<$BlogMetaData$>

miércoles, 6 de abril de 2005

Reveses

Ayer empezó siendo un buen día. Estaba contenta porque por fin había acabado con las compras para las innumerables bodas que tengo este año, conseguí dar una sorpresa a mi padre (gracias a Lumen Dei) y, al llegar al curro, me esperaba otra sorpresa: mi nuevo ordenador. La mañana fue lenta, pero como me estaba haciendo a mi nueva maquinita, no me importó. Para mejorarlo, Athair me invitó a comer, con lo que alegró el mediodía. Y la alegría me duró toda la tarde. Pero fue llegar a casa y las cosas empezaron a torcerse. Al final, se convirtió en un mal día. Y hoy no promete ser mejor. En fin, supongo que las cosas no tardarán en volver a su cauce. Se acerca mi cumpleaños y eso casi nunca ayuda. Algunos odian el mes de febrero, otros tememos el mes de abril. ¿Por qué? Pues por muchas razones que se han ido acumulando a lo largo de, casi, 28 años: el 90 por 100 de mis novios me han dejado en el mes de abril (y el día 15 se lleva la palma entre las fechas elegidas para ello); otro 15 de abril (de hace muchos años) fue la fecha en que alguien me puso la mano encima por primera (pero no última) vez... Y como éstas, decenas de otras pequeñas cosas que hacen que no me gusten estos días. Pero también pasarán. Y en estos días, asisto atónita al poder de una idea. Sabía que la muerte del Papa iba a ser todo un acontecimiento, pero no de la magnitud de la que lo está siendo. Quizás mi descreimiento religioso ha hecho que no estuviera preparada para ésto. Reflexiono sobre todo lo que está pasando y no dejo de pensar en que, con la fuerza que la Iglesia tiene, sería deseable que la usase para cosas más productivas que para prohibir el uso de preservativos en África. Quizás, si lograran encauzar su fuerza, si consiguiesen que nos creyésemos más aquello de "ama a tu prójimo", el mundo sería un lugar mejor.