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sábado, 1 de abril de 2006

Cine y Literatura

Acaba de llegarme una nota de prensa que habla del estreno de la nueva película de Disney. Su argumento no podría ser más... ¿original? Veamos:

"En esta salvaje y surrealista aventura, una peculiar pandilla de animales procedentes del Zoo de Nueva York"
Me suena, me suena... ¿lo habrá visto antes?
"descubren que la ciudad puede ser una verdadera jungla"
Ufff... se ha encendido una luz roja en mi cerebro....

"cuando uno de los cachorros de león es enviado por error a la selva de verdad y se ven inmersos en una arriesgada misión con el objetivo de rescatarle"
Las alarmas acaban de destrozarme el tímpano, de tan alto que han sonado. Ah, pero no, esperad... se trata de un cachorro de león, así que ya no hay plagio, claro. Además, en la pandilla sólo hay dos animales que coincidan: "un león, una jirafa, una anaconda, un koala y una ardilla".

Me pregunto si tendrán pingüinos expertos en elaborar sushi...

Hace ya algún tiempo mantuve con Athair, y con muchos otros en otros momentos, una conversación sobre la falta de originalidad en el cine y la literatura actuales. En éste último caso hablábamos de los últimos éxitos en literatura infantil a raíz de unas cuantas denuncias por plagio. Analizando unos cuantos títulos, descubrimos que cerca del 90% se ajustaba a un mismo esquema de trabajo, de forma que era lo de alrededor de la trama principal lo que realmente podía aportar originalidad al escrito.

Si bien esa linealidad en las creaciones me apena, más lo hace la que demuestran algunas productoras de cine. Al final, o copian de otras (véase el ejemplo de arriba o baste recordad el estreno casi simultáneo de Antz y Bichos), o el argumento es predecible desde el minuto 2. Y eso en los casos en los que se trate de guiones originales, que no son tantos. Vivimos una época en la que la mayor parte de la creación cinematográfica se basa en las creaciones literarias, normalmente de la época. Y lo normal, salvo excepciones, es que al final la película sea bastante mala. No porque no haya medios, o porque el equipo no sea bueno, sino porque una gran parte de la literatura actual (de la que se vende y se adapta) es pura basura.

Acabo de terminar de releer Matar a un ruiseñor y, mientra disfrutaba de cada página, era capaz de recordar cada fotograma de la adaptación que se hizo. Ambas (novela y película) son obras maestras que, cada vez que las disfruto, me hacen llorar y enamorarme de Atticus Finch.

Recordaba también la primera vez que vi la película. En versión original subtitulada, grabada de una sesión de madrugada de La 2. Yo debía tener 12-13 años, y me aficioné a grabar esas películas, que correspondían a un ciclo, no recuerdo si de cine negro/judicial o de adaptaciones. No recuerdo todas ellas, pero sí recuerdo la sensación de no haber visto una mala película en ese ciclo. Admito que cuando se trata de ciclos es mucho más fácil que todas las películas sean buenas, pero aún así... no sé si podría (en estos momentos) elaborar una lista de grandes adaptaciones actuales que pudieran componer una selección ni medianamente aceptable.

La capacidad técnica y económica para producir largometrajes es muy superior a la que existía hace 30 años. Hoy, sigue habiendo grandes escritores que cuentan historias mágicas en sus novelas. Entonces, ¿por qué es la mediocridad la tónica general de lo que sale de su unión?

Creo que en buena parte se debe a que el cine, hace 30-40 años, tenía una finalidad distinta. Sí, quería entretener, pero no “a cualquier precio”. Por supuesto que no todas las películas de aquella época son buenas, pero creo que sí son honradas. Ir al cine no era una opción más ocio, como hoy día, sino que se trataba de una actividad muy especial. No era algo cotidiano, sino excepcional, y la gente que vivía de ello (actores, directores, guionistas...) eran conscientes de ello. Tengo la teoría, o quiero creer, que de alguna forma intentaban dar lo máximo en cada película, como si existiera un contrato no escrito que ellos respetaban.

Ahora las cosas han cambiado. La gente va al cine con cotidianidad. No esperan obras de arte, sino sólo olvidarse durante una hora y media (a lo sumo dos horas) de sus problemas de cada día. En general, parece que gustan más las películas intrascendentes, de contenido fácilmente digerible. Pero, por alguna extraña razón, aunque eso es lo que vende, nadie, ni siquiera la propia industria es capaz de reconocer esos trabajos como buenos. O, simplemente, como aceptables. Lo normal es que, a la hora de los reconocimientos, la película más taquillera del año no consiga nada.

Me jode la hipocresía de una industria que vive del entretenimiento, que produce lo que produce, y que luego parece avergonzarse de ello.

Y, como siempre, ya se me ha olvidado qué es lo que quería decir cuando empecé a escribir esta entrada...