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jueves, 20 de enero de 2005

Más cambios

Parece que es definitivo. El director de mi revista se marcha, en principio la semana que viene. Y sí, los cambios de personal que se anunciaban parece que van a producirse. Eso, claro, me/nos afecta aún más. Porque vienen dos jefes más, y es posible que los que hay ahora, dejen de serlo. De los 3 cambios uno me da exactamente igual, creo. Los otros dos no tanto. Sobre todo en el caso del subdirector, hombre entrañable donde los haya y con quien tengo una excelente relación. De todos modos existen dos formas de ver el cambio. La buena y la menos buena. Por un lado aseguran que quien llega tiene la sana costumbre de entrevistarse con los empleados para ver su grado de satisfacción y sus inquietudes profesionales. Eso, unido al hecho de que valora mucho a la gente que está dispuesta a moverse mucho, pueden darme una oportunidad de regresar a mi antiguo puesto. esto, que en teoría sería bueno, hoy día me deja bastante indiferente. ¿Por qué? Pues porque no tengo nada claro que quiera regresar. El gusanillo que tenía en junio ha muerto y está enterrado. La idea de volver a la redacción, de volver a pelearme por las mismas cosas, de soportar tensiones para luego no quedar a gusto, me seduce cada vez menos. Al menos desde mi puesto puedo ver el periodismo basura que hacemos desde la barrera, sin mancharme las manos. Pero supongamos que nada de eso es cierto, que no tiene intención de remodelar la estructura actual de esta publicación. Bien, entonces estoy destinada a permanecer en mi puesto y a hacer muchos méritos para que en noviembre me renueven el contrato. Bien, genial. Solo que hacer méritos, en mi puesto, significa pasar inadvertida. Lo que parece un contrasentido. Porque, si no se da cuenta de que estoy, ¿cómo va a saber que soy necesaria? Y aunque no fuera así, ¿de verdad me gusta tanto mi trabajo como para esforzarme al 1.000%? La respuesta es no. Así pues reviso mi CV, lo actualizo, y busco dónde mandarlo. Labor ésta más difícil de lo que pudiera parecer, porque no tengo claro qué quiero hacer. Las opciones que veo ante mí me seducen igual que enfrentarme a un miura completamente sola y desarmada. Es decir, nada de nada. Por otro lado, la marcha de mi director me afecta en más campos que en el profesional. Y es que tener como jefe a alguien que te conoce desde que naciste tiene una serie de ventajas, como el poder entrar en el despacho a cualquier hora y quejarte de tu situación, o explicar (cuando era colaboradora) que necesitaba unas vacaciones pagadas, y que lo entendiera y aceptara aun cuando no tuviera la obligación de dármelas. Cosas que perderé cuando llegue el nuevo, al que no tengo el gusto de conocer casi ni en fotografía. Quizás sea este un buen momento para replantearme qué quiero ser en la vida, y si los caminos que me he ido abriendo me conducen a ese objetivo. Lástima que algunos caminos que sí me gustaría recorrer me los haya bloqueado yo sola por cosas que, en ese momento, consideré más importantes o más prometedoras. Supongo que es cuestión de aceptar que, algunas veces, me equivoqué. Vivir con ello y ser feliz con los caminos que aún siguen abiertos.