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jueves, 22 de abril de 2004

Ritos, costumbres y el Día del Libro Llevo una semana queriendo escribir, pero sin ponerme a ello. No tenía mucho que contar de lo que la gran mayoría de vosotros no hayáis sido testigos, y el trabajo prefería olvidarlo al salir de aquí. Al menos, en la medida de lo posible. Pero hoy he recordado algo sobre lo que sí me apetecía hablar. Tengo la fortuna de vivir en una zona muy cercana a la Sociedad Cervantina . Cada mañana laborable, desde que me mudé, hago el mismo recorrido para venir a la redacción. Y cada mañana paso por la puerta de esta abandonada sociedad, cuya placa parece estar a punto de desprenderse. Y todos los días, a la misma hora, contemplo el mismo espectáculo, y oigo las mismas palabras. Al principio me parecía aburrido, pero ahora me las sé de memoria (sólo el trozo que escucho), y sonrío según me voy acercando al abigarrado círculo que forman los estudiantes de secundaria o bachillerato que dedican una mañana al año a recorrer el Madrid histórico y literario, y que a las 10 de la mañana suelen estar parados a la puerta de este edificio en el que se imprimió el primer Don Quijote. Son siempre distintos, claro, pero la guía que da la explicación es siempre la misma. Bueno, salvo una semana en que debió estar de baja, en invierno, que fue sustituída por un señor mucho más aburrido. Y aunque los estudiantes cambian, sus tipos son siempre los mismos. Están los que se interesan de verdad, los que fingen por agradar a la chica de al lado (o viceversa), los que sólo agradecen una mañana fuera de las clases, los que forman jaleo... Es decir, los tipos de siempre. Y ella siempre con la misma pregunta, “¿Sabéis qué simbolizan Don Quijote y Sancho Panza?”. Y siempre la misma respuesta, por parte de ellos, medio en broma medio en serio: “El hambre y la gula”. Y aunque cada día las dos escuchemos las mismas frases, las dos seguimos sonriendo al escucharlas, quizás porque sabemos que, de ser nosotros los alumnos, la respuesta habría sido esa. Sólo una vez he escuchado una respuesta distinta, y acertó. Luego, ella se enzarza en la explicación del verdadero significado. Las bromas cesan, y yo dejo atrás el grupo. Entro en la boca de metro, y desaparezco del escenario hasta el siguiente día. Por eso, a medida que se acercaba el Día del Libro, imaginaba que las visitas serían más asiduas, que aumentarían en número y en participantes. Pero no ha sido así. De hecho, hace unos días que nadie visita la Sociedad Cervantina. Nadie se fija en la placa, en las escaleras, en el polvo que cubre la puerta. Y lo echo en falta, la verdad. Me había acostumbrado a tener todas las mañanas esa cantinela, como una plegaria. Mañana es el Día del Libro. Inaugurarán la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, se dispararán las ventas. En Cataluña los amigos cambiarán libros por rosas (¿por qué no regalan El Principito y juntan las dos tradiciones?). Por un día, el compañero amable que nunca me ha abandonado será el protagonista del día. Dejarán de acumular polvo, y vestirán las mejores galas para encandilar a los esporádicos compradores (para los habituales no necesitan vestirse). El año pasado Plutarquete juntó mi regalo de cumpleaños con el del Día del Libro. Ahí está, en una estantería. Mirando orgulloso. y yo lo miro y pienso, “por fin estas conmigo”. Y es que, en mis 27 años, nadie me había regalado nunca El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. Era uno de mis libros pendientes, que dejó de serlo. Como el Diccionario de María Moliner. Gracias chicos, de verdad. Hay otro, muy importante también. Uno que siempre veo, y, al final, nunca me llevo a casa. Mi ex novio (el que me regaló otro de los libros deseados, El retrato del artista Adolescente en la traducción de Dámaso Alonso) lo tenía y le envidiaba por ello. De hecho, sentía casi un rencor absurdo cada vez que lo veía. Porque ni él ni nadie en su familia lo había abierto nunca. Sí, claro, era el Ulysses. Pero no cualquiera. La traducción de Salas Subirat, de Planeta o el Círculo de Lectores. 934 páginas llenas de sabiduría y, ¿por qué no?, excesivo orgullo muy bien empleado. Existe otra traducción, de la que me habló el director de mi revista. de la que no había oído hablar nunca y que me dijo que era muy buena. Pero no aparece ni en el ISBN. Hetoo me pidió hace unos días que le dejara el libro. He pensado que, mejor, le voy pasando pequeños fragmentos, capítulos, para que lo vaya leyendo poco a poco. Pero tienes que decirme si lo quieres así. Y si prefieres que los envíe por correo o los cuelgue aquí. El resto, si alguien quiere, también puede opinar. Quedan sólo 18 años para que el sueño de Joyce al escribir el Ulisses se cumpla. Quería escribir la novela definitiva, quería escribir un libro que tuviera ocupados a los críticos 100 años. Ya lleva 82. Para terminar, unos fragmentos. Pequeños, no os preocupéis. Te inclinabas ante ti delante del espejo, dando un paso al frente para recibir los aplausos formalmente, cara insólita. (...) ¿Recuerdas tus epifanías escritas en verdes hojas ovales, profundamente profundas, copias que habrían de ser enviadas si murieras a todas las grandes bibliotecas del mundo, incluyendo la de Alejandría? Alguien habría de leerlas allí pasados unos cuantos miles de años, un mahamanvantara. Como Pico della Mirandola. Sí, muy parecido a una ballena. Cuando uno lee estas extrañas páginas de alguien que ha desaparecido hace tiempo uno siente que uno está con uno junto a uno que una vez ...... (Capítulo 3. Proteo) Quince hizo ayer. Curioso, el quince del mes también. Su primer cumpleaños lejos de casa. Separación. Recuerdo la mañana de verano en que nació, corriendo para despertar a Mrs. Thornton de Denzille Street. Qué vieja más jovial. A cientos de niños habrá tenido que ayudar a traer al mundo. Ella sabía desde el principio que el pobrecillo Rudy no viviría. Tranquilo, Dios es bueno, señor. Lo supo de inmediato. Tendría ahora once si hubiera vivido. (Capítulo 4. Calipso) Y en el castiello estaba puesta una mesa que era de abedul de Finlandia y soportada por cuatro enanos de aquellas comarcas pero no se aventuraban a moverse por el encantamiento. (...) Y había vasos labrados por la magia de Mahoma con arenas de mar y aire por un encantador con el soplo que sopla en ellos asemejado a burbujas. (Capítulo 14. Los Bueyes del Sol) Mas ¿fue avasallado el temor del joven Bravuconeador por las palabras del Sosegador? No, pues guardaba en sus entrañas una espina de nombre Amargura que no podía con palabras ser quitada. (...) ¿Oyó entonces en aquel estampido la voz de Dios Padre o, como el Sosegador dijo, un estruendo de Fenómeno? ¿Oyó? Pues cómo, él no podía sino oír a no ser que se le cegase el telescopio del Discernimiento (algo que él no había hecho). Pues a través de aquel telescopio vio que estaba en la tierra de Fenómeno donde él debería con seguridad un día morir puesto que era como los demás una sombra pasajera. (Capítulo 14. Los Bueyes del Sol) y el mar el mar carmesí a veces como fuego y las puestas de sol gloriosas y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas aquellas callejuelas extrañas y las casas de rosa y de azul y de amarillo y las rosaledas y los jazmines y los geranios y las chumberas y el Gibraltar de mi niñez cuando yo era una Flor de la montaña sí cuando me ponía la rosa en el pelo como hacían las muchachas andaluzas o me pondré una roja sí y cómo me besaba junto a la muralla mora y yo pensaba bien lo mismo da él que otro y entonces le pedí con la mirada que me lo pidiera otra vez sí y entonces me preguntó si quería sí decir sí mi flor de la montaña y al principio le estreché entre mis brazos sí y le apreté contra mí para que sintiera mis pechos todo perfume sí y su corazón parecía desbocado y sí dije sí quiero Sí. (Capítulo 18. Penélope)

viernes, 16 de abril de 2004

23.00 Mi primera entrada No, el título no es una referencia a la primera entrada que escribí en el blog. En realidad quiere celebrar algo. Quiere celebrar que, por fin, puedo enviar esta entrada desde mi portátil, desde mi casa. Por fin me han puesto teléfono en mi buhardilla. Llevo como dos meses esperando a que la compañía telefónica estatal se dignara a instalarme la línea, y empezaba a desesperar, para qué engañarnos. Pero todo cambió el lunes. Ese día mi padre decidió que ya estaba bien, y que había que empezar a hacer uso de posibles influencias. Así que me vi contándole mis cuitas a un responsable de la compañía, por supuesto, amigo de mi progenitor. Diez minutos después una amable empleada me juraba que se harían cargo de inmediato, y cuatro días más tarde, coincidiendo con mi cumpleaños, ha venido el técnico. En su orden estaba escrita la obligación de hacerlo, a más tardar, hoy. Así que después de peleas y peleas, como el resto de los mortales, se ha demostrado una vez más que la única forma de conseguir algo es teniendo amigos. En fin. Pero pasemos al tema importante: hoy he cumplido 27 años. Y llevo desde las doce de la noche recibiendo felicitaciones. Afortunadamente hubo un parón entre las 2 y las 8 de la noche/madrugada. Me han felicitado en español, inglés, francés y alemán. Me han cantado todas las versiones posibles de canciones de aniversario. He recibido mensajes divertidos, cariñosos y esperanzadores. Algunos hasta me han felicitado más de una vez. Después del olvido del año pasado, éste se ha acordado todo el mundo, incluso gente que llevaba años sin felicitarme, con la que no hablaba desde hacía demasiado. Ha sido genial. Y qué decir de los regalos... estupendos. A saber: una cadena de música (gracias papis por permitir que el sábado escuchemos música), 4 cds de Mozart (gracias, gracias, gracias), una película en DVD con nombre de símbolo matemático (genial), el DVD de la ópera Don Giovanni, de Mozart (mil millones de gracias), un cd con preciosas canciones peruanas y ¡¡atención, atención!!... un bono para un maravilloso masaje relajante de ¡¡¡¡90 minutos!!!! Éste, obra de mis compañeros de trabajo, que son un auténtico encanto... En fin, que estoy feliz. Que he pasado un día estupendo (aunque la mañana ha sido dura he mantenido el ánimo repitiéndome "no lo van a lograr, no lo van a lograr"), que me he reído, que he llorado (leyendo el capítulo titulado "8 de abril" del libro de Sistiaga), que me he sentido querida (empezando ayer con una visita inesperada al cubano), que ha sido genial. En dos palabras: im-presionante. Un abrazo y un beso a todos los que lo habéis hecho posible.

martes, 13 de abril de 2004

16.00 Rutinas A veces resulta duro reincorporarse a la vida cotidiana. Antes, que me quejaba de no tener vacaciones (aunque sigo sin saber muy bien qué hacer con tanto tiempo), no pensaba que sería así. Pero mientras miras la pantalla del ordenador y deseas que las vacaciones duren unos días más, incluso unas horas, recuerdas los días pasados y, si has tenido tiempo libre, recuerdas lo que has disfrutado no haciendo nada. Esta Semana Santa ha sido rara, sí, pero muy divertida. Decidí ser buena hija y acompañar durante unos días a mis padres en su retiro, pero antes me aseguré de que, al menos un tiempo, tendría buena compañía. La verdad, no pensé que lo pasaríamos así de bien. Genial el lío que nos hicimos en el sofá, bajo una manta, mientras nuestras neuronas se aletargaban viendo la programación de la primera... Divertida la cena, y los bailes posteriores, sabiendo que no íbamos a volver a ver a nadie. Horribles los modelitos de las presuntas Emilianas... Y luego el sábado, dormida en el coche, llegué a Madrid sin darme cuenta. Comida rápida, visitas a tiendas, parada en casa y cine. Una sesión algo rara con una pequeñaja fan de Harry Potter que entendía el inglés. Buena elección en la película. Comida china recordando otra vieja película del 85 (buena cosecha), y apuestas sobre las pistas descubiertas o no. Y, en medio, desfile con parte del modelito que llevaré a Piratas y que, según parece, me asegurará cierta clientela, y parada en tienda de ropa para comprar unos pantalones geniales (que igual luzco el sábado) y dos trocitos de tela muy monos que me acabaré poniendo en la cabeza... Domingo, desesperación en el campo de juego, gritos contra 25 tíos en pantalón corto. Lunes de relax, y martes de curro, luciendo kilos de menos al grito de "¡¡pero si tiene piernas!!" según entro en la redacción. Rueda de prensa algo movida, en la que se echaba en falta una cara conocida, el padre del chico que sufrió el accidente y que, menos mal, parece que saldrá de ésta sin grandes consecuencias. Y se acerca mi cumpleaños (el día 15, aviso). Por primera vez en unos años hasta me apetece celebrarlo, y tras descartar lugares por falta de espacio he conseguido liar a mis progenitores que no saben la que se les viene encima... Ya son 27. Miro atrás y descubro que he logrado muchas cosas, más de las que veía en los momentos más negros. Otras, están por llegar. Los buenos propósitos siguen su curso (hay cosas que ayudan, no creais). Ahora leo Ninguna guerra es igual a otra de Jon Sistiaga. Duro, demoledor, emotivo. Me trae a la cabeza demasiadas cosas, algunos dolores olvidados y otros que aún están ahí. Y reflexiono sobre esto que hago y que algunos llaman periodismo. Y pienso si yo me iría a una guerra perdida sólo para que los demás podáis leer en un periódico, o escuchar en una radio, o ver en una televisión, las atrocidades de las que es capaz el ser humano. Y pienso también, vaga idea que me ronda hace meses, si abrir otra sección del blog sólo dedicada al periodismo. Quizás lo haga. El viernes tengo una cena. No sé si me apetece, pero me he comprometido a ir y no voy a faltar a mi palabra si no es por motivos más elevados. Hoy, también cena, esta mucho más deseada. Y mañana comida que promete diversión. Gracias a vosotros dos, que habéis animado la Semana Santa. Por los abrazos, las risas, las cosquillas, las miradas cómplices, los silencios amables, las sonrisas de amigos, los pisotones y por tantas y tantas horas de conversación. El sábado os espero, a los demás también, claro. Y a ti se te echará de menos. Quiero pensar que aún es posible que las cosas sean (en el mejor de los sentidos) como antes. Que hayamos superado lo malo, y nos alcemos sobre ello para disfrutar de nuestras compañías.

martes, 6 de abril de 2004

11.40 ReJoyce Ayer fue un día cambiante, en el aspecto laboral. Llegué tarde a la redacción (cerca de las 11 de la mañana) y me metí en la reunión de sección que tiene lugar cada lunes. Sólo que esta vez era diferente, porque nos aguardaba una bronca bastante importante, y que aún no he comprendido del todo. Entre las perlas a extraer, la velada amenaza de que, quizás, alguien cambiara de sección con el próximo cambio de maqueta. ¿Y quién tiene todas las papeletas? Sí, yo. impresión que se ha visto acrecentada cuando esta mañana, mi ex jefe me ha dicho que quería hablar conmigo a lo largo del día... veremos. Después de este incidente, todo fue más o menos como siempre, con la diferencia de que, a pesar de ser lunes, en nuestro calendario particular era miércoles, con lo que teníamos sólo 2 días para hacer el número de esta semana. Por la tarde, casi a última hora las cosas cambiaron. Goico, jefe de Cultura, se acercó a mi mesa y me lanzó una sorprendente pregunta: "¿Cuántas veces te has leído el Ulysses?". Alcé la mirada de la pantalla del ordenador y contesté con otra pregunta: "¿Las veces reales o las políticamente correctas?". Después de un debate sobre la conveniencia o no de reconocer que me lo había leído más de una vez, canté la cifra. – Bien–dijo él– Como sabes este año es el centenario, y hay que hacer una historia (reportaje) sobre eso. – Te lo propuse hace un año y me dijiste que me olvidara– contesté con una sonrisa. – Las cosas han cambiado. Pero, no se cumplen 100 años del libro ¿no? ¿Y qué día es? – El 16 de junio de este año, y lo que se conmemora es el centenario de la jornada en la que tiene lugar la novela (Bloomsday), el 16 de junio de 1904. Entonces salió el director, y Goico le informó de mi particular cuenta de resultados, asegurando que sería yo la encargada del reportaje. Entonces, incrédulo, mi director se lanzó a hacerme una batería de preguntas sobre el Ulysses y sobre Joyce. Afortunadamente no había mentido y pude contestarlas todas, llegando incluso a corregirle cuando me interrogó sobre la primera frase de la novela. En fin, que me han encargado un reportaje que me hace mucha ilusión hacer, que he descubierto que leer el Ulysses tiene utilidad periodística y, sobre todo, que me han vuelto las ganas de pasearme por esa extraña ciudad, mitad real mitad imaginada. Ahora sólo me queda convencer al director de que enviarme allí es una gran idea (no va a colar). Y es que están montando una buena: un festival de cuatro meses de duración, y un Simposium Internacional sobre James Joyce. Una compañera de trabajo me ha contado que hay billetes muy baratos, y he visto que aún quedan plazas de alojamiento, así que, Athair, ¿qué me dices? ¿Sigues con tus planes de cruzar el Canal de La Mancha sobre mediados de junio? Y vosotros, Athechuzos míos, ¿no os animáis?

domingo, 4 de abril de 2004

18.45 La Pasión y el calvario Ayer no iba a hacer nada especial por la noche. Bueno, pensaba dormir lo que no había podido dormir el viernes. Pero, de pronto, las cosas cambiaron, y me fui a casa de Silvia y Juan dispuesta a tragarme hasta la última de las palabras que soltaran en los telediarios. Yo lo único que podía pensar era "me vuelvo a Córdoba". Después de varios telediarios, avances y una rueda de prensa no estábamos más calmados, pero empezaba a estar claro que no nos íbamos a enterar de mucho esa noche. Juan se fue a dormir (está con faringitis el pobre) y Silvia y yo nos quedamos hablando un rato, hasta que ella me recordó que tenía la versión pirata en DVD de "la polémica película". Sin mucho ánimo decidimos verla. Yo había jurado que no pagaría por verla, y quedarme dormida en el sofá no me preocupaba. Además, si realmente era tan fuerte siempre podíamos dar al stop ¿no? La película dura unas 2 horas (con títulos de crédito incluídos), de las cuales 1 hora y 45 minutos narran desde el apresamiento a la muerte de Cristo. Bueno, si no contamos los recuerdos que aparecen de vez en cuando, igual podemos dejarlo en 1 hora y 35 minutos (siendo generosos). Y qué decir de la película... Es aburrida, tremendamente aburrida (nuestras risas se debían a la original traducción del DVD pirata, que estaba en versión original con subtítulos en inglés y luego con subtítulos en castellano de manufactura casera). Pues eso, aburrida, insípida y mucho menos fuerte de lo que me habían dicho. Sinceramente, la escena de la oreja de Reservoir Dogs me provoca más rechazo, me revuelve más el estómago que toda La Pasión. Pero, además, en cualquiera de Tarantino por lo menos hay una historia, te plantea algo. Aquí no. Es como una snuff movie, sólo que sabes que no es real. Vale, el Oscar al guión adaptado igual sí se lo merece, porque fiel a la Biblia es, pero claro, eso tiene sus inconvenientes. Si ees creyente, no pasa nada, claro, te cuenta lo que dice el libro que pasó. Punto, ni más ni menos. Pero si no lo eres... entonces acabas pensando que el pegamento causaba estragos en aquella época, porque no te cuestiona nada, no te ofrece pruebas de nada, no te crea ninguna duda. Tengo que reconocer que me tragué las 4 horas de película de Jesús de Nazareth, y me gustó mucho más. lejos de plantear preguntas, contaba una historia. Vale, te exigía tener fe para creértela, pero como conjunto de leyendas e historias también tenía su interés. Por lo menos cntaba algo... Bueno, lo dicho, que la última de Gibson me ha parecido infumable (un calvario), aunque comprendo que mi ateísmo no debe ayudar mucho a la hora de apreciar esta obra. Y lo del arameo y el latín no ayudó mucho a que me mantuviera atenta, por mucho que me digan los demás. Esos sí, al menos descubrí algo (no fue una completa pérdida de tiempo, por lo tano): que idiota y facineroso se dicen exactamente igual en latín que en español.

viernes, 2 de abril de 2004

16.45 Planes y Monty Phyton Hay fines de semana, o días, en que las cosas salen justo de la forma contraria a la que has planeado, o a como quisieras. Lo cual no quiere decir que sea malo, simplemente descubres que, cuando convives con gente, las cosas no sólo dependen de ti. Tal es el caso de este fin de semana. Yo soñaba con algo tranquilo, que me permitiera recuperar el sueño perdido en estas noches de lecturas (pedazo libro aburrido me leí ayer, por cierto). Así que cuando Hetoo me llamó y me propuso una cena con amigos, acepté encantada. Pero a media mañana el plan se ha torcido un poco, y es que mi amigo diseñador se vuelve mañana a Málaga (de forma definitiva) y hay cena de despedida hoy (avisan con poco tiempo, como veis). Conozco a los que van a ir, y sé cómo vamos a acabar: en una jaula de grillos (o de locas). Y me apetece, pero prefería el plan anterior. Aún así, éste también me apetece y un compromiso es un compromiso. Y siempre queda la opción de terminar pronto y unirme al otro plan luego... Y mañana... mañana tengo reunión combativa de Hammo (sí, ya soy miembro de pleno derecho, je je je). Y me apetece ir, claro. Pero he visto la programación televisiva y... para qué engañarnos, la opción de tumbarme en el sofá a contemplar joyas como Flashdance y Un rayo de luz también me apetece. Sí, ¿qué pasa?, tengo derecho a tener mi punto hortera y ñoño ¿no? Pero he pensado que mejor las grabo (y la que ponen a las 12 de la noche en La2) y las veo durante mis vacaciones de Semana Santa. Porque también he echado un ojo a la programación de los próximos 4 días de fiesta y es... ¡lo de siempre! Barrabás, Quo Vadis, Ben-Hur, Jesús... Y hombre, está bien esto de mantener las tradiciones, que si no luego ocurre como con las Navidades, que no han vuelto a ser las mismas desde que dejaron de programar Qué bello es vivir, E.T. o Mujercitas (cualquiera de las 3 versiones, aunque puestos a ser ñoños, mejor la que protagonizó Elizabeth Taylor). Aunque tampoco hay que pasarse, porque, claro, te levantas el viernes Santo, toda feliz porque no tienes que ir a currar, enciendes la tele y ¡¡ahí está Nerón quemando Roma!!, o Jesús en el sermón de la montaña, o... Vamos, que me encuentro con eso y ya no me recupero. Afortunadamente ahora ya sé qué van a poner, y cuándo, de forma que, ante la duda, dejaré en el DVD El sentido de la vida y si intentan hacerme la pascua, siempre puedo contraatacar, con el volumen a tope, con esa maravillosa canción que reza: Every sperm is sacred. Every sperm is great. If a sperm is wasted, God gets quite irate

jueves, 1 de abril de 2004

16.15 Adelantos Ayer fue un buen día. decidida a que mis buenas intenciones conmigo misma no quedaran en saco roto, como tantas otras veces ocurre, dedique la mayor parte del día a pensar qué podía hacer. eso sí, sobre todo en el terreno profesional. Primero me di cuenta de que mi promesa de continuar mi formación había quedado rota tiempo atrás. Ya no sabía cuál había sido el último libro sobre periodismo que me había leído, y mucho menos cuándo había sido eso. No sólo tratados, ensayos o supuestos libros de texto, sino cualquier cosa que remotamente tuviera que ver con mi formación, con la idea de no estancarme en lo aprendido en la universidad. Debo reconocer que me sentí un poco avergonzada. Había sido capaz de leer mucho, y sobre muchas cosas, en los últimos años, pero no sobre Periodismo. Recordé que la excusa que solía poner era que, dado mi trabajo, al llegar a casa no me quedaban muchas ganas de leer, y menos de leer sobre periodismo. Pero también recordé que esa misma excusa no me había disuadido de leerme cosas como El código Da Vinci, auténticas pérdidas de tiempo que podía haber aprovechado mucho mejor. Así que a la hora de la comida recogí mis bártulos y me fui a La Casa del Libro dispuesta a no comprarme ni un sólo libro de ficción. Y lo logré. En total fueron tres libros sobre el oficio, un ensayo que une Sociología, Antropología y Literatura y dos de Historia. recorrí los estantes de diccionarios, buscando los dos títulos que siempre he deseado tener, pero su precio aún era muy alto para mí. Ya llegará, me dije, cuando Hacienda me devuelva lo de la declaración... Al llegar a la redacción cayeron sobre mi mesa otros dos libros, una biografía y una novela de detectives. Éstos, para hacer su crítica. Y cayeron justo encima de los más de 500 folios de documentación que, sobre la LOCE y la LOU, estaba manejando para el reportaje semanal. A punto de agobiarme decidí que haría las cosas a su tiempo. Y que, en realidad, todavía me quedaba algo más importante que eso por hacer. Cogí el teléfono e hice una llamada que había estado atrasando durante más de un año: a mi directora de tesis. Aunque creo que ya la puedo llamar ex directora. El año pasado comencé los cursos de doctorado, que tuve que dejar por falta de tiempo. Igual que hice con la investigación que estaba en marcha. Y claro, en ese tiempo mi carnet de la Biblioteca Nacional había caducado. Después de un rato de conversación descubrí que ella consideraba mi abandono como una auténtica deserción, con puñalada en la espalda incluída. Colgué sin obtener la carta que necesitaba y llamé a mi madre, para ver si algún amigo suyo podía hacerme el favor. Después escribí un mail a un ex profesor, para ver si él podía hacerme el favor. Aún espero respuesta. Y sólo entonces me di cuenta de que el tema de mi tesis se había esfumado por fuerza. Para completarla hubiera tenido que pasar un verano revolviendo papeles de un archivo familiar al que nadie tiene acceso. Si mi directora siguiera conmigo yo lo habría obtenido, que para eso su marido es sobrino de la actual propietaria. Sin esa investigación, la tesis propuesta no tenía ni pies ni cabeza. Lejos de desanimarme recordé la investigación que sobre Larra había hecho en mi último año de carrera, y las conclusiones a las que había llegado con pocos meses de investigación... Así pues, ¿por qué no seguir por ese camino? Buena parte del trabajo ya lo tenía hecho, sólo tenía que ampliar y profundizar... y entonces se me ocurrió. ¿Por qué no estudiar la evolución sufrida por el concepto de periodista, y por ende de periodismo, a lo largo de su historia? Y, de paso, podía analizar un par de figuras que me interesaban realmente. Que yo supiera nadie lo había hecho aún... Me puse a investigar un poco y encontré que, aunque había algunas cosas interesantes que tendré que leer y estudiar, nadie se había fijado en ese tema. Así que, en eso estoy, deseando que me instalen la línea telefónica en casa para continuar mi labor. Luego volví al trabajo de verdad. Y en casa fui capaz de leerme uno de los dos libros que me habían encargado, además de echarle un ojo a una de las compras. Hoy, a pesar de haberme dormido tarde, me he levantado para escuchar una entrevista radiofónica que podía ser de interés para el reportaje. Y a estas horas puedo decir que he terminado el tema, y he sido capaz de titularlo de forma graciosa yo sóla. Por primera vez en mucho tiempo. Así que estoy contenta. No sólo por haber tomado decisiones, sino por estar siendo capaz de llevarlas a cabo. Sólo un último apunte. Os agradezco a todos las muestras de apoyo y cariño, de verdad. Animan mucho a la hora de ponerse manos a la obra. Pero ni buscaba estas agradables palmaditas en la espalda, ni espero que os quedéis en ésto, como ya dije. Si a partir de ahora, en parte, este blog se convierte en una recopilación de éxitos relativos en esta lucha no será para conseguir vuestra aprobación, sino para poder recordarme que, si se quiere, se puede.