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lunes, 17 de abril de 2006

Celebración Deluxe



Durante muchos años, las celebraciones de mi cumpleaños fueron siempre un desastre. Si hacía la fiesta al aire libre, llovía. Si mis padres buscaban un lugar, estaba lleno. Eso sin contar con que el 90% de las veces caía en Semana Santa y, cuando me quería dar cuenta, todos mis invitados tenían los siguientes fines de semana comprometidos en otros cumpleaños.

Pero eso empezó a cambiar hace poco. El año pasado fue un gran cumpleaños (eliminando la absenta de la ecuación, claro) y este año ha sido muy bueno también. Y eso que hubo momentos en que amenazó desastre. Pero no me rendí y seguí buscando formas de conseguir un grandioso cumpleaños.

La fiesta sorpresa en casa de Imperator y Rapunzell fue todo un puntazo, aunque yo llegara tardísimo. La tarta estaba riquísima, algunos de los que estaban habían hecho un gran esfuerzo por estar, los regalos fueron geniales y la decoración me encantó. Un lujo, vamos.

Después de eso pasaron unos días de relax, de cara a la celebración privada. Athair y yo teníamos varias cosas que celebrar y decidmos dedicar un día entero a ello.

Así que el día de mi cumpleaños empezó de forma relajante con la visita a un Spa: circuito termal y masaje de 20 minutos. Salimos relajadísimos y encantados de la vida. La comida fue en el Hard Rock Cafe, al que yo no había ido nunca. Y quiso la casualidad que nos sentaran en una mesa junto al disco de multiplatino que habían dado a U2 por Achtung Baby.

Después de hinchar nuestros estómagos hasta el máximo, fuimos al lugar donde se encontraba el verdadero regalo. En mi infinita pereza, había decidido que en mi cumpleaños no quería dedicar un solo momento a cocinar, ordenar, recoger, etcétera. Quería que me lo dieran todo hecho, así que decidí que podíamos pasar la noche en un hotel. En un buen hotel. Es el típico lujo que siempre me he querido dar y nunca me he podido permitir, pero este año sí. La reserva era para una buena habitación para dos con desayuno, pero al llegar me ofrecieron un upgrade: cambiar de una habitación standard a una suite executive por un precio que me pareció razonable. Sobre todo cuando me dijeron que la suite tenía jacuzzi. Nos enseñaron las dos y me lancé a la piscina. Y no me arrepiento en absoluto:



Darse un relajante chapuzón a las once de la noche, comiendo unas deliciosas uvas, en la mejor de las compañías y viendo el cielo estrellado de Madrid (lástima del exceso de contaminación lumínica) no es algo que pueda hacer todos los días.
Fue un auténtico lujo, y uno de los mejores regalos que me he hecho a mí misma en toda mi vida.

El desayuno, a la mañana siguiente, tampoco estuvo nada mal.

En definitiva, que fue un cumpleaños grandioso. El peluche de Elmo, el masaje, el jacuzzi, las flores (que me he traído a casa, mostrando así que no soy, en absoluto, una persona acostumbrada a los lujos de los hoteles de 5 estrellas), la visita al Museo de Ciencias Naturales (hacía siglos que no iba), la comida, la cena, el desayuno, la visita al Rastro... Todo fue perfecto.

Y aún falta la fiesta.

Cada año mis cumpleaños son mejores. Casi estoy deseando que llegue el próximo, para ver con qué me sorprende la vida.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

5/09/2009 04:05:00 p. m.  

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