aunque un poco preocupada, porque en los agitados mares en los que me muevo últimamente hay alguien a quien quiero mucho que no está bien. La tristeza traspasa el teléfono, y no quiero verle así. También estoy frustrada, porque no puedo hacer nada, y me siento impotente. Por lo menos parece que hay alguien que le puede ayudar y con quien él parece poder contar. No es lo mismo, para mí, pero eso me consuela bastante.

jueves, 2 de septiembre de 2004

15.25 Más fantasmas Ayer, con un poco de ayuda externa, desperté a algunos de mis peores fantasmas. Esos a cuyo lado siempre procuras pasar de puntillas, no vaya a ser que descubras que no está tan vencido como creías. Por desgracia, son de lento despertar. Ayer, salvo alguna lágrima que pugnaba por escapar mientras se quebraba mi voz, no dieron más señales de vida. Pero hoy han aparecido cuando más desprevenida estaba, en medio del trabajo. Y tengo ganas de echar a correr hasta quedarme si aliento, de gritar. Y de pegar a alguien. Pero, sobre todo, tengo ganas de llorar. Porque estos fantasmas cada vez asustan menos, pero siguen doliendo igual. Me gustaría llegar a casa y refugiarme, pero no puedo hacerlo. Me queda una razonablemente larga jornada laboral por delante. Pero, sobre todo, es que Ulises aún no ha aprendido a consolar. A escuchar las palabras y los silencios. A curar heridas con besos. Hoy es uno de esos días en que odio dormir sola, porque sé lo que me espera cuando cierre los ojos.Y el abrazo de las sábanas, o de la almohada, hoy no es suficiente. P.D. EMGADMO y NHPMIQLM

miércoles, 1 de septiembre de 2004

17.50 Empiezo a notar cansancio. Del tipo más peligroso: el mental. Mi cabeza lleva un tiempo sin parar (de hecho, ¿ha estado quietecita alguna vez?) y no consigo desconectar de lo que me rodea y me preocupa. Ni dentro ni fuera del trabajo. Y no tengo nada claro que vaya a conseguir desenchufar en un plazo relativamente largo. Ni aunque se acerquen mis merecidas vacaciones. Me cansan, hoy más que antes, algunas actitudes y opiniones que veo a mi alrededor. Me cansa luchar cada día contra ellas, intentar derribar los muros que se van levantando. Y cada día me cuesta más. Tanto, que me estoy sorprendiendo en actitudes que no me gustan nada. Me cuesta luchar contra esquemas establecidos, contra ideas preconcebidas, contra miedos, rechazos y demás. Me cuesta llegar a casa y seguir luchando. Me cuesta encontrar la fuerza para dar cabezazos contra paredes en un intento por derribarlas. Me cuesta tener un día regular y ser todo lo cariñosa que debería con Ulises. Me cuesta empezar a quejarme y no poder terminar, porque las palabras se me queden agazapadas en la garganta. Me cuesta no tener autoridad, o encontrar el valor para hacer valer mis opiniones y mis deseos. Estoy cansada de intentar entender cosas que no entiendo. De justificar acciones, u omisiones. De hablar y, a veces, sentir que lo estoy haciendo con un muro. Necesito sentarme, parar un rato. Descansar y recuperar fuerzas. Necesito recuperar la confianza que, poco a poco, he ido perdiendo en mí misma, en mi lugar en el mundo. Necesito tantas cosas ahora mismo, que ni siquiera sé cómo y dónde empezar a buscarlas...