<$BlogMetaData$>

martes, 30 de julio de 2002

11.33 Esta mañana me ha llamado mi madre para darme una estupenda noticia. Tengo un nuevo sobrino segundo. Y ya van cuatro. perdón, cinco (siempre se me olvida el cuarto, para disculparme diré que no le he visto jamás, aunque va a cumplir dos años). Siempre es agradable cuando un bebé llega a la familia, pero en la mía constituye todo un acontecimiento. Será que todos tenemos muy arraigado eso de la "Familia", tanto que a veces parecemos los Corleone. Me encantan los bebés, los niños pequeños. Me lo paso pipa con ellos y me encanta observar cómo van descubriendo el mundo que les rodea, es sorprendente. Pero tengo que reconocer que no siempre fue así, hubo una época en que veía un niño y salía huyendo. Creo que coincidió entre los dos años del primo más pequeños (un auténtico bicho) y el nacimiento de la primera sobrina segunda (un cielo de niña algo repipí, eso sí). Supongo que perder la costumbre de tener un chavalín alrededor motivó la total desaparición (por no decir la extinción casi total) de mi "instinto maternal" o como quiera llamarse. Luego, nació Carlota y todo volvió a la normalidad. Hasta que hace dos años me moría por tener uno yo. Afortunadamente esa época pasó sin más consecuencias. Es decir, no lo tuve. En mi descargo apuntaré que por lo visto los 23-24 años es una edad normal para tener ese primer impulso alocado. Pero bueno, vayamos a lo importante. Mi familia tiene un nuevo miembro. Una criatura pequeña, peluda y sonrosada. Con los ojos cerrados y la piel arrugada. Un nuevo miembro al que todos querremos besar, abrazar, achuchar, acunar y coger en brazos. Un trocito de vida, de esperanza. Pero ante todo, una enorme responsabilidad para todos, no sólo para sus padres. También para el resto de la familia y de la sociedad. Aún así, una vez más, pondremos todo nuestro empeño y la mejor de las intenciones para hacerlo lo mejor posible. Desde aquí, y aunque no me lean: felicidades María y Ernesto por traer un trocito de vosotros a este mundo. Y felicidades a tí recién nacido, tienes toda una vida por delante, aprovéchala.

lunes, 22 de julio de 2002

12.30 La pasada semana fue algo dura, en cuanto a trabajo se refiere. Afortunadamente ya pasó, y en mi recuerdo sólo quedan los buenos momentos (intento olvidar que el sábado madrugué para trabajar, aunque luego no hiciera nada). Me gusta mi trabajo, aunque en ocasiones me obligue a estar pendiente del mundo 24 horas al día. Puede llegar a ser agotador, pero te hace estar alerta, con los cinco sentidos despiertos, dispuestos a saltar sobre cualquier novedad. Otro punto a favor es que te obliga a ser crítico, no sólo con los demás, sino también contigo mismo. Sé que hay compañeros de profesión que no lo hacen, pero cada vez que escribo una historia la releo, y me obligo a preguntarme a mí misma por qué escribo lo que escribo. Por qué uso determinadas expresiones, o doy más importancia a ciertas partes de la información. Siempre intento preguntarme si lo que hago es por el "bien" de los lectores, o si hay algún interés personal en sacar a la luz las cosas. No creo en la objetividad absoluta, y tampoco tengo claro si es buena para el lector. Pero hay algo que sí tengo claro, estoy completamente en contra del "paternalismo" en la información. No me creo con mayor capacidad de análisis o de entendimiento que los lectores, así que siempre abogo por presentar los hechos, y que cada uno saque sus conclusiones. No soy nadie para decir qué hay que pensar y sobre qué. Intento presentar las cosas lo más fielmente a la veracidada que se pueda. Intento tratar a los lectores como personas inteligentes, que saben sacar sus propias conclusiones. No me gusta la información que encubre opinión. Si se opina sobre algo hay que explicitarlo de alguna forma. Que el lector no tome por "hecho" algo que es absolutamente personal e intransferible. No hay dos personas que opinen exactamente igual de un mismo tema, siempre hay matices, y eso hay que tenerlo en cuenta.

miércoles, 17 de julio de 2002

18.45 Llevo semanas quejándome porque no tenía trabajo, y esta semana estoy que no paro. Tener un jefe para quien eres "la esperanza del año" (sin grandes ilusiones por la situación, ya que cada año tiene una diferente...) puede llegar a ser muy estresante. Afortunadamente ya se ha dado cuenta de que pincharme cada 5 minutos no hace que me esfuerce más, mi nivel de autoexigencia ya me pide, sin necesidad de estímulos externos, dar el 200% de mí en cada trabajo. Así voy a acabar... En fin, que esta semana no tengo mucho tiempo para perderme en largos monólogos extravagantes sobre lo humano, lo divino y lo de en medio. Aún así, y para no defraudar a mi escaso público, lo intentaré. Eso sí, gracias a todo este lío (si es que hay que dar gracias por algo) he conseguido cumplir un sueño que tenía de niña: ir al Congreso de los Diputados. No como visitante de colegio, sino asistir a una sesión o algo así. Hoy por fin lo he hecho.

martes, 16 de julio de 2002

19.50 Si sólo me lees tú, y no siempre, no sé muy bien para qué sigo escribiendo aquí. No es que me importe que no me lea nadie más, no es eso. Al principio inicié esta andadura con el sólo propósito de soltar en la red mis pensamientos, todos ellos. Pero esto se ha convertido en un nuevo foro de intercambio, aunque tú nunca digas nada. Ahora sé que alguien me escucha, me lee. Alguien que tiene cara, cuerpo y hasta nombre. Creo que de todas las situaciones posibles ésta, en que yo hablo y sólo tú escuchas, es la peor. Para eso prefiero volver al intercambio de mails surrealistas que dejamos atrás hace unos meses. Mueve ficha, es tu turno...

lunes, 15 de julio de 2002

12.07 Después de un largo y árido fin de semana caluroso, regreso a este blog con las pilas a medio cargar. Lástima de recarga perdida por el desagüe. Recuerdo que a finales del año 2001 estaba deseando que terminara, que comenzara un nuevo año para que las cosas mejoraran. La gran mayoría de la gente a la que aprecio no lo estaba pasando bien, y sólo queríamos pasar página. Como si el ser 1 de enero fuera muy diferente al 31 de diciembre. Supongo que todos pensábamos que al dar las campanadas un viento benéfico se llevaría los malos rollos y sólo nos traería felicidad. O al menos tranquilidad. Ahora, en el ecuador del 2002, tengo la misma obsesión. pero ya sé que cambiar de número, ser un año más viejo, no va a cambiar nada. Sólo nos hará un año más sabios, que al fin y al cabo sólo se trata de bregar mejor con la infelicidad diaria. Odio ver cómo la gente a mi alrededor sufre, y que yo no pueda hacer nada. Siempre me pregunto qué es lo que podría hacer para arrancarles una sonrisa, una mueca que les haga olvidar los problemas y dar gracias por existir. Y cuando no lo consigo, me frustro. Tanto, que siento que no sirvo para nada, y los nubarrones que pueblan su cabeza emigran a la mía, oscureciéndome la existencia. A veces sólo es momentáneo, otras dura más. Hace poco una amiga me habló del problema que suponía tener "demasiada empatía". Y estoy completamente de acuerdo. Te acabas implicando tanto con lo que les ocurre a los demás que acabas convirtiendo en tuyos sus problemas. Y si a eso le añadimos que siempre he "cumplido expectativas", haciendo lo que los demás esperaban que hiciera, las cosas se ponen aún más feas para mí. Todo el mundo espera que sea casi perfecta en esa pequeña parcela que les toca de mi existencia. Y si cometo un solo error, las consecuencias son nefastas. Desde reproches a pérdida de confianza, directamente. Pero hay algo que tengo que reconocer. Yo misma he fomentado ese deseo de perfección en cada cosa que hago. Sacar un notable era un fracaso, no sólo para mis padres, sino también para mí. Tanto que este año no me conformaba con licenciarme, además tenía que hacerlo fráncamente bien. El resultado: unas notas estupendas, unos 4 kilos menos y un inicio de úlcera "estupendo". Mi amigo Alberto hace teatro. Lo hace bien, no porque sea buen actor (que, en mi humilde opinión, también), sino porque lo toma como un pasatiempo. Algo que hace para relajarse y divertirse. Alguna vez hemos hablado de si a mí me gustaría o no apuntarme. Pero, aunque la respuesta es sí, sé que no podría hacerlo. Mi afán de perfeccionismo me llevaría a tener que ser, al menos, tan buena como Jodie Foster, Katherine Hepburn o Bette Davis. A recitar los versos de Shakespeare como si no hubiera hecho otra cosa en mi vida. Y claro, eso es imposible. Pero aunque lo sé, no serviría de nada. Me frustraría y me sentiría un fraude, obligándome a dejar algo que podría sentarme francamente bien. En vez de relajarme, me estresaría más, y mi úlcera crecería a un ritmo vertiginoso... Quizás un gran amigo mío tenga razón, y debería dejar ya de encarcelarme por lo que los demás piensen, sientan o esperen.

viernes, 12 de julio de 2002

13.55 Para cumplir con mi ética periodística he de rectificar algo de lo escrito en el anterior "mensaje". No son 3 hectáreas, sino 13,5. Aún así, sigo opinando lo mismo.
13.27 El mundo está loco, definitivamente. Un grupo de militares marroquíes han decidido acampar en un islote desierto que nadie sabe muy bien a quién pertenece. Y España se ha enfadado. Bajo el argumento de "empiezan por un islote y acaban desembarcando en Cádiz..." (o lo que es lo mismo, les das la mano y te cogen el brazo) los españolitos nos sentimos atacados en nuestro orgullo patrio (véase Gibraltar) y queremos demostrar que no sólo Bush es capaz de arrasar un país árabe. Si no, no me explico los resultados de las votaciones que se están llevando a cabo en las web de los 2 periódicos más importantes de este país. Sí, sé que no son científicas y demás, pero sí son indicios. En la de El Mundo, el 86% de los que han contestado abogan por el uso de la fuerza para "expulsar a los marroquíes de nuestro territorio", en la de El País, el 75% es partidario se no hacer uso sólo de la diplomacia. O yo no tengo "orgullo patrio", o estoy muy cansada y con pocas ganas de marcha militar (de la otra sí tengo). Pero a mí todo ésto me da un poco igual. Tres hectáreas de tierra deshabitada no merecen la pena, y desde luego no merecen la sangre que algunos quieren que se derrame. En un mundo cada vez más globalizado, los nacionalismos surgen como de la nada, con una fuerza inimaginable hace unos años. Y es que no nos engañemos, ésto no es más que una muestra más de un nacionalismo excluyente y radical en sus aplicaciones (si se hiciera lo que algunos proponen). ¿O hay alguien que me pueda explicar la diferencia entre "España de los españoles" y "País Vasco de los vascos (o independiente)"?

jueves, 11 de julio de 2002

13.09 Tener el trabajo que tengo puede llegar a ser estresante, pero casi nunca es aburrido (si te dan tarea). El periodismo es una profesión, más bien un oficio (la política y los intereses económicos la alzaron a una categoría que no se merece), que no suele gozar de gran consideración entre el público. Sobre todo en determinados círculos (los roleros son un buen ejemplo). Pero sin embargo, casi todos han/hemos soñado alguna vez con poder sentarnos frente a algún famoso, alguien a quien admiramos por su obra/trabajo/lo_que_sea y poder charlar con él distendidamente durante media hora sobre aquello que nos atrae de su personalidad. Eso, en ocasiones, es ser periodista. Sin embargo, entre mis compañeros de promoción, ese no era el deseo más habitual. De algún modo todos queríamos ser Woodward&Bernstein, o lo que es lo mismo, "todos los hombres del Presidente". Todos queríamos destapar el Gran Escándalo que sacudiera a la sociedad. Todos queríamos tener un "garganta profunda" que nos encumbrara a la fama. Todos queríamos ser protagonistas de la historia. Esto casi nunca es ser periodista. Sólo ocurre una vez cada mil años, y es poco probable (que no imposible) que te toque a tí. Así que lo mejor es disfrutar las entrevistas, las investigaciones menos reconocidas, pero igualmente gratificantes, y no desesperarse. Pero me he desviado del tema. Un ejemplo de lo divertido que puede llegar a ser este oficio lo tenemos hoy en la página web de El Mundo. Unos científicos (seguramente locos) han realizado un estudio sobre chistes, querían averigüar de qué se ríe la gente. Supongo que en la realización del estudio lo habrán pasado como enanos (tantos los científicos como los conejillos de indias) y estoy segura de que el periodista que ha recibido el informe y ha redactado la noticia tampoco lo ha pasado mal. Eso sí, quizás mañana tenga que hablar de la tasa de suicidios entre adolescentes, o del SIDA en África. Aún así, siempre aprenderá algo de su trabajo, si es capaz de mantener la mente abierta a toda la información, si no se limita a transcribir lo que los poderosos quieren que todos leamos. Si no se deja llevar por la inercia de un oficio que cada vez es menos artesano y más de producción en cadena. Yo lo intento, aunque no siempre lo consigo, lo sé. Hoy estoy optimista, parece. Hoy encuentro cosas buenas en mi profesión, en mi vida. Quizás la idea de un blog donde volcar pensamientos puntuales, pero que puedan ser releídos en malos momentos, no era tan mala. Quizás, quizás, quizás...
12.49 Esto de ser semi-autodidacta tiene su gracia, de verdad. El otro día le comenté a Rapun que no tenía ni idea de cómo insertar enlaces, el libro de visitas o las estadísticas en esta "mamarrachada", y ella me dió la clave. poco a poco (y tras una hora de pegarme con mi Mac) he conseguido hacerlo todo. Finalmente ha quedado un blog decente que ya puedo anunciar a los cuatro vientos, aunque no sé si lo haré. Sólo me falta cambiar el color (si supiera cómo) para que ésto no sea un clon del de Beor. tengo que currar, quizás vuelva luego. O no.

miércoles, 10 de julio de 2002

10 de julio de 2002 Después de casi un mes desconectada de este mundo virtual, he decidido regresar, aguijoneada por mi querida amiga Rapunzell. Desconocedora de que había creado mi propio blog, me animó a hacerlo, y a seguir escribiendo cuando se enteró de la existencia de semejante página plagada de paranoias. En fin, el caso es que he vuelto. Quizás necesite saber que puedo expresarme con entera libertad aunque nadie vaya a leerme (o eso creo). Que puedo decir lo que me salga de las narices, sin preocuparme por hacer daño o no, porque en realidad nadie sabe lo que escribo. Aún así, no es mi estilo meterme con nadie. Suelo ser bastante sincera, lo cual acarrea serios problemas con aquellos que no agradecen dos verdades a tiempo. Pero si hay algo con lo que no suelo serlo es con mis sentimientos. No es que me dé vergüenza. Es que me da miedo que me rechacen. Estoy harta de abrirme y de que me hagan daño, por lo que adopté la medida, hace ya algún tiempo, de no abrirme, no enamorarme, no perder el control de mis sentimientos y no revelarlos jamás. Pero incumplí mi promesa hace unos meses. Me enamoré, perdí el control, me sinceré y...era feliz. Hasta que él decidió no seguir y a mí se me rompieron, una vez más, las ilusiones. He vuelto a mi caparazón, y ya no quiero salir de él. Dicen que es difícil, que esas cosas no puedes controlarlas. Pero yo sé que sí puedo, ya lo he hecho antes. Lo que me hace diferente ahora es la mayor determinación que corre por mis venas. Ahora estoy más segura. No quiero pareja. Quiero amigos con los que no sentirme sola. Y nada más. Pero cambiemos de tema. Hoy mi amiga Rapunzell se está mudando, y a mí me gustaría estar con ella, en vez de sentada en la mesa de mi trabajo, fingiendo que trabajo cuando ya no me queda nada que hacer. Increíble pero cierto. Soy periodista, de nacional, Aznar acaba de cambiar el gobierno, y yo no tengo nada que hacer. En parte porque he vuelto a la sección de la que nunca debí salir, cultura, y en parte porque mis compis de sección me ignoran. Pero tampoco me importa. Estoy buscando trabajo como una desesperada (sobre todo ahora que han cerrado el periódico de mis sueños, El Crónica, donde los becarios entrevistaban a Bill Clinton) y la próxima semana tengo cuatro comidas con amigos que podrían darme trabajo. Esto de ser independiente tiene sus desventajas... Pero no me arrepiento.