<$BlogMetaData$>

jueves, 29 de julio de 2004

12.15 Estoy bien Parece ser que mis últimas entradas de blog han despertado un cierto revuelo y preocupación. Os lo agradezco, pero es innecesario, chicos y chicas. Estoy bien, de verdad. Es cierto que he tenido unos pequeños apuros económicos, pero Santa Nómina se me ha aparecido por fin. Y sí, tengo conjuntivitis aguda en los dos ojos y no me han dado la baja (tampoco la he pedido, que sabía la respuesta), pero mis jefes me dejan tomarme las cosas con calma. Y bueno, sí, tuve unas horas de retiro espiritual y examen de conciencia, pero ya dije que eso no era malo en absoluto. Además, cuando lo fue, allí estaba Dwymorwen para sacarme de casa. Eso sí, al final no conseguí arreglar nada, porque adopté la postura Scarlett O’Hara, esto es, “ya lo pensaré mañana”. O más bien, ya actuaré en otro momento, que ahora: a) no me apetece y b) el tiempo me ha demostrado que hay cosas más importantes por las que preocuparse (y no, yo no soy protagonista de ninguna de ellas). En definitiva, estoy bien, razonablemente bien. Y si no sonrío en exceso se debe a que ando algo preocupada por otras personitas. Pero os agradezco a todos el interés, las preguntas y los mimos ofrecidos y dados. Ahora, por favor, centrémonos en cosas más importantes, que las hay. Y acabo de acordarme de que hoy no me he ocupado de mis desarreglos hormonales... Mierda, mierda, mierda. ¿Y ahora qué hago yo? Supongo que de eso también tendré que ocuparme más tarde... Igual pasa con mis vacaciones. Aún no sé si me darán los días de agosto que he pedido, tiene que venir mi jefe para aprobarlos. Sólo espero que no me ponga problemas. Porque, aunque no voy a salir de Madrid esos días, no me vendrían nada mal. Y septiembre, donde tengo 15 días en los que tampoco haré nada, queda muy lejos... Y siguiendo con este cajón desastre, reconocer que el martes fui consciente de lo lejos que vivo. Me levanté con los ojos fatal, tenía que ir al médico, y tenía dos opciones: el hospital del pueblo en el que vivo, o el hospital de Madrid donde siempre voy (en Moncloa). A ninguno podía ir en coche, y la opción que más me seducía (por aquello de lo malo conocido) era la de Madrid. Tuve que bajar en Metro. Hora y media de trayecto con los ojos hinchados, sin ver los carteles de las paradas, y llorando por lo mucho que estaba tardando (genial para la conjuntivitis). Y luego bronca con mi madre por ese y otros temas. Se me pasó. No, no vivo cerca. No vivo cerca de nada, aunque sí de algunos. ¿Me arrepiento? A ratos sí. Otros, pienso que no podría haber hecho otra cosa. Hay momentos en los que miro mi casa, sus tres habitaciones, y me pregunto que para qué quiero yo tanto espacio. Ulises y yo nos perdemos en tanto espacio. Y, dado que está todo el rato pegado a mí, me pregunto si realmente necesitamos tantos metros cuadrados. Pero preguntarse cosas así no tiene sentido ya. No hay vuelta de hoja, y más vale que me acostumbre a las luces apagadas y el silencio solo roto por un ronroneo potente. Y no os preocupéis, sólo son reflexiones que, de vez en cuando, me asaltan. En absoluto deben ser motivo de preocupación para NADIE, ni siquiera para mí. Lo dicho, que volvamos nuestra mirada hacia aquellos que nos necesitan estos días, se lo merecen, y, sobre todo, aunque lo demanden menos de lo que debieran, lo necesitan, y mucho. Un abrazo a todos.