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lunes, 20 de septiembre de 2004

16.44 Dear Dirty Dublin Acabo de pasar tres horas en compañía de J.J. Viendo el programa que grabé ayer, claro. La película Nora me ha decepcionado bastante, todo hay que decirlo. Pero quizás sólo porque abarca unos 8 o 9 años. Hasta antes de la publicación de Dublineses, en 1914. Aunque un mérito hay que reconocerle, es bastante fiel a la realidad. O, al menos, a la realidad que contaron los que la vieron. Los tics de Jim, su pánico a las tormentas, el católico sentimiento de culpa contra el que renegaba... El documental... otro mundo, otra historia. Dublín. Mi Dublín. Dear Dirty Dublin. La verdad, no podría empezar mejor, para mí. Una escena callejera, en el recodo que hacen dos locales en una calle cercana al Liffey. A la espalda de los actores, un edificio rojo y negro, un bar de copas en cuyas escaleras casi me caigo (¿cómo no?). PRAVDA. En la acera de enfrente, bien visible, una tienda de fachada también roja, con el cartel del nombre en negro y amarillo. Y, a partir de ahí, Bloom, Dedalus, Mulligan... recorrido por mi Dublín al ritmo de palabras tantas veces leídas y no tantas escuchadas. El discurso de una ola en cuatro palabras, en una onomatopeya. Una estatua, un cementerio, un bar, un puente, un placa, una biblioteca. Un libro. Book of Kells. Olores, ruidos y recuerdos concentrados en un documental de 45 minutos. Dear Dirty Dublin. En 24 horas estaré lejos de aquí. Aspirando otro aire. Con Ulises lejos y contigo cerca. Dejando pasar el tiempo. Escuchando el discurso de las olas. Esperando una visita que traerá risas y diversión. Descansando y disfrutando de estar viva. De ser quien soy. De saber lo que sé. Aprendiendo, porque, como Stephen, en realidad nací para aprender y no para enseñar. Dear Dirty Dublin. Shut your eyes and see.