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miércoles, 20 de julio de 2005

Variedades

–Trabajo. A veces tengo la sensación de que la gente me trata como si fuera imbécil perdida. Me estoy refiriendo al trabajo, ese lugar en el que paso largas y largas horas... La sensación de estar dando un consejo (sobre edición, informática o la alimentación de los cangrejos de río en temporada estival) y que no sólo no te hagan caso, sino que lo reciban con un seco”eso ya lo he hecho”, aun cuando no es cierto, no es nada agradable, y acaba dejándome al final del día un regusto amargo. Me quedan cada vez menos ganas de echar una mano, y eso no es bueno. Ni para mí ni para la sección. Así que cada día me fuerzo un poquito más e intento hacer borrón y cuenta nueva. Pero estoy muy quemada... A eso se unen las directrices dadas por algún que otro jefazo para lograr que me renueven: “Tú quédate calladita y sin moverte. Que nadie se acuerde de que existes”. No es una táctica agradable, sobre todo porque en ella está implícita la dificultad actual para que me renueven. Si no tuviera que pagar una hipoteca posiblemente me plantearía las cosas de otra forma. –Harry Potter and the Half-Blood Prince. Llevo días intentando escribir una crítica que no desvele demasiado. Y no me sale. Quiero decir que me ha gustado, pero que no lo considero (ni de lejos) el mejor de la serie. Debe mucho a sus predecesores, y eso se nota. Rowling ha encontrado una fórmula maestra que le funciona, o que le funcionó, y se está aferrando a ella con demasiada intensidad. Hay, en mi opinión, demasiados amagos, demasiados momentos en los que se juega al despiste, y eso acaba por no ser bueno. Es evidente que la intriga es uno de los ingredientes fundamentales de esta serie, pero no hay que pasarse. Rowling no es Hitchcock, no tiene su maestría, y si el maestro del suspense no abusaba de los McGuffins, ¿por qué tiene que hacerlo ella? Si en La Orden del Fénix se notó los años que le llevó escribirlo, en éste ocurre otro tanto de lo mismo, pero en su contra. Pero no creáis que no me gustó, porque no es así. Es solo que creo que le sobran algunas cosas. Y que hay otras que chirrían un poco. –Otros. Hay cosas que me ponen triste. Cosas que no me gustaría que pasaran. Ni a mí ni a otros que tengo, y siento, cerca. Las relaciones humanas son difíciles y, quizás por ello, hermosas. pero a veces desearía quitarles parte de esa complicación y conceder a la gente que me importa un tiempo libre de problemas, discusiones y malos rollos. Tampoco me importaría enfadar menos a la gente. Y aunque intento cada día lograr todo eso, poco a poco, parece que no hay forma de triunfar en ese campo. A la tristeza de los hechos se une la impotencia por no ser capaz de evitarlos. Mala combinación, se mire por donde se mire. Igual lo que tengo que mirar no es a las situaciones, sino mi forma de gestionarlas...