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miércoles, 26 de octubre de 2005

Retazos (actualizable)

El lunes me llamaron cabeza buque. ¿El motivo? Que quería hacer bien mi trabajo y no saltarme el procedimiento establecido. Y, aunque parezca sorprendente, en este caso el procedimiento es bueno, es necesario. Y desde luego yo, a 3 semanas de la renovación, no me lo iba a saltar a la torera. Mierda de Zimbawe. Se rumorea cuándo será la cesárea real: lunes 31 de octubre. Genial, porque yo estoy de vacaciones (de viernes a miércoles), así que a mí no me toca. Por una vez lo he hecho bien. Está claro que tengo ojo para esto de los embarazos y los partos (hace dos semanas que estoy diciendo en el curro que iba a ser este puente y nadie me hacía caso). ¿He dicho alguna vez que no me gusta el trabajo hecho con prisas, chapuceramente y sin ningún rigor? Seguro que sí, pero lo repito. Lo siento, soy una pejiguera, una plasta y todo lo que queráis, pero para mí las siguientes frases no son, en absoluto, sinónimas: *“ El reciente acuerdo sobre sanidad demuestra la voluntad del Gobierno de solucionar los problemas con diálogo” *”El reciente acuerdo que el Gobierno ha alcanzado con las Comunidades Autónomas respecto de la Sanidad demuestra la voluntad de cooperación del Ejecutivo con estas administraciones, para hacer frente a sus problemas de financiación en la prestación de un servicio público básico del que son titulares”. Ayer en el metro causé sensación. Iba tan tranquila leyendo el último libro que me habían enviado: Molly Moon viaja a través del tiempo. El caso es que en determinada estación, se subió a mi vagón una clase entera de chavales de unos 11-12 años. Todos preguntaron por el libro, me pidieron ver la portada y leer la contraportada. Me preguntaron qué tal estaba, cuándo había salido (a lo que no supe contestar) y dónde lo vendían. Fue divertido ver a los primeros chavales atarse los cordones de las zapatillas varias veces para poder disimular y echar un vistazo al libro. Cuando se bajaron del metro (muy emocionados), todos se despidieron de mí y me dieron las gracias, mientras comentaban que les iban a decir a sus padres que se lo compraran esa misma tarde. Me gustaría creer que ayer 50 padres preguntaron en librerías por el libro, pero lo dudo. Y es una pena. Hoy se han escrito algunas cosas con las que estoy de acuerdo y otras con la que no, pero no me apetece mucho escribir sobre ello, la verdad. Estoy cansada. Mi jefe me ha dicho hoy que ha solicitado que me suban el sueldo en una cantidad cercana al 50% de lo que dejaré de recibir por el hecho de que me bajen de categoría. Se supone que deberían llamarme de personal para contarme algo, pero no lo hacen. Y encima me han dicho que como es cambio de contrato no tienen obligación de avisarme hasta el último día. Me quedan 17 ó 18 días de vacaciones (con 2 fines de semana), dependiendo de si me cojo uno o dos días para cierta hechadura. Quería irme de viaje una semana, o unos días, pero no encuentro nada para una persona. Incluso hay hoteles por Internet (la única forma que tengo de reservar habitación en lejanas tierras) que no admiten la opción de una persona por habitación.

viernes, 21 de octubre de 2005

Rutina

Abro los ojos. El despertador aún no ha sonado, pero los maullidos y arañazos de Ulises en la ventana de me han despertado, solo a medias. Abro la puerta de la cocina y le dejo salir. Cierro la puerta de mi habitación y vuelvo a la cama. Aún hay tiempo. Media hora después las noticias inundan mis oídos, pero mi cerebro no las procesa. Apago la radio y bostezo, mientras me voy levantando de la cama. Con los ojos pegados, reviso las ofertas de empleo que esa noche han llegado a mi correo. Nada emocionante, pero aún así envío un par de CV, sabiendo que, esta vez, tampoco me van a seleccionar. Cierro el correo y apago la pantalla del ordenador. Me ducho, me visto y me voy al metro. Por delante tengo una hora de viaje en transporte público, y desde Anansi Boys no encuentro ningún libro que me enganche de verdad. Llego al trabajo, compro una lata de Fanta mientras mi ordenador arranca y me siento en mi silla, dispuesta a leer artículo tras artículo. Con suerte, unas 9 horas después estaré saliendo por la puerta. Si no, me habré pasado el día pidiendo que haya trabajo, que vaya rápido, y que pueda estar en casa antes de las doce de la noche. Llego a casa, acaricio a Ulises mientras compruebo las descargas de la mula . Veo algo en la tele (preferiblemente algo que me acabe de descargar), juego con Ulises. Me voy a la cama. Y mientras mi vida pasa a mi alrededor, espero. Cosas que no llegan nunca, cosas que no han de llegar. Que me alegrarían el día, o la semana, o el mes. Cosas que espero desde hace tiempo y que cada vez espero menos. Estoy cansada. Me duermo algo triste. Y vuelta a empezar.

domingo, 16 de octubre de 2005

Mirando atrás

Hoy he ido al cumpleaños de S. Hacía como unos 3 años que no la veía (10 minutos, de pasada, en una boda no cuentan), así que cuando me invitó, quise asistir. No solo porque existía la posibilidad de pasármelo bien, sino porque nos lo debía. S y yo fuimos muy amigas durante unos cuantos años, prácticamente toda mi adolescencia. Nos quisimos mucho, y simplemente la vida nos llevó por distintos caminos. Las veces que he vuelto a ver a toda esa gente con la que compartí muchos años han acabado más o menos igual: pensando en lo mucho que nos habíamos distanciado, en lo distintas que eran nuestras vidas, a pesar de que hubo una época en la que iban, más que paralelas, por el mismo camino. Hoy eso no me ha pasado, porque ya iba sobre aviso, por decirlo de algún modo. Pero ha sido extraño. Como siempre pasa en las fiestas donde hay mucha gente que no se conoce de nada, se han ido haciendo grupos de aquellos que sí se conocían. Al final yo me he quedado con 3 personas, dos chicos y una chica: Gerardo, Jorge y Sara. Con el que primero he hablado ha sido con Gerardo, que parecía tan perdido como yo. De unos 24 años, iba con una camiseta de Dublín y con un reloj binario como el de FaHsS. Sí, era muy crío, pero también muy bonachón, y me ha caído bien. Con los otros hemos hablado luego, y no puedo decir que me hayan caído bien. Ella iba como una cuba y él era un prepotente bastante borde. En menos de 5 minutos han empezado a meterse con Gerardo, cosa que no me ha hecho mucha gracia. El caso es que, cuando ya me iba, me ha dado por pensar en lo distinto que había resultado todo a como me lo había imaginado. Y de ahí a cómo me hubiera gustado estar en otro sitio. Sí, he ido porque me ha dado la gana, yo lo he elegido así, pero no estaba donde quería estar. Ni siquiera cuando he visto en qué se estaba convirtiendo he hecho mucho para cambiar de sitio (un par de borderías y poco más es todo lo que he hecho). Podía haberme ido, pero no lo he hecho. Había elegido estar ahí, y aunque no era lo que me había imaginado, me he quedado más tiempo del que hubiera querido soportar. Y me he dado cuenta de que en unas cuantas cosas de mi vida el esquema ha sido (y es) ése. Hago cosas pensando en cómo va a ser, y cuando no es, simplemente decido esperar, por si, con un poco de suerte, cambia. O lo hago cambiar. Pero, ¿es eso bueno? ¿Cuánto tiempo hay que esperar para dar por perdida una batalla? He ido a donde he querido, a donde he elegido, pero no estoy donde quisiera. ¿Cuántas veces tienes que caerte y volverte a levantar hasta que te das cuenta de que es mejor levantarte por otro sitio? ¿Dónde está la escala que mide hasta cuándo es bueno aguantar, hasta dónde merece la pena luchar? En noches como ésta me pregunto si la opción que he elegido es la buena, la mejor para mí, o si hay otras que estoy mirando sin ver.

viernes, 14 de octubre de 2005

Competencia

Es triste ser consciente de que la persona más competente en un puesto de trabajo es, precisamente, la que menos interés tiene por él. Sí, obviamente estoy hablando de mí. Hace unos días tuve el honor de compartir jarras de cerveza y raciones con el obispo y la hereje (más referencias, acudir al blog de Imperator). Entre muchos de los temas que se tocaron estaba el de la competencia laboral, que se ilustró, muy alegremente, con algunos de los ejemplos más sangrantes de las jornadas laborales del prelado. Bueno, pues ahora es a mí cuando me toca hacer el gesto del orangután: Si me miro al espejo ahora... No merece la pena hablar de ello, la verdad. Son cosas tontas, detalles, pero demuestran que a la gente le da igual hacer las cosas bien, mal o regular (o directamente mal), siempre y cuando reciban su cheque a final de mes. A mí no. Cuando hago algo procuro hacerlo lo mejor posible, me guste o no. No soy especialmente feliz en mi puesto de trabajo, ni quisiera quedarme en él los casi 40 años de vida laboral que me quedan, pero mientras esté en él lo haré lo mejor que sé, como si realmente me gustara lo que hago, como si disfrutara con cada coma que tengo que añadir, o con cada texto que tengo que ajustar. En mi pueblo algunos lo llaman ser demasiado perfeccionista. Yo lo llamo profesionalidad.

lunes, 3 de octubre de 2005

Keep your sticky fingers off Ireland

La frase que da título a esta entrada está sacada de una de las maravillas que Athair ha tenido el buen gusto de traerme de su visita a la Gran Manzana: Marvel 1602. Se trata de una de las últimas obras de Gaiman para el maravilloso mundo de los cómics, y es genial. Me lo ha dado esta mañana y ya lo he terminado, era imposible no hacerlo. Y sí Athair, la frase me ha encantado. Las otras dos cosas que me ha traido también tienen que ver con este inglés: una crítica de MirrorMask (¡qué ganas tengo de verla!) y mi deseada Anansi Boys, que ya he empezado a leer, y cuyo primer capítulo es muy muy divertido. Aunque el mejor regalo es que haya vuelto. Y que lo haya hecho como lo ha hecho. Y siguiendo con Gaiman he descubierto que, de nuevo, alguien ha borrado algunas entradas de su blog traducido, y lo ha hecho hoy mismo. Estoy muy mosqueda, y nada contenta, pero estoy empezando a tomar medidas. Y nuestro querido Cálico Electrónico vuelve a ser lo que era, el último capítulo es genial. Todo lo que haga la más mínima referencia a Calvin y Hobbes tiene un grado de calidad asegurado. Por cierto que tengo que hacerme con sus libros... a ver si lo consigo pronto. Ulises está revoltoso hoy, y yo no tengo mucha paciencia esta noche... Quizás porque me mosquea comprobar lo cobarde que soy, o porque no soporto las injusticias. Pero de eso hablaré otro día, hoy es mejor que, simplemente, lo deje correr. Lo dicho, Keep your sticky fingers off Ireland. O mejor, Keep your sticky fingers off Gaiman's Blog.