<$BlogMetaData$>

jueves, 20 de mayo de 2004

2.15 Casualidades o causalidades La noche se ha apoderado de mi día. El insomnio me ronda, y las hormonas siguen bailando su alegre danza que destroza mis resistencias. La vida no es más que una colcha hecha con retales de recuerdos y cosida con el hilo de las casualidades. O causalidades. Depende de ti elegir bien esos retazos de vida, hacer que combinen, y que formen un conjunto armonioso y bello en su apariencia. Aunque a veces tengan remiendos, éstos deben ayudar a enfatizar lo hermoso que hay en esa agradable y mullida colcha. Existía, y existe, una película que, en realidad, venía a decir esto mismo. El título era Donde reside el amor (How to Make an American Quilt en una más acertada denominación original). La historia, la de siempre. Seis mujeres que se juntan en la casa de una para tejer la más bella colcha de su vida, la que constituirá el mejor regalo de bodas para la nieta de la anfitriona. Mientras cosen, repasan sus vidas, sus aciertos y sus errores. Al final, sus historias de amor, hechas de fracasos y éxitos, consiguen el objetivo: la más bella colcha, donde los colores combinan, los remiendos ensalzan y la composición destaca cada retazo de vida. Con esa película aprendí que mi vida, el cuadro que de ella podría pintarse, depende casi tanto de aquellos que me rodean que de lo que he vivido a solas. Hoy, una de esas casualidades de la vida me lo ha vuelto a recordar. Si hace más de 80 años un loco irlandés no se hubiera empeñado en escribir “el mejor libro de la historia”, hoy millones de personas no sabrían que, una vez, hubo alguien llamado Paddy Dignam. Y, lo que es mejor aún, el próximo 18 de junio no se reunirían cientos de dublineses, ocasionales o no, para celebrar el velatorio de un hombre que lleva 100 años enterrado. Ese día, yo estaré en Dublín, aunque no me vestiré a la usanza de 1904 para visitar a una de las ilustres familias irlandesas por obra y gracia de la literatura. Más que nada por mis sufridos acompañantes, que por mí iba de cabeza. Sí, el día que llego a esta gris pero hermosa ciudad, se celebra uno de los ritos más curiosos y divertidos relacionados con la obra de Joyce. Buscando qué eventos tendrían lugar en las fechas de mi estancia lo he descubierto. Y he descubierto algo aún mejor, o peor, según quién lo mire. Por fin la película Bloom ha visto la luz. Se trata de un largometraje de 113 minutos que traslada a la gran pantalla el Ulysses. Sabía de él hace tiempo, unos 5 años, y aguardaba con ansia su estreno. Un estreno que tuvo lugar en Dublín el pasado 15 de abril (¿os suena de algo esa fecha?) y que, por lo visto, no podré disfrutar en España, ya que nadie ha querido comprar sus derechos (¡¡cobardes!!). Confío en que cuando llegue a Dublín pueda verla en la gran pantalla (ya tengo actividad para el viernes y demasiado cine fuera de España), aunque me he informado de que, a partir de junio, se pondrá a la venta el DVD. Evidentemente me he suscrito al boletín de novedades para poder pedirlo cuanto antes, bueno, si no lo encuentro en Dublín. Eso sí, ahora sí necesito un DVD multizona. Y así podré comprarme también Nora. En cualquier caso, me quedo con las casualidades que, de forma remota, nos unen a Joyce y a mí. La pasión por la escritura, el amor a un libro, dos besos robado a un sorprendido joven ante las cámaras de la televisión canadiense, una hora escuchando su voz grabada y la coincidencia entre mi cumpleaños y el estreno de su película. Por menos de eso, hizo famosos a Dignam y a un inesperado caballo vencedor. P.D. Tomé la decisión, sólo espero que fuera la correcta.