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miércoles, 25 de agosto de 2004

19.10 No hay peor sordo que el que no quiere oir Ni peor ciego que el que no quiere ver. O peor torpe que el que no se quiere dar cuenta de su torpeza. Y eso es algo que siempre me ha dado mucha rabia, que me ha puesto muy nerviosa, y que me ha hecho enfadarme con gente en algún momento. Hasta que, claro, resulta que el sordo, ciego y torpe es uno mismo. Y te das cuenta de que llevas toda tu vida, o los últimos tiempos, comportándote como tal. Llevo unos meses lanzando una serie de quejas al viento. Pensando que las razones para las cosas eran unas muy determinadas. Y me estoy dando cuenta de que no es así, que no tenía razón, y que la única culpable de todo lo que me pasa soy yo. Y no por ingenua o por buena, no. Nada más lejos. Simplemente por torpe, por tener unas ideas equivocadas, por meter la pata y hacer mal las cosas. He sido injusta, incoherente, mala persona. He sido caprichosa, desdeñosa y torpe, profundamente torpe, en mis relaciones con los demás. Y no, no lo he hecho a posta. Pero las señales estaban allí, y yo no quería verlas. No he sido consciente de estar haciendo daño, pero aún así lo he hecho. Y, lo que es peor, no me he planteado mi comportamiento incluso cuando sabía las consecuencias. Lo lamento. P.D. No, no he tenido un buen día.