<$BlogMetaData$>

martes, 24 de agosto de 2004

16.10 Días cambiantes Ayer me desperté de muy buen humor. Sé que en buena medida se debió a que el domingo me acosté de mejor humor aún. Y no sé por qué. La verdad, esperaba estar algo triste por la vuelta al trabajo. Pero la perspectiva de un agradable desayuno, y una comida aún mejor, debieron ayudar a que empezara el día con buen pie. Todo fue según lo previsto. Muy agradable. Grata relectura, mejor compañía y un estómago a prueba de bombas y deseoso de recuperar lo perdido. Hasta que llegué al trabajo y, aburrida, decidí hacer unas cuantas llamadas. Concretamente a 3 personas que decidieron ignorarme. Me sentí fatal, por si estaban mosqueados conmigo (dada la historia reciente con ellos no era en absoluto descartable). Estuve un rato dándole vueltas a cosas que había decidido no hacer más caso. Y en esas me di cuenta de que mi comportamiento era absurdo, y de que mi conciencia debía estar tranquila. así que lo alejé todo, salvo el poso de amargura que hoy aún me queda. Y es que me pregunto si los amigos de verdad se comportan como han hecho ellos, o si, simplemente, a algunos les gusta tomarme por idiota y joderme el día de vez en cuando. Luego llegué a casa y descubrí que ciertas compañías deben tener la nota de tonta del bote junto a mi ficha de cliente. Genial para mi autoestima ¿eh? En fin, atraco a despensas ajenas y punto final de la historia. Por ahora. El día, que amenazaba con torcerse justo al final, se arregló. Dos llamadas de teléfono, un viaje en coche y visitas inesperadas hicieron que volviera el buen humor. Me dormí con mejor ánimo que el domingo. Sólo que me he despertado mucho peor. El día ha ido transcurriendo tranquilo, sin complicaciones. Hasta hace unos 10 minutos, más o menos, en que me han insinuado una noticia que, por esperada, no deja de escocer. Mi jefe, bueno mi ex jefe, ha venido a hablar conmigo. Qué tal el verano, la nueva casa... ya sabéis, esas cosas. Y luego que si estaba bien, que si estaba contenta... Yo feliz, porque se acerca septiembre, el mes en el que se supone que debería volver a mi antiguo puesto. Y claro, pensaba que iba por ahí. Tras unos minutos de charla me ha quedado todo muy claro: me quedo donde estoy. ¿Hasta cuándo? De forma indefinida. Mi gozo en un pozo. Mis sueños en el cajón más escondido, y mis aspiraciones profesionales, de momento, en el cubo de la basura. Y es que el trabajo es tedioso, aburrido, monótono, sin ningún tipo de chispa ni de interés... Y, sobre todo, me cierra todas las puertas a cualquier sitio, porque los contactos hay que mantenerlos, y ahora mismo yo no puedo. Vamos, que estoy jodida. Ahora mismo necesitaría uno de esos abrazos de los que hablaba hace unos meses. Unos mimos, un beso en la frente, y que alguien me susurrara al oído “no te preocupes, todo va a salir bien. Vales mucho, y algún día todos se darán cuenta”. Mientras, me limito a decírmelo yo misma, pero ¿por qué suena mucho menos convincente?