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martes, 11 de enero de 2005

Iinteligencia e inteligentes

El otro día mantuve una agradable charla con tres contertulios de excepción: Athair, FaHsS!!! y Earendil. El tema, la inteligencia y cómo influye en nuestras relaciones con los demás. Desde entonces ando dándole vueltas al tema, sobre todo a lo que dije entonces, que puede resumirse en que cada vez soy menos tolerante con eso. Quizás porque me pasé años fingiendo no ser lo que era, el caso es que estoy cansada de tener que dar muchas explicaciones, de tener que aclarar bromas y de tener que desmenuzar mis líneas de pensamiento. O quizás simplemente es que me he acostumbrado mal en compañía de gente con una mente veloz y capaz de seguir mis hilos de pensamiento. Pero sí, cada vez soy menos tolerante con determinados tipos de personas. Como dije aquel día no creo que se trate de un tema de percentil (del tipo no me trato con gente de menos de 90), pero sé que, en algún sitio, hay una nota de corte. Llega un punto en que no me compensa seguir conversaciones o relaciones con algunas personas, porque éstas me exigen un esfuerzo que cada vez soy menos capaz de hacer. ¿Es eso malo? No lo creo, de verdad. sí, hay mucha gente que se queda fuera. Y seguro que muchos de ellos son muy válidos, pero si eso es cierto, ya me lo demostrarán. Tengo la sensación de que he perdido mucho tiempo con gente que no merecía el esfuerzo, intentando encajar con personas de las que me separaba un abismo. Y no sólo de rapidez mental, sino de intereses. Siempre he sido muy curiosa, me interesaban muchas cosas, algunas sólo de forma temporal, pero me gustaba aprender y aprehender. Y empiezo a exigir lo mismo en aquellos que me rodean. No pido que seas doctor magna cum laude en teoría de la literatura inglesa medieval, o en las aplicaciones de la mecánica cuántica en los sistemas de creación de energía, pero sí que tengas una chispa. Si hay algo que realmente te interesa, y realmente te gusta saber de ello, entonces es casi seguro que lograrás convencerme de que tiene algo especial, y me encantará escucharte durante horas hablar de ello, aunque al principio no entienda nada. Lo que trato de decir es que, de alguna forma, para mí ser o no inteligente determina una forma de ser que me interesa, que me gusta tener cerca. La curiosidad, la pasión por algo (que no sean los trapitos, los locales de moda y las noticias del corazón), la posibilidad de mantener largas conversaciones sobre ética y albañilería, la capacidad de intentar ponerte en el lugar del otro, el deseo de aprender de lo que te rodea... Todo eso es, para mí, ser inteligente. Y si no lo tienes, quizás no me interese tenerte cerca más allá de 40 minutos. ¿Elitista? ¿intolerante? Quizás. Pero desde que estoy con quien quiero, con quien reúne estas cualidades y puedo ser yo misma, soy mucho más feliz. Y vivo mucho más tranquila. Obviamente este post (que estaba en fase de preparación) ha visto adelantada su publicación por un mail que he recibido hoy: E, amiga de la infancia, me invita a su cumpleaños el sábado. Busco excusas para negarme. La idea de pasar toda una noche en compañía de toda mi antigua pandilla me revuelve el estómago y me crea una intranquilidad absoluta.