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miércoles, 5 de enero de 2005

Balance de año nuevo

– Hay cosas a las que no me acostumbro. Situaciones que, después de dos años y medio, siguen produciéndome la misma desesperanza que la primera vez que sucedieron. Una de las que peor llevo es la de ponerme mala y estar sola en casa o, como ayer, vomitar a las 2 de la mañana sin una mano amiga que sujete mi cabeza. – El 2005 parece un año de poner en marcha proyectos, o de reordenar prioridades. Quizás yo debiera hacer lo mismo, pero algunas de las conclusiones que sacaría no me gustan, ni tampoco las decisiones que debería tomar. No es que quiera mirar para otro lado, es que, de momento, el cambio de situación no me compensa lo suficiente. – Esta noche volveré a vivir una de las experiencias más mágicas que se dan en mi vida. Y es que ver a mis sobrinillos abrir sus regalos es algo que me llena de alegría y ternura. Desde luego, las Navidades con niños son más Navidades. – La pregunta lanzada en el blog de Athair me ha hecho pensar. ¿Estoy donde quería estar hace diez años? No, realmente. ¿Sé dónde quiero estar en 2015? ¿Me veo trabajando en lo mismo, viviendo en el mismo sitio, rodeada de la misma gente y con los mismos objetivos que ahora? La respuesta es no, sobre todo en lo referente al trabajo. Pero, si no es en esto no tengo ni idea de a qué podría dedicarme. – Las Navidades me han hecho desempolvar sueños, mirarlos, y volverlos a guardar en el cajón del olvido. Ninguno es válido ya, pero no me arrepiento de haberlos tenido, porque es su persecución la que me ha traído a este punto. Y eso es bueno. Que ya no valgan no significa que ahora no tenga otros. Y, sobre todo, el ser capaz de valorar ese conjunto me ha convertido en una persona más tolerante con los de los demás, en alguien mucho más dispuesta a apoyaros en los vuestros. Sean los que sean. Porque nosotros somos lo que nuestros sueños son. Y cuando convives con alguien debes saber apreciar y valorar los suyos. Apoyarlos y ayudarles en la lucha por lograrlos, incluso cuando a ti te supongan un sacrificio (que no una renuncia a los tuyos o a tus principios). – “Molly no eres tú, ¿o sí?”. Esta pregunta, inocente, y lanzada al aire en medio de una discusión lleva rondándome la cabeza una semana entera. Claro que no soy yo, es solo un PJ. Pero... Pero nada, hay cosas del PJ que son mías, actitudes y comportamientos que ahora sé que me puedo atribuir. Y no tengo claro que sean de los mejores. Seguiremos dándole vueltas. – Y mientras me planteo cosas, cambio otras. Para empezar, el vestuario. O eso intento. Mi camiseta rosa fuerte de hoy me dice que voy por buen camino (aunque en honor a la tradición me he puesto un jersey negro). Para seguir, con mi actitud. Ser más fuerte y decir en voz alta lo que quiero es sólo un paso más en el proceso de mejora que inicié hace casi un año. Hoy, me quiero mucho más, y estoy muy orgullosa de mí, porque decidí algo y llevo luchando desde entonces, sin saberme infalible pero sí inasequible al desaliento, que no es poco. Y ya puedo decir que he vencido. Aunque la batalla vaya a seguir algún tiempo abierta. – Mis buenos propósitos de 2004 de poner mi granito de arena en la mejora del Periodismo han quedado en nada, o casi. Y no por mí, sino porque mi actual puesto no me ha dejado demasiada cancha. Aún así, dispuesta a ver el lado positivo, debo decir que gracias a mi intervención se han evitado unos cuantos errores graves en mi revista. Así pues, dejemos el balance en objetivo cumplido al 50%. – Creo, en definitiva, que no lo he hecho nada mal. Estoy contenta con lo que he logrado y con el camino que estoy siguiendo. Sí, puedo decir que, globalmente, soy feliz. Mucho más que hace un año. Algo os lo debo a vosotros pero, modestia aparte, una gran parte de esa sensación me la debo a mí misma.