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jueves, 1 de septiembre de 2005

¿De quién es la culpa?

Culpa. (Del lat. culpa). 1. f. Imputación a alguien de una determinada acción como consecuencia de su conducta. 2. f. Hecho de ser causante de algo. Responsabilidad. 4. f. Der. Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente. La culpa, o responsabilidad, es siempre de uno mismo. Todos tenemos la capacidad de cambiar nuestra conducta según la situación y obtener con ella lo que cada cual considere el mayor beneficio. Así, siguiendo ejemplo de Rapun sobre la arena (me gustó mucho, qué se le va a hacer), si decides ir a la playa a comer una paella, comerás arena. Pero la responsabilidad no es ni de la playa, ni de la arena ni de la paella, es tuya, que sabías que eso iba a pasar y decidiste hacerlo de todos modos. Si lo que me apetece es comer paella en la playa tengo dos opciones, joderme y aguantarme o comerla en el chiringuito. En los dos casos eliges un mal menor en pos de lo que mayor beneficio te reporte (comer paella casera con las olas bañando tus pies, o comer paella sin arena). Obviamente puedes intentar limpiar la playa de arena, pero es un gasto de energía inútil, ya que puedes morir en el intento de quitar la arena o, si tienes éxito, convertirás la playa en otra cosa, pero dejará de ser la playa. En cualquier caso la decisión es tuya, y la responsabilidad sobre ella también. Y sobre sus consecuencias. Tienes lo que tienes, ni más ni menos. Tienes lo que te has buscado, lo que te has currado y lo que estás dispuesto a trabajar. A veces no puedes hacer que las cosas vayan mejor, pero decides cómo asumes eso. Ejemplo práctico: mis posibilidades reales de cambiar de trabajo pueden ser elevadas. Si decido que no quiero perder poder adquisitivo, las reduzco un poco. Pero lo hago yo. En mi caso, tal y como se ha demostrado, las reduzco un montón, casi hasta que llegan a cero. Bien, ahora puedo lamentarme o asumir que dado que yo he preferido mantener mi estatus económico por encima de mi bienestar profesional, lo mejor que puedo hacer es dejar que mi trabajo me amargue lo menos posible. Por supuesto que habrá días que el desánimo sea grande, pero en general la actitud más sana es evaluar y elegir. Lo mismo pasa con las personas. Intentar barrer su arena es inútil, está ahí porque les gusta, por mucho que te fastidie a ti, así que o bien pones cemento de por medio o bien asumes que hay lo que hay, y vives con ello. Todos hemos tenido en nuestra vida, de manera más o menos cercana, a típico malote de instituto. Era el repetidor, el que fumaba en los baños solo porque estaba prohibido (salir a la calle no molaba), el que tenía enamoradas al 90% de la población femenina que lo rodeaba, el que salía un día con una y otro con otra sólo por el placer de jugar con todas a la vez... Muchas pensaban que podrían cambiarle, “conmigo será diferente”. Bueno, podría ser. Pero sólo cuando él quisiera. Era como la llama de una vela. Ágil, cambiante, atrayente... Y quemaba. Pero sólo si tú querías que quemara. Siempre había un límite en el que poder mantener tu integridad. Pero debías saber que, por encima de la remota posibilidad de que realmente se enamorara de ti, estaba lo que querías: pasar un buen rato y punto, sin más complicaciones. Sin quemaduras. Ponías un muro de cemento para que la arena no te llegara. Conocí a muchas que no pusieron el muro, y sufrieron por ello. A pocas las oí ser valientes y declarar que, aunque sabían que eso iba a pasar, habían decidido arriesgarse. Creo que cualquier opción es buena, siempre que se afronte con valor y determinación, haciendo lo que quieres. Y asumiendo que tenías un buen montón de cartas descubiertas sobre la mesa que te permitían aventurar lo que iba a pasar. Vamos, que la responsabilidad (o la culpa) eran tuyas, porque tú habías tomado la decisión de hacer lo que fuera. Yo soy responsable de lo que tengo, me he ganado a pulso las cosas que tengo, las buenas y las malas (y estoy hablando de cosas fuera de la inevitabilidad de la naturaleza, aunque si quisiera ser rubia, podría). Así que no me valen excusas ñoñas del tipo “es que no lo sabía”, “es que creí”...Puede que en algunas cosas, y en algunos momentos no tuviera toda la información. Pero luego sí. Y si decidí seguir adelante fue cosa mía. Nadie me engañó. Asumí y asumo los riesgos. Luego las cosas pueden salir mejor o peor, pero están ahí porque yo quise. Si, por ejemplo, el novio de X (al que llamaremos Y) decidiera ponerle los cuernos, obviamente (en principio) la culpa no sería de X, sino del novio. Pero si X sabía que su pareja no tenía intención de ser fiel, las cosas cambian. Entonces X sabía dónde se metía, y debe asumir que, en el fondo, sabía que eso podía pasar. Y si no lo sabía, y realmente es la primera infidelidad en la vida sentimental de Y, aún así X tendría opciones. Podría decidir seguir con él, asumiendo que eso ha pasado y perdonándolo, hablándolo con Y y llegando a acuerdos o haciendo como si eso nunca hubiera ocurrido (mala idea). O bien puede plantarle en el sitio y seguir su vida. Puede llorar amargamente durante mil días y sus noches, o puede decidir que eso no la va a amargar... ¿Veis? Es su decisión, su responsabilidad. Ha habido cosas en mi vida que no me han gustado y he cambiado. Otras que no he podido cambiar y que he asumido de la mejor forma posible. E intento hacer eso ahora mismo, con las cosas feas que veo a mi alrededor. Sí, podría estar mejor. Sí, podría ser más feliz. No, no me cabe ninguna duda de que lo conseguiré. Sólo hay que tener claro que la culpa, la responsabilidad de ello, es sólo mía. P.D. Yo también provoco imágenes mentales de vacas tocando el violín, pero las neuronas, en vez de animar, crean interpretaciones alternativas de mis palabras. Así, la frase "Película adaptación de la cuarta novela" ha quedado convertida en "Cuarta adaptación de la famosa novela...". Genial.