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jueves, 9 de junio de 2005

Eramos pocos...

Mia madre siempre ha sido una ardiente defensora del “no te metas donde no tellaman” en la teoría. Luego, a la hora de la verdad, es capaz de meterse en cualquier fregado. Supongo que he heredado esa costumbre suya, así que me voy a meter en la discusión sobre religiones, creencias, ateísmos y demás... Imperator dijo: “Las únicas características que requiere la religiosidad es pasar totalmente de lo que te dice la razón(...)”. Disiento. Totalmente, además. Que algunos religiosos pasen de usar la razón no implica que todos lo hagan. Igual que el hecho de que algunos psicólogos dejen a un lado la razón y se vuelquen en el psicoanálisis no implica que todos los psicólogos se pasen la razón por el forro. Existen religiosos que usan la razón y otros que no lo hacen. Punto. Los misioneros (genérico que vale para ambos sexos) que pasan su vida en el Tercer Mundo, intentando mejorar las condiciones de vida de los demás, son seres absolutamente racionales que aplican la lógica a sus acciones. Sobre todo aquellos que basan sus actuaciones en el principio: “Si les das un pez, aliviarás su hambre un día. Si les das una caña, y les enseñas a pescar, aliviarás su hambre toda la vida”. Y sí, ese modo de actuar, ahora universal an las ONG, lo inauguraron las organizaciones religiosas. “(...)y a delegar parte o la totalidad de tu responsabilidad personal en una fuerza exterior a ti”. Una de las características de la religión cristiana es que Dios dotó al hombre de la capacidad de elección. Del libre albedrío. Dios hizo al hombre capaz de elegir entre el Bien y el Mal. Le explicó que era lo bueno, y qué no, pero le dio la opción de decidir qué camino quería tomar. Los católicos no creen que no tengan responsabilidad en sus actos (razón por la cual existe la redención de los pecados y la penitencia), sino que sus vidas y sus acciones deben estar encaminadas a un bien superior, deben honrar a un ser superior. No es que no sean responsables de lo que hacen, es que, las cosas que están fuera de su alcance, obedecen a un Plan Divino desconocido. Athair dijo: “por mucho que se esfuerce, la ciencia nunca podrá explicarlo todo”. E Imperator respondió: “Esa es una postura de pereza intelectual muy cómoda y común. Damos por sentado que, como ignoramos cosas, nadie nunca será capaz de conocerlas. (...) la evidencia apunta a que, esforzándose bastante, no hay nada que la ciencia no explique antes o después”. Sí, es posible que la Ciencia acabe explicándolo todo. Incluso la posible existencia de Dios. Pero creer eso me exige un esfuerzo de fe en la Ciencia, ¿no crees? Deposito mis esperanzas en que, un día, en un futuro más o menos lejano, la Ciencia encuentre las respuestas a todas las preguntas. Pero también sé que cuando la Ciencia haya acabado de desvelar las incógnitas que nos planteamos ahora, surgirán nuevas. Siempre habrá más preguntas, siempre se podrá “ir más allá” en el intento por comprenderlo todo. Así pues, la Ciencia nunca tendrá las respuestas a todo, porque siempre habrá nuevas preguntas. De todos modos lo que quería decir iba más en la línea de la fe en la Ciencia, y sobre el hecho de que ahora mismo no tenemos todos los datos. Ni todas las respuestas. Nos tenemos que apañar con lo que tenemos. Y lo que tenemos es una Ciencia imperfecta que no da respuesta a todas las preguntas que tenemos sobre la mesa. Nos guste o no. Creer que algún día (en el que presumiblemente yo no estaré) lo explicará todo es, en mi opinión, igual que creer que, algún día (cuando yo no sea yo) Dios me explicará su plan. O que cuando muera iré al cielo. Sí, la Ciencia ha avanzado. Mucho. Y tiene más respuestas que hace 100 años. Así que una forma lógica de pensar es creer que eso seguirá así eternamente. Pero igual no lo hace. Igual el problema no es de la tecnología (cada vez mejor, es cierto), sino del techo humano. De la capacidad de comprender y hacer comprensibles los fenómenos de la naturaleza. Igual un día el conocimiento científico se estanca. Tengo pruebas de que lo ha hecho, pero no de que lo vaya a seguir haciendo. Así pues depositar mi esperanza en que eso vaya a ser así es un acto de fe. Imperator: “Es una postura lógicamente insostenible, porque supone que los ateos estamos en la misma tesitura que los creyentes”. Es lógicamente insostenible desde tu punto de vista. No desde el mío. En una discusión, sobre cualquier tema, en el que haya dos posturas (ó 20), cada bando debe argumentar y exponer sus datos. Yo considero la pena de muerte como algo profundamente reprobable. Y no concibo como alguien pueda defender su bondad. Me puede parecer ilógico. Ahora bien, si me siento en una mesa con un defensor acérrimo y sale el tema, no me limitaré a decirle “estás equivocado. Aplicar la pena de muerte como castigo es ilógico”. No. Le escucharé, y le rebatiré con informes, con estudios, con códigos éticos (que posiblemnte no coincidirán con los suyos), incluso con la Biblia si es necesario. Cuando te opones a una idea, a una postura, debes saber por qué lo haces. Y con qué cuentas en tu haber para sostenerla. Dices que no hay pruebas de la existencia de Dios. Bien. No, no hay ninguna carta firmada por él en la que se haga responsable de la creación del mundo. Pero tampoco se ha demostrado que esa carta no exista. Cierto es que la falta de pruebas sobre la inexistencia de algo no demuestra su existencia. Pero de igual modo la momentánea falta de pruebas sobre la existencia de algo no demuestra su inexistencia. Es decir, hace 1.000 años la Fuerza de la Gravedad no existía. No había ninguna prueba de ello. Hoy sí las hay. Hoy podemos decir que existe porque la hemos probado. Y no existe desde Newton, existe desde el principio de los tiempos, sólo que antes no podíamos probarla. La existencia o no de Dios como “ente organizador y creador de todo” (no como viejo con barba blanca) es algo que no podemos probar ahora. Pero igual sí podemos hacerlo en unos años Imperator: “Los ateos no tenemos que demostrar nada, Athair. (...) Nos apoyamos en hechos”. ¿Podrías decirme qué hechos son esos? Y no me vale que digas como hecho el que los cristianos no han demostrado su existencia. Quiero que tú me demuestres su inexistencia. Olvídate de la falta de pruebas de unos y dame la lista de hechos comprobables que sustentan tu opinión. Si no lo haces, seguiré creyendo que tienes fe en que no existe. Imperator: “A fin de cuentas, los agnósticos lo son respecto de Dios, Alá, Jehová y las religiones actuales, pero son ateos respecto a religiones anteriores y que, además, tuvierno una vida más larga (los dioses egipcios fueron adorados durante más de 5000 años, ¿no?)”. Eso, en mi caso, no es cierto. Por la sencilla razón de que considero a los dioses (dales el nombre que quieras) como una manifestación de una misma necesidad: la de explicar el origen y destino del mundo, la de dotar de un sentido tracendente a la vida... Todos los dioses son, al fin y al cabo, el mismo dios en ese sentido (algo que hasta entendió el anterior Papa). Todos tratan de explicar lo mismo y, para mí, es tan difícil demostrar la existencia o inexistencia del dios cristiano como la de Isis. Cada dios es la personificación de la necesidad de respuestas que tienen los seres humanos. Antes, se repartían las responsabilidades. Ahora están agrupadas en un mismo ser. Es lo único que, a mi entender, ha cambiado. Y por eso ni niego ni afirmo la existencia de unos u otros. Y Rapunzell opinó: “El agnóstico es alguien que pasa de decidir. Lo deja en un "Puede que sí, puede que no". no, eso no es así. El agnóstico es alguien que no cierra ninguna puerta y que asume su propia imperfección para comprender asuntos que trascienden de él. Es alguien que sí se lo plantea, y que encuentra imperfectas no sólo las respuestas, sino también su capacidad para valorarlas en toda su amplitud. Es alguien que siempre se plantea un “Y si...” de más. Que siente que lo que los demás le dicen está cojo... Podría decir más, pero esto ya ha quedado suficientemente largo. Y ya dije bastante en mi anterior entrada llamada De creencias.