<$BlogMetaData$>

lunes, 29 de noviembre de 2004

20.10 Miedo Hoy, después de mucho tiempo, he recordado a qué sabe el miedo. Y todo ha empezado por lo que podríamos calificar como una tontería, una llamada de teléfono. O más bien 4. Estaba en casa, tranquila, viendo una película cuando el teléfono de mi casa ha sonado. La verdad, no me he fijado en el número. He descolgado y, aunque había alguien al otro lado de la línea, no han dicho nada. Sin pensar demasiado en ello he colgado el teléfono, concentrándome de nuevo en las imágenes que aparecían en la televisión. Y, pocos minutos después, el teléfono ha sonado de nuevo. Y, de nuevo, nadie ha dicho nada. A la tercera llamada me he mosqueado, he mirado el número y he comprobado que todas las llamadas provenían de un número desconocido. Y, luego, la cuarta llamada. Un número distinto, esta vez de Madrid, pero el mismo procedimiento. Y es entonces cuando me ha asaltado el miedo, porque el prefijo de las tres primeras llamadas sí me sonaba. Después de buscar una agenda por casa he conseguido desechar la peor de las posibilidades que barajaba. Me había equivocado de prefijo, pero por poco. El rato que ha transcurrido entre la búsqueda y la localización del número me ha parecido largo, la verdad. Aunque sé que en realidad no han pasado más de cinco minutos, el sabor metálico en mi boca me ha hecho creer que pasaban horas. Luego, por si acaso, ha acudido a Internet, en busca de la confirmación de que él no está por aquí. Aunque no lo he logrado, el miedo se ha ido reduciendo, quizás por la posterior ausencia de llamadas. Durante toda la tarde he estado pensando en ello, y en mi miedo. Porque aún no he salido del todo de ese agujero en que me metió y en el que otros me hundieron algo más. Pero lo intento. Porque si conseguí romper las cadenas, no van a lograr que recaiga. El equipaje está ahí, aún pesa, pero cada día me deshago de algo. Poco a poco, paso a paso. Porque soy más fuerte que él, que ellos. Porque soy más valiente y, de todos, soy la única que podría mirarles a la cara sin vergüenza por lo que hice. Porque me gustaría decirle, a él que casi seguro que no me lee (o quizás no sea tan seguro), que no pudo conmigo, que yo soy mejor que él, que me hirió pero no acabó con mis ganas de salir adelante. Que más que miedo, me provoca repugnancia. Y, sobre todo, que yo sé que puedo mirar atrás con la conciencia tranquila, que sé de lo que soy capaz, y de lo que no. Puede que para él eso no signifique nada, pero para mí, mantener a una persona a mi lado por lo que soy, y no por el miedo que provoco, es lo más importante del mundo. Jódete cabrón, donde quiera que estés.

miércoles, 17 de noviembre de 2004

12.09 Me confieso Sí, creo que ya es hora de que me confiese. La culpa me quema en el pecho, y las consecuencias de mis actos empezarán a notarse en breve. Así pues, abro mi corazón ahora, reconozco mis pecados y así, al menos, no podréis acusarme de mentiros, ni de no haber avisado. Hace 10 días cometí (con el apoyo de alguien) una terrible imprudencia: me compré una PS2. Y, lo que es peor, adquirí con ella dos juegos. Dispuesta a no tirar el dinero, la conecté y jugué con ella. Y hoy puedo decir, terriblemente avergonzada.... ¡¡¡que soy una viciosa!!! La jodía consola, o los jueguecitos, me han enganchado hasta el punto de tener en mi poder dos ejemplares de una revista de vídeojuegos, leída ya de cabo a rabo en busca de novedades y futuras adquisiciones. Hace dos días que no juego, no por falta de ganas o interés en desengancharme, no. Es que estoy a punto de terminarme uno de los juegos ¡¡¡¡y no quiero hacerlo si no consigo sustituto antes!!!! Este mediodía tengo planes con mi PS2: acudir a una tienda y comprar más juegos. Pero no tengo dinero para todos los que quiero, así que tengo que elegir. Y no consigo decidirme. Hay uno que es inapelable. Pero luego hay otros tres que no me importaría nada tener. Pero nada nada. Así pues, queridos lectores y amigos, no os asustéis cuando os aborde y os pida la lista completa de vuestros juegos (que sé que tenéis) para poder ampliar mis conocimientos de este infame invento. Y ¿sabéis qué es lo mejor? Que por delante tengo tres semanas de vacaciones y sólo pienso en la cantidad de tiempo que tendré para jugar (de ahí que tenga que elegir más de un juego, aunque cuente ya con el apoyo logístico de Athair). Y en la RAM (si finalmente puedo ir) sé que echaré de menos estar en mi casa jugando. Athair, cielo, has creado un monstruo...

martes, 16 de noviembre de 2004

18.50 Alegre, esperanzada, tranquila, cabreada, triste, rechazada, divertida, desesperanzada, injustamente tratada, valorada, calmada, enojada, excitada, en paz, impaciente, deseosa, nerviosa, ardiente, aceptada, irritada, avergonzada, humillada, compungida, iracunda, aburrida, confundida, descorazonada, abatida, querida, desechada, irritante... Hay que ver la de emociones distintas que pueden sentirse en un sólo día (en unas pocas horas).

lunes, 15 de noviembre de 2004

16.00 Se supone que yo no debería estar aquí ahora, en el trabajo. Se supone que los lunes yo sólo trabajo medio día, pero mi jefe no me ha dejado. La razón, que no curré el viernes (porque me cogí el día para asistir a la boda de mi primo). Lógico, no. Mezquino, un poco. O un bastante, si lo sumamos a otras jugadas pasadas. En fin, qué se le va a hacer, no va a amargarme el día. Y menos a una semana de mis merecidas vacaciones. Que le den. El viernes, como ya he dicho, tuve boda familiar. Y Athair me acompañó. Las cosas transcurrieron tal y como me esperaba: mi abuela hizo una declaración de su felicidad y alivio, mis primos se portaron bastante bien, Athair fue un auténtico cielo y la música fue lo suficientemente hortera como para que nos escapáramos a eso de las doce y media de la noche, poco después de que empezara. Hasta ahí todo normal, lo malo ocurrió al llegar a casa y descubrir que no podíamos abrir la puerta. Cerca de una hora y pico después estábamos en casa, con la puerta abierta y 140 euros menos en mi cuenta (lo que me cobró el cerrajero de guardia). Y, sobre todo, una duda: ¿podría pagarme el viaje a la RAM y/o unas minivacaciones en un balneario con Athair? La respuesta hoy, cuando me daban el presupuesto de la nueva cerradura. Y la respuesta es, obviamente, que no. Más que nada porque la broma me va a costar 430 eurazos de nada (a los que hay que sumar los 60 que pagaré la próxima semana para la “delicada operación” –léase castración– de Ulysses). El sábado por la mañana, otro susto. Mientras disfrutaba de un desayuno con Athair me entero de que mis padres están en el hospital (luego era en urgencias) porque mi hermano ha tenido una pelea. Al final no tiene nada, menos mal, sólo la mano derecha hinchadísima porque había tenido la genial idea de romper la luna de un coche de un puñetazo. Bueno, lo de la mano y la denuncia que le puso la Policía por vandalismo, aunque como el dueño del coche no quiere presentar cargos no pasará nada. Susto, nervios, tensión y cabreo por la inactividad de mis padres, que no querían remover nada. Por la noche, fiesta en casa de Tomber. Muy chula, lástima que me tuviera que ir. El domingo, PS2 y partida con Imperator (el blog de Molly está actualizado). Y hoy, buen día. Solo me preocupa una cosa: cada vez como menos. Hoy me he pedido el mismo menú de BK de siempre, y he tenido que forzarme a terminarlo, que si no lo hubiera dejado a la mitad. Pero bueno, tampoco es una preocupación tan grande. Estoy contenta y tranquila, y las vacaciones están muuuuuuuuuuy cerca.

jueves, 11 de noviembre de 2004

16.42 La música y yo Desde pequeña me ha gustado mucho la música. Es posible que entonces no tuviera lo que se llama un gusto muy desarrollado, pero me gustaba. Tanto, que decidí aprender a tocar el piano sólo por disfrutar de cómo sonaba Para Elisa tocado por mí, o que por reyes, cuando sólo tenía 7 años pedí que me llevaran al Auditorio Nacional para escuchar Las Cuatro Estaciones (en favor de mis padres diré que me llevaron y me regalaron un vinilo con una gran interpretación). El caso es que la música me gusta. Y por muchas razones. Hace que el tiempo vaya más rápido cuando lo necesito. Me relaja o me anima cuando mi estado de ánimo no es el más adecuado para la ocasión. Me hace pensar, recordar, replantearme cosas y, muchas veces, es capaz de expresar mejor que mis palabras cómo me siento, o qué siento. Por supuesto no todo lo que escucho se engloba dentro de mis favoritos. Es decir, Rafaella Carrá no me gusta, pero me divierte, y consigue que haga el tonto cuando me voy de petardeo por ahí. Es su función, lo único que le pido, y lo cumple. Desde luego no la pondría en mi coche en un viaje (ni largo ni corto), pero me hace reírme un poco. Existen dos grupos muy dispares que consiguen provocarme siempre las mismas sensaciones. Y quizás por eso ellos sí están entre mis preferidos. El primero es U2. Larry Mullen, Adam Clayton, Bono y The Edge consiguen siempre relajarme. Incluso con sus canciones menos propicias para ello. Aunque quizás el verbo no sea el adecuado. Cada vez que termino de escuchar una canción suya me ocurre lo mismo: me dan ganas de soltar un profundo suspiro, y me embarga una sensación de estar en paz con el mundo. Como si el solo hecho de que existan supusiera que las cosas van a ir bien, que ya van bien. El otro grupo es, mal que le pese a alguno, ABBA. Pero su efecto es muy distinto, me anima. No de esa forma en que te entran unas ganas terribles de bailar y gritar, no. Pero sí de la que hace aflorar una sonrisa a mis labios. Y es que en sus canciones las penas siempre parecen menos de lo que podrían ser. Tienen pocas canciones realmente melancólicas, y las que son lentas (y más bien tristonas) encuentran siempre el momento de subir el tono y el ritmo, de mostrar las razones por las que, a pesar de todo, hay que seguir adelante. Sí, la vida debería ser como una canción de ABBA, y es que en ellas parece cierto aquello de que no hay mal que 100 años dure. Cuando las escucho algo dentro de mí me dice que siguen existiendo razones para seguir adelante: Try once more like you did before Sing a new song, Chiquitita

miércoles, 10 de noviembre de 2004

16.31 ¿Cómo se llama al hecho de seguir esperando que algo ocurra, incluso cuando sabes que eso no ocurrirá jamás? ¿Que la posibilidad no existe o, si existió, está muerta y enterrada o, como mínimo, a mil años luz de ti?
12.51 Avance informativo –La boca. Después de una semana, puedo decir que la infección en la encía ha desaparecido totalmente. Como restos quedan un agujero del tamaño de las zanjas que abren en las calles de esta ciudad y alguna que otra dificultad para bostezar y abrir desmesuradamente al comerme una hamburguesa como la que engullí ayer. –Últimas adquisiciones. O, dicho de otra forma, mi PS2. Un vicio, un auténtico vicio. Y no sólo por el jueguecito del que habla Athair, sino también para el que me compré para disfrute personal: HP y la cámara secreta (en su mala traducción). Lleva sólo 3 días en casa, pero ya le he dado más marcha que a mi vídeo. –Despedida de soltera. El sábado fui a mi primera y, casi espero que última, despedida de soltera de mi vida. La de la novia de mi primo, no la mía, por favor. Fue terrible. Las copas eran tan malas que, con solo media (y la sangría de la cena) el domingo tuve gran resaca. Un asco. La cena dejaba bastante que desear, el espectáculo de drag queen tampoco era para tanto y el streaper no apareció. Conclusión, a las 3.30 de la mañana (tras un par de horas de aburrimiento) estaba dormida. Encima tuve que pagar 64 euros. Hubiera preferido el chuzo. –El trabajo. Sigue igual. Aburridamente igual. Aunque amenizado por la división interna del comité, que le da algo de emoción a mis días. Bueno, eso y la esperanza de ver aumentada mi nómina a finales de este mes. –Vida cultural. Esta noche me voy a ver Mamma Mía!, muy bien acompañada de Rapunzell. La idea era quedar luego con Imperator y Athair, pero creo que terminaremos demasiado tarde. –Vacaciones. Cada vez queda menos... –RAM. Voy a tener que preguntarle al banco si me deja ir, pero no pierdo la esperanza. –Ánimo y demás. Que sé que algunos estabais algo preocupados, pero no ha lugar. Estoy bien. Las cosas van mejorando, y las que no, bueno, esas a su debido tiempo.

jueves, 4 de noviembre de 2004

12.49 Sigo a la espera de una llamada de teléfono que nunca llega. Y si llegara... ¿qué me depararía? ¿Tendría el valor de tirar por tierra parte de lo conseguido hasta hoy y empezar de cero, sin garantías, sin avales, sin red bajo mis pies? Y si lo hiciera, ¿quién me apoyaría? ¿Quién pensaría que estoy haciendo lo correcto (aunque solo sea porque es lo que me apetece)? Me da miedo, para qué negarlo. Cada día que pasa desaparece un poco del valor que, en su momento, creí tener. Sé que si tuviera menos compromisos formales (léase la casa y la hipoteca) las cosas serían distintas y dudaría menos a la hora de tirarme a la piscina. Pero aquí, en mi mesa, me hundo cada día más en lo que parece ser un pozo sin fondo. Nadie va a sacarme de aquí, lo veo clarísimo, casi prístino, y este trabajo no me gusta, no es el que yo quiero hacer. Pero hacer cábalas sobre lo que no es posible que suceda no tiene sentido. Mejor pensar en las vacaciones. En las tres largas semanas que me esperan, sin hacer nada. La primera la pasaré en casa, muy bien acompañada. La idea, vagear, ver a los amigos, organizar alguna cena y dejar a mi acompañante en ridículo el día 23, cuando nos sentemos a escuchar a Les Luthiers. La segunda... ni idea, no hay grandes planes. Quizás una escapada a Asturias, a ver a mis tíos, aunque está algo lejos y quizás solaparía la reunión de listillos que se celebra la siguiente semana (la tercera de mis vacaciones). Aunque aún hoy me pregunto si me apetece ir. Después de la experiencia de la pasada (en la que 10 horas después de llegar ya quería volver a casa) la perspectiva no me seduce demasiado. Aunque, por otro lado, ¿qué iba a hacer yo en Madrid sola, si todos estaréis allí (y los que no tampoco estarán en la capital)? Aunque, por otro lado, ¿quién iba a cuidar de Ulises? Eso sí, la opción N.Y. se retrasa, quizás hasta navidades, o eso dice mi madre ahora...