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martes, 14 de diciembre de 2004

12.18 De la vigésima razón para odiar mi piso y otras historias recientes Pues sí, existe una poderosa razón para que yo odie mi piso: los vecinos, o la mala insonorización de las paredes de la casa. Algunos ya sabéis de lo que hablo, pues habéis tenido el gusto de escuchar los cantos folclóricos del vecino de al lado, o los llantos y gritos de los de arriba (pobre Athair y el susto que se llevó a las 5 de la mañana, después de jugar al Silent Hill 4). Pero es que en los dos últimos días la cosa ha degenerado tanto que casi no puedo dormir. Yo intento acostarme pronto, pero hasta las 2 no hay forma de dormirse, siempre hay algún vecino cabrón montando el número. Luego, sobre las 5 de la mañana, la niña del piso de arriba rompe a llorar (¿hambre, pesadillas, ganas de joder?) y su madre rompe gritar (valiente forma de consolarla). Así estamos hasta las 5.30, más o menos, en que puedo volver a dormir. Hasta, exactamente, las 7.41. ¿Por qué? Pues porque algún vecino pone el despertador a esa hora, a toda leche, tan alto, que me despierta. Suena como un móvil, aunque hoy ya he podido distinguir dos sonidos diferentes, uno de los cuales se ha apagado a las 7.50, el otro no. Conclusión: son dos despertadores, y sólo apaga uno. El muy cabrón. Porque a las 8.00, mi gato empieza a maullar para que lo saque de la cocina. Normalmente le abro la puerta y vuelvo a la cama, sin más problema. Pero hoy estaba pesado, y se ha quedado ante la puerta de mi cuarto, maullando. Así que a las 8.25, más o menos, entre el despertador de uno y el gato, me he tenido que levantar. Aunque ya estaba despierta, más o menos, desde mucho antes. Así pues, hoy no quiero mucho ni a mis vecinos, ni a mi casa, ni a mi gato. Y ya he vuelto al trabajo, donde todo sigue igual. Lo cual es muy triste. Aunque aún me dura la alegría de haber descubierto la magia de Cirque du Soleil y la de haber compartido, durante 11 días en total, mi cama y mi casa con la persona de la que estoy enamorada.