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viernes, 14 de octubre de 2005

Competencia

Es triste ser consciente de que la persona más competente en un puesto de trabajo es, precisamente, la que menos interés tiene por él. Sí, obviamente estoy hablando de mí. Hace unos días tuve el honor de compartir jarras de cerveza y raciones con el obispo y la hereje (más referencias, acudir al blog de Imperator). Entre muchos de los temas que se tocaron estaba el de la competencia laboral, que se ilustró, muy alegremente, con algunos de los ejemplos más sangrantes de las jornadas laborales del prelado. Bueno, pues ahora es a mí cuando me toca hacer el gesto del orangután: Si me miro al espejo ahora... No merece la pena hablar de ello, la verdad. Son cosas tontas, detalles, pero demuestran que a la gente le da igual hacer las cosas bien, mal o regular (o directamente mal), siempre y cuando reciban su cheque a final de mes. A mí no. Cuando hago algo procuro hacerlo lo mejor posible, me guste o no. No soy especialmente feliz en mi puesto de trabajo, ni quisiera quedarme en él los casi 40 años de vida laboral que me quedan, pero mientras esté en él lo haré lo mejor que sé, como si realmente me gustara lo que hago, como si disfrutara con cada coma que tengo que añadir, o con cada texto que tengo que ajustar. En mi pueblo algunos lo llaman ser demasiado perfeccionista. Yo lo llamo profesionalidad.