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domingo, 22 de agosto de 2004

21.00 Estoy malita... y aburrida Llevo cerca de una semana con el estómago bastante del revés. Creo que sólo ha habido un par de ocasiones en que lo ingerido no ha vuelto a salir con una rapidez pasamosa. Y ayer, encima, empecé con fiebre. No sé si mucha o poca, la verdad es que no me he puesto el termómetro, pero no lo necesito para saber que estoy mal, y con la temperatura por las nubes. Desde pequeña ha habido siempre un par de indicios que aseguraban al espectador ocasional que mi temperatura corporal se había disparado. El primero, una profunda ansiedad por beber zumo de naranja de brick. Si tengo fiebre soy capaz de beberme las existencias de un gran supermercado. Por desgracia esta mañana se ha terminado el único litro que había en mi cocina, y no he tenido fuerza para bajar a comprar. Y Ulises aún no está entrenado en el arte de hacer la compra... El segundo era la actitud compulsiva en dos actos: contar hasta cien a toda leche, o cantar ininterrumpidamente el estribillo de Yellow submarine. Afortunadamente ninguno de estos dos actos se han producido en las últimas horas. El tercero era el que más asustaba a mi madre cuando era pequeñas. Y es que tenía la costumbre de quedarme como muerta en el sofá. Y no responder ante ningún estímulo, salvo al de una ducha de agua frío y hielos. Este creo que tampoco se ha dado. Tengo una monísima bola de pelo negro que me ha hecho compañía todo el día, y que me hacía mimos incluso cuando el Sr. roca y yo manteníamos amistosas conversaciones sobre el contenido de mi estómago. Ha sido un auténtico cielo. He recibido, además, unas cuantas llamadas telefónicas interesándose por mi estado, y mandándome mimos por el no siempre apreciado, invento del señor Bell. Es genial sentir la reocupación de otros. Pero ahora la fiebre ha bajado, el estómago sigue sin aceptar nada sólido, y yo me aburro. No sería capaz de aguantar ni diez minutos en una discoteca, y menos el olor a alcohol (lo siento chicos, en serio), pero mi casa me aburre y no quiero dormir más. En fin, que me estoy recuperando (a tiempo para la vuelta al cole) y mi inquieto esqueleto me pide compañía. Creo que haré una llamada. Estos días de vacaciones han sido algo movidos. Mi idea de descansar y dedicarme a cultivar mi, algo agarrotado, lado cultural se han ido al garete. Pero no importa. He visto a gente a la que echaba de menos. He recibido inesperados regalos que me han llegado muy dentro. He mantenido interesantes conversaciones y me he reído con algunas de ellas. También he descubierto que, a veces, no está bien ser el único peón en tirar de una cuerda. Y que otras hay que saber soltar a tiempo para que no te estropeen las manos. Hay lastres que hay que dejar atrás (ver la entrada anterior), y hay puertas que cerrar, porque las escenas que suceden tras ellas han dejado de incumbirte. También hay situaciones en las que permanecer neutral es el error. Hay veces en las que hay que tomar partido, aunque no sea fácil, y actuar en consecuencia. Aunque a veces lluevan golpes y te encuentres cansada en medio del camino. Pero nada de eso es malo, ni triste. Simplemente sucede, así hay que aceptarlo. Y mejor si es, como hago yo ahora, con una sonrisa en los labios, y agradecimiento en los ojos.