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jueves, 17 de febrero de 2005

¡Hombres!. Crítica teatral

Ayer me llevé al teatro a Athair. Hacía mucho que no iba y, la verdad, ya tenía ganas. Pero conociendo como conozco a mi chico, más me valía elegir algo divertido y ligerito. Así pues, hace una semana, le propuse ir a ver una obra que yo ya conocía: ¡Hombres!. Iba a ser mi cuarta vez como espectadora, y la tercera compañía a la que veía representar unos textos que me gustaron tanto que descansan en una estantería de casa. Así pues estaba convencida de que el éxito era seguro. ¡¡¡¡MEEEECCCC!!!! Error. Gravísimo error. Hacía mucho tiempo que no pasaba hora y media tan aburrida y tan avergonzada. Las cinco actrices son malas. Muy malas. Exageran los gestos hasta resultar payasos grotescos sobre el escenario. Modulan muy mal su voz, gritando casi, en vez de declamando en voz alta (sutil diferencia que provocó más de un dolor de cabeza), exagerando su acento catalán, adoptando tonos que sólo pueden definirse (como acertadamente hizo Athair) como de “cultureta”. El texto, generalmente afilado, perdía toda la gracia en sus manos. Les quedaba no grande, enorme. Las bromas se perdían en un mar de interpretaciones histriónicas que hacían chirriar los dientes. Y el texto, en su origen genial, ha sido remodelado para ganar “actualidad” y ser “políticamente correcto”, pero ha perdido gracia y soltura. En mi opinión, el discurso sobre la mujer esperando junto al teléfono LA llamada era mucho mejor que el de la mujer pegada al móvil y desentrañando el sentido de un SMS escrito como un antiguo jeroglífico egipcio. En fin, un desastre completo que a duras penas logró arrancarnos 3 o 4 risas, que no carcajadas. Eso sí, a algunos de nuestros compañeros espectadores sí les gustó. Pero claro, a la gente también le gusta Gran Hermano. Afortunadamente (gracias, gracias, gracias) Athair no hizo mucha sangre del desastre, quizás porque me vio más avergonzada y contrita que otra cosa. y, una noche más, pude disfrutar de su compañía bajo mi edredón. Todo un lujo que disfruto cada segundo que se produce. Y es que ayer descubrimos una nueva ventaja de dormir juntos: que si me levanto de mala leche (como ayer) bastan un par de frases amables y unos mimos para que se me olvide y el comienzo del día pueda parecerme tan maravilloso como en realidad es cada jornada que comienza a su lado.