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jueves, 11 de noviembre de 2004

16.42 La música y yo Desde pequeña me ha gustado mucho la música. Es posible que entonces no tuviera lo que se llama un gusto muy desarrollado, pero me gustaba. Tanto, que decidí aprender a tocar el piano sólo por disfrutar de cómo sonaba Para Elisa tocado por mí, o que por reyes, cuando sólo tenía 7 años pedí que me llevaran al Auditorio Nacional para escuchar Las Cuatro Estaciones (en favor de mis padres diré que me llevaron y me regalaron un vinilo con una gran interpretación). El caso es que la música me gusta. Y por muchas razones. Hace que el tiempo vaya más rápido cuando lo necesito. Me relaja o me anima cuando mi estado de ánimo no es el más adecuado para la ocasión. Me hace pensar, recordar, replantearme cosas y, muchas veces, es capaz de expresar mejor que mis palabras cómo me siento, o qué siento. Por supuesto no todo lo que escucho se engloba dentro de mis favoritos. Es decir, Rafaella Carrá no me gusta, pero me divierte, y consigue que haga el tonto cuando me voy de petardeo por ahí. Es su función, lo único que le pido, y lo cumple. Desde luego no la pondría en mi coche en un viaje (ni largo ni corto), pero me hace reírme un poco. Existen dos grupos muy dispares que consiguen provocarme siempre las mismas sensaciones. Y quizás por eso ellos sí están entre mis preferidos. El primero es U2. Larry Mullen, Adam Clayton, Bono y The Edge consiguen siempre relajarme. Incluso con sus canciones menos propicias para ello. Aunque quizás el verbo no sea el adecuado. Cada vez que termino de escuchar una canción suya me ocurre lo mismo: me dan ganas de soltar un profundo suspiro, y me embarga una sensación de estar en paz con el mundo. Como si el solo hecho de que existan supusiera que las cosas van a ir bien, que ya van bien. El otro grupo es, mal que le pese a alguno, ABBA. Pero su efecto es muy distinto, me anima. No de esa forma en que te entran unas ganas terribles de bailar y gritar, no. Pero sí de la que hace aflorar una sonrisa a mis labios. Y es que en sus canciones las penas siempre parecen menos de lo que podrían ser. Tienen pocas canciones realmente melancólicas, y las que son lentas (y más bien tristonas) encuentran siempre el momento de subir el tono y el ritmo, de mostrar las razones por las que, a pesar de todo, hay que seguir adelante. Sí, la vida debería ser como una canción de ABBA, y es que en ellas parece cierto aquello de que no hay mal que 100 años dure. Cuando las escucho algo dentro de mí me dice que siguen existiendo razones para seguir adelante: Try once more like you did before Sing a new song, Chiquitita