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jueves, 30 de octubre de 2003

14.22 Sucesos sucedidos sucesivamente Ayer fue un día extraño. Uno de esos que deberían ser recordados por la Humanidad (al menos por la que me rodea) por la cantidad de acontecimientos que tuvieron lugar. Aunque, en realidad, casi todos tuvieron su origen en jornadas (meses o años) anteriores. El primero de todos estos sucedidos es, supongo, una buena noticia. Hace dos días, martes, el director de la revista me llamó a su despacho. Y sí, me ofreció un contrato. Esas cosas que yo sé que existen porque otros me lo dicen, pero que yo no he visto nunca. Y digo supongo porque existe una probabilidad (en torno al 25%) de que el contrato no sea como redactora, sino como editora. Es decir, que me tiraría toda la semana pasando el corrector ortográfico por los textos de los demás. La verdad, la noticia me dejó tan anonadada (después de 3 años no me lo esperaba) que no supe ni reaccionar, y pedí tiempo para pensármelo. Y ayer, claro, acepté la oferta. Tampoco es que tenga muchas opciones más, y mi experiencia me dice que los contratos no los regalan cuando compras 2 kilos de naranjas. Eso sí, aún no hay nada firmado, aunque en personal ya tienen todos los papeles que necesitaban y están tramitando mi alta en la Seguridad Social, y la redacción final del contrato. El segundo suceso acaecido ayer (qué bien me ha quedado, hay que ver) fue una prueba de selección de personal a la que asistí. En principio la prueba era para optar a uno de los 100 puestos de redactor que ofrecía una nueva empresa para hacer un nuevo periódico. Lo mejor es que las dos personas que estaban a mi lado optaban a puestos diferentes. La de la derecha, para ocupar una plaza de auxiliar administrativo en un colegio. El de la izquierda, no tenía ni idea (lo prometo). En fin, las pruebas me parecieron un pelín absurdas, sobre todo si eso, y mi CV, iban a ser los únicos requisitos para saber si era o no una buena periodista. Salí desanimada, pero, a la vez, indiferente. Y fue entonces cuando me enteré del tercer suceso. Las cosas habían ido de mal a regular, así que el tercero tenía que ser malo. Y, claro, lo fue. Mi madre me contó que mi hermano estaba en Barcelona. Sí, había decidido que mi madre le había echado de casa, así que hizo una maleta, cogió un tren y se presentó en la Ciudad Condal, dispuesto a no se sabe muy bien qué. Dio el nombre de un hotel que no localizamos por ningún sitio (gracias aSoSoMan por la ayuda) y otros detalles sobre el viaje, para terminar afirmando que, ya que estaba allí, se quedaba un par de días para ver mundo. No te jode. La situación está inestable en estos momentos. Mis padres, un poco hasta los coj... de las pataletas y ocurrencias del niño han tomado una decisión que, sospecho, mantendrán durante unas semanas. Luego, vuelta a empezar con todo. Así que, en esas estaba, cuando acudí a mi cita con plutarquete, con el que, casi de inmediato, empecé a discutir sobre soberanas tonterías (qué paciencia la suya, señor). Decidimos seguir adelante con nuestros planes (no me iba a ir a Barcelona a pegar gritos a esas horas) y, sin cenar, fuimos a mi casa. Por el camino llamé a mi amiga Silvia, para ponerme al día sobre su acontecimiento: el juicio por despido improcedente contra su ex empresa. Por suerte eso salió bien, y recibirá una indemnización mayor de la esperada (y de la que ella y su abogado pedían). Tras recoger el coche de plutarquete nos encaminamos a uno de los cientos de colegios mayores que pueblan la geografía madrileña para asistir a una fiesta a la que me habían invitado. Una conocida marca de Whisky había organizado una gira de cómicos del canal Paramount, y lo presentaba anoche. Sí, ya sé que prometí avisar, pero o entrabas con invitación (y sólo tenía dos) o eras habitante del Colegio Mayor. Lo pasamos bien, la verdad. Actuaron 3 cómicos, y aunque a dos de ellos ya les habíamos visto (a uno a medias), nos reímos mucho. Por lo menos durante un rato me olvidé de lo que había pasado. Eso sí, la cita de mañana para ver Matrix Revolutions no me la pierdo por nada.

martes, 28 de octubre de 2003

19.24 En fin Hoy me han dado una noticia que llevaba un tiempo esperando. Y la verdad, no me ha hecho tan feliz como pensaba. De hecho, creo que mi principio de úlcera se ha resentido un poco. Estoy intentando asimilarla, y asimilar también su significado, pero no lo consigo. De momento, todo esto ha hecho que me pierda una quedada que me hacía cierta ilusión. Pero bueno, esperemos que todo sea para bien. Mañana más datos.

viernes, 24 de octubre de 2003

14.14 Matrix Esta mañana he llegado al trabajo como un día más. Las legañas, aún pegadas a mis ojos. La cabeza, aún en la cama. Me he puesto a hablar con mis compis y casi no veo una carta que alguien había medio escondido (para que no me la abriera otro). Pero la he visto. Así que he cogido el sobre y he visto que el remitente era el Gabinete de prensa de Warner España. Sin ninguna ilusión la he abierto y he visto que el encabezado era de Matrix Revolutions. Y he pensado otra vez. Y es que la semana pasada me enviaron una carta contándome lo de que empezaba la venta anticipada de entradas. Pero no era esa carta de nuevo: ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Me han invitado al pase de prensa!!!!!!!!!!!! el próximo viernes 31 de octubre, por la mañana. Hasta he bailado y todo ;ppp Por desgracia, después de eso las cosas se han torcido un poco y ya no estoy de tan buen humor. Aunque aún queda mucho día por delante. Ayer beor se ofreció a ayudarme con el nuevo diseño de blog, ayuda que agradezco mucho mucho mucho. Más ahora que se me han ocurrido tres o cuatro cosas más que modificar, así como algunas novedades. En fín, que tengáis todos un estupendo fin de semana.

miércoles, 22 de octubre de 2003

18.40 Vacaciones y demás Ayer me cogí el día libre. Tenía que terminarme un libro (para el trabajo) y decidí hacerlo en casa. Por la tarde, me puse a trastear en el portátil, intentando crear un nuevo diseño de blog para trasladarlo a otro sitio. Me gusta cómo ha quedado, aunque no estoy totalmente satisfecha. Y es que hay millones de cosas que aún no domino, bueno, algunas ni siquiera sé que existen, la verdad. Me gustaría cambiar de diseño, pero si me quedo en blogger tengo que poner la publicidad, y no consigo encajarla en ningún sitio. Y cambiarme a bitácoras o alguno de estos tampoco me convence mucho. Vamos, que tengo ganas de cambiar pero no sé cómo hacerlo. Quizás alguno de los millones (bueno, vale, decenas) de informáticos que leeis esto podría echarme una mano... Eso sí, gratis, que no tengo fondos que invertir en esta aventura.

martes, 14 de octubre de 2003

11.30 De paso Alguna vez (bueno, con cierta frecuencia), al repasar mi vida amorosa, me doy cuenta de que existe una frase para definirme. Soy una chica de paso, casi como una estación de servicio hecha mujer. Dicho así suena como muy fuerte, y no hay que dramatizarlo, ni mucho menos. Simplemente me he dado cuenta de que soy esa chica con la que todos salen entre dos relaciones muy muy fuertes. Como una tirita que te cura y te permite seguir corriendo, tras una caída, para terminar la maratón. Y claro, según nos hacemos mayores esa sensación de chica de paso se acentúa. ¿Por qué? Pues porque los chicos con los que lo he dejado en los últimos 4 o 5 años se van a casar con la que llegó después. Normal, claro, es la edad. Ayer me dio por pensar en esto, por hablarlo con amigos. Y me pareció que pensaban que esta situación me hacía mucho daño. Y no es así. Simplemente me parece curioso, y así quise comentarlo ayer (y hoy). Vamos, que no hay de qué preocuparse. Al menos, si me quedo soltera, tendré aún el consuelo de que he ayudado a algunos a encontrar el camino. ¿Presuntuoso? Supongo, pero es una forma divertida de enfocar las cosas. Y que me deja en muy buen lugar, ¿o no? Por supuesto, todos sabéis que mi ego no da para tanto y que, en realidad, me conformo con haber hecho algo felices a los que, en algún momento, compartieron algo conmigo. Bueno, con eso y con que no me odien y guarden un buen recuerdo de mí.

lunes, 6 de octubre de 2003

15.30 Disculpas Perdón por la longitud casi indecente de la entrada anterior, pero necesitaba desahogarme. Y al que no le guste, que no lo lea (je je je).
14.50 Pufff... Hoy el día ha comenzado de manera extraña. Me he levantado con tanto frío que meterme en la ducha me ha exigido un enorme sacrificio. En serio, pensaba en ese momento en el que dejas de estar en contacto con el agua caliente para pasar a rodearte de una toalla (que siempre deja brazos y piernas al aire) mientras el aire te provoca un cambio brusco de temperatura. Sí, pensaba en ese momento y me echaba a temblar de antemano. Pero al final lo he hecho (ducharme). Que conste. Y luego ha llegado el momento crítico. Una vez que descubrí anoche que todos los vaqueros que sabía que me servían estaban sucios, tenía que empezar a probarme aquellos que hace meses no me puedo abrochar (bueno, algunos ni siquiera iban más allá de la rodilla). Y tengo que decir orgullosamente, que vuelvo a entrar en ellos. Sospecho que ha sido más mérito de mi estómago que de mi dieta o de mis hormonas reconducidas. Pero da igual, si los dos días de continuas visitas al cuarto de baño han obrado el milagro, bienvenidos sean. Eso sí, aún me faltan un par de kilitos, pero ya con mucha menos presión. Y es que no os podéis imaginar la pena que me entraba al abrir el armario y descubrir toda esa ropa que ya no me podía poner. Pero sigamos. El viaje en metro ha sido aterrador. En el primer tren (línea 1 hasta Sol, dos paradas) iba un señor completamente desquiciado. De esos que se ponen a pegar gritos y a jurar en arameo sin que nadie se entere de lo que dice. Y si no hubiera pasado de ahí, a mí me hubiera dado igual, la verdad. Pero no, no contento con eso se ha puesto a pegar empujones y bandazos con los brazos en un vagón absolutamente repleto. Así que los pobres que le tenían más cerca nos han aplastado a los afortunados que íbamos más lejos, para poder protegerse. Y así hemos llegado a la parada. Donde ha arremetido contra todos los que intentábamos bajar. Yo me veía otra vez espatarrada sobre el suelo de una estación de metro, pero afortunadamente mis piernas no me han fallado. Y ¡Oh sorpresa! el señor se baja con nosotros. Los más avispados nos hemos apartado para dejarle pasar, pero algunos viajeros de otros vagones se han llevado una desagradable surprise. Feliz porque le perdía de vista, me he encaminado hacia el andén de la línea 2 (esta vez eran 4 paradas), sin notar que él hacía exactamente lo mismo... Así que al llegar al susodicho andén mis ojos casi se salen de las órbitas. pero esta vez he sido más lista. Al llegar el tren he esperado a que se metiera en un vagón, y yo me he metido en otro. Pero el viaje estaba gafado. Esta vez, un chico de unos 30 y tantos se ha pasado todo el viaje lanzando gritos del tipo ¡¡¡¡Heyyyyyyy!!!!. Y yo atrapada en el abarrotado tren, sin poderme cambiar de vagón. Al final he llegado sana y salva a la redacción, donde me esperaba una nueva sorpresa. Tras algunos saludos y preguntas interesándose sobre mi delicado estado de salud, he entrado en la sala de reuniones para hacerme con un par de ejemplares de mi revista, y de la que se hace en la 5ª planta. Feliz cual perdiz la he abierto para comprobar cómo había quedado finalmente EL reportaje y LA entrevista que yo firmaba esta semana. Aquí casi soy yo la que se pone a gritar incoherencias y a jurar en arameo. ¿Que por qué? Muy sencillo, porque el entrecomillado que ejercía de titular de la entrevista es falso. Es decir, la actriz entrevistada nunca me lo dijo. Y no sólo aparecía de titular, sino que lo habían incorporado al texto. Genial. Simplemente genial. Para asegurarme de que no me había vuelto loca, he repasado todo el bruto de la entrevista (la transcripción original de la cinta, antes de pasar por edición). Pero no, no aparecía por ningún sitio. Y no es que fuera una entrecomillado muy escandaloso, pero no tiene ningún sentido si se sabe lo que yo y la actriz, y cualquier persona que lo haya seguido, sabemos sobre el musical Cabaret. Y pocas páginas después aparece una nueva sorpresita. Un reportaje firmado por mí del que yo sólo había escrito una pequeña parte. La explicación a este hecho ha sido más satisfactoria: el reportaje se había conseguido gracias a mí y así cobraba más. Pero aún así, o quizás también por esta explicación, me ha dejado un amargo sabor de boca. Y toda la situación me ha estado recordando, en todo momento, el libro que ahora leo Perro come perro de Jorge M. Reverte. Un análisis comparativo de cómo tratan los periódicos las mismas noticias. Toda una lección de ética periodística. Y en medio de la reunión de la sección para planear el trabajo de esta semana, he tenido que salir literalmente corriendo para hacer una entrevista a un periodista rediofónico, porque mi jefa, que era la que lo tenía que hacer, se había olvidado de la cita y tenía que mandar a alguien para no quedar tan mal. Me ha sacado de la sala (en plena reunión) para decírmelo en voz baja, prefiero mandarte a tí porque tú tienes más tablas (¡¡Hey!! ¿es eso un halago a mis cualidades como profesional?). Al final no ha ido tan mal, o eso creo. Hasta, en más de una ocasión, me ha dicho aquello de buena pregunta, sí señor. Y de vuelta a la redacción (otra vez corriendo) un nuevo marroncete. Mi jefa (la misma de antes, esa que me quiere tanto) me ha nombrado mala de la película del especial de navidad 2003 (juro que ella ha nombrado así la tarea) que consiste en recopilar todas las propuestas para dicho especial de TODA la redacción, hacer un primer filtrado, reunirme con ella, decidir qué entra y qué no, encargarlo y controlar que salga adelante. La pregunta es ¿cuánto me pagarán por ello? Espero que sea mucho, porque si no, el trabajo no merecerá la pena. Así que después de un fin de semana nada tranquilo (he ascendido de ex consejera a jueza suprema de cierta ciudad), la semana tampoco ha empezado mal. Veremos cómo se desarrolla. ¡Ah! y hoy tengo mi primera clase de interpretación... deseadme suerte!!! Eso sí, salvo en el momento de la tentación de jurar en arameo, sigo sonriendo.