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miércoles, 21 de julio de 2004

17.15 Falsa modestia y otras historias Ayer mantuve una interesante conversación telefónica en la que se incluyó esa mal, ¿menor?, que cito en el título. Siempre he pensado que la falsa modestia era algo malo, a saber: X sabiendo que es bueno, por ejemplo en un juego de ordenador, dice que no lo es a la espera de que quien le escucha le dé palmaditas en la espalda diciéndole que sí, que es muy bueno. Obviamente este ejemplo es aplicable a cualquier cosa que se sea (alto, guapo, divertido...) o se sepa hacer. Nunca me ha gustado esta actitud, porque implicaba una falsedad de carácter que siempre me ha repugnado. El caso es que ayer, en esa conversación, la otra persona me dijo que lo mío era falsa modestia. En estos momentos no recuerdo muy bien a qué vino, pero supongo que a algo que la otra persona daba por supuesto de mí, y que yo negué. Desde ayer ando pensando, a ratos, en eso. ¿Realmente lo mío es falsa modestia? ¿De verdad niego cosas que sé ciertas sólo para recibir mi sardinita? Supongo que, como todos, alguna vez lo habré hecho. Pero no me preocupa lo puntual de un comportamiento, sino que éste se convierta en hábito. He estado recordando situaciones, conversaciones en las que yo haya dicho “no”, para ver si podía ser falsa modestia. Y no he encontrado ninguno (eso no quiere decir que no los haya y nos los recuerde). De hecho, me han venido bastantes ocasiones en las que sí he afirmado que tal o cual cosa se me daba bien (sin ir más lejos, ayer en la comida con mi madre). Aún así he hecho un segundo examen de conciencia, preguntádome no ya si lo hacía por esos motivos, sino si las respuestas tipo sardinita me molaban o no. Lo siento. La respuesta es no. Es cierto que a veces me cuesta reconocer si algo se me da bien o no. Pero no lo hago para que los demás me digan que sí, de hecho cuando lo dicen suelo azorarme, ponerme nerviosa y pierdo mi capacidad para salir airosa de la situación. Si encima ya no es sobre algo que haga bien, sino sobre algo que “soy”, la cosa se pone muucho peor. Y no, no es falsa modestia. Es baja autoestima, que no sé qué es peor. Así pues, anoto en mi cuaderno mental una tarea más sobre la que trabajar: apreciarme en lo que valgo, mucho en algunas cosas o regular en otras (no nos engañemos, en informática soy un zote). Nota para los lectores: no busco sardinitas con esta afirmación. Sólo me desahogaba. Y cambiando de tema, hoy me he llevado una buena bronca en el trabajo. Todo por un pie de foto “políticamente incorrecto”. ¿Por qué? Muy sencillo, se me ocurrió mentar la palabra “cárcel” en él. Y claro, estaba prohibida aunque nadie se tomó la molestia de decírmelo. el caso es que, después de agachar las orejas como me aconsejaba mi geniecillo prudente, me ha entrado un cabreo de mil demonios. Las razones, tres: 1. La historia y el pie de foto los pasé a los jefes a las nueve y media de la noche del viernes. Sólo tenían que haber leído con atención para haberse dado cuenta y ordenar el cambio. 2. Nadie expresó que la palabreja en cuestión no pudiera ser usada. Y yo aún no soy adivina. 3. Y más importante: la libertad de expresión no existe. Menudo notición, ¿verdad? Bueno, pues lo siento, pero es algo que me cabrea y mucho. Pasan los años, sigo dedicada a esta profesión y no consigo que la indignación del primer día se me pase. La libertad de expresión es un Derecho contemplado en la Constitución y en el sistema judicial de este país. Los medios de comunicación, y los periodistas, somos sus garantes. Y nuestros jefes se la pasan por el forro. Genial. Simplemente genial. Ya está mal que no se toquen ciertos temas, y ciertos ángulos, pero que encima se prohiban palabras... Y no se hace porque sean falsas las afirmaciones, como en mi caso, sino por no dañar las relaciones, personales o no, con el sujeto noticiable en cuestión. O bien se obliga a usar ciertos enfoques y ciertas palabras para beneficiar a terceros... Ayer Impe afirmaba que la mía era una de las pocas profesiones chulas que podían existir. Hoy discrepo absolutamente de ti. Mi profesión es una mierda, escudada bajo un aura de supuesta pureza y servicio social, nos dedicamos a manipular a los pobres incautos que deciden confiar en nosotros (también es culpa suya por no contrastar). Ejercicio sumamente didáctico es el de coger un día todos los periódicos (los de tirada nacional bastan) y comparar las mismas noticias en cada uno. Si lo alargas una semana el resultado es para asustarse y echar a correr. Alguna vez lo he hecho (durante un año entero como ejercicio de clase) y es de lo más aleccionador. Algún día, quizás y si estoy de humor, lo haga en el blog, explicando las diferencias entre los titulares y las historias, aunque con los primeros bastan. Y no sólo las evidentes, sino también las más sutiles que nos enseñan en la facultada y que a la mayoría de los mortales, oh desgraciados, se les pasan por alto. Por ahora, me voy a rumiar mi cabreo mientras leo sobre las pirámides y su construcción.